COLOSIO: CINCO AÑOS DE SOSPECHA
Se cumplieron, ayer, cinco años del asesinato de Luis Donaldo Colosio en la barriada tijuanense de Lomas Taurinas. En ese lustro se han fortalecido las sospechas de la sociedad, tanto sobre la existencia de un complot para matar al candidato priísta como sobre una determinación del poder público de negarlo y atribuir el homicidio al asesino solitario Mario Aburto.
Son varios los elementos que fundamentan esas sospechas. En primer lugar, las pesquisas policiales, desde los instantes posteriores al atentado de Lomas Taurinas, adolecieron de múltiples irregularidades y desaseos ųmanipulaciones, alteraciones y sustracciones de pruebas, declaraciones contradictorias, traslados con acompañantes fantasma, no integración de indicios importantes, negativa a investigar a sospechosos prominentes, disparates manifiestos como el "giro de 180 grados" del cuerpo de la víctima para explicar el segundo disparoų, y por ese camino han seguido desde entonces; varios presuntos cómplices de Mario Aburto han sido puestos en libertad luego de haber sido objeto de acusaciones mal integradas, y ninguno de los cuatro fiscales especiales encargados del caso ha sido capaz de ofrecer a la sociedad una explicación mínimamente creíble sobre las circunstancias que condujeron a la muerte de Colosio, salvo que éste recibió un balazo en la cabeza.
Otros factores de escepticismo son los crecientes indicios ųno tomados en cuenta por los sucesivos fiscales especialesų de que, entre enero y marzo de 1994, se produjo entre Colosio y el ex presidente Carlos Salinas una ruptura o, al menos, un significativo distanciamiento. Por añadidura, en los cinco años transcurridos desde entonces unas 16 personas vinculadas de una manera u otra a las primeras etapas de la investigación han sido asesinadas.
Es inevitable que, vista en perspectiva, la actuación de la Procuraduría General de la República a lo largo de estos cinco años no parezca orientada a aclarar la muerte de Colosio, sino a hacer imposible su esclarecimiento.
En el mejor de los casos, si el delfín de Salinas hubiera sido víctima del asesino solitario, la idea de la conjura no habría sido fruto de una mentalidad colectiva truculenta, sino inducida por la mayúscula ineptitud de las autoridades encargadas de procurar justicia, las cuales no han sido capaces de despejar los numerosos puntos oscuros del caso. Nadie pide, ciertamente, que la PGR fabrique la versión de una conjura, si no la hubo; es exigible, en cambio, que explique su propia actuación errática e inconsistente de 1994 a la fecha.
En otro sentido, la necesidad de esclarecer el homicidio de Colosio y las inepcias para resolverlo escapa al ámbito policiaco y se inscribe en los terrenos político y moral, como una de las más graves asignaturas pendientes del presente sexenio. La credibilidad institucional sigue viéndose seriamente afectada por la falta de resultados concretos y, en ausencia de éstos, resulta inevitable concluir que hay ausencia, también, de voluntad política para llegar a la verdad.
Finalmente, es imperdonable que, a poco más de un año de los comicios del 2000, la sombra del asesinato político no haya sido superada, porque ello introduce un grave factor de incertidumbre y desaliento en la vida cívica del país.