El poemínimo de Efraín Huerta, salada paráfrasis de un verso de Carlos Pellicer, viene a cuento. El asunto se ha convertido en una presión creciente de parte de los empresarios. Esta vez Clariond habló por ellos. La posición del PAN aún no se expresa, pero Fox ya soltó una de sus frívolas gansadas, coqueteando con el tema: "debemos poder usar el peso, el dólar y otras monedas".
Clariond habló con el candor pragmático e inconsciente que suele dar el dinero abundante; dijo que el Presidente "un poco se sorprendió" cuando propuso: emplear en México el dólar como moneda de curso corriente, dejar al peso como un símbolo de la nacionalidad y utilizarlo para pagar propinas. Claro, como todo mundo sabe, los símbolos patrios sirven para usos como ése.
Clariond no sabe cómo conducirse en una reunión entre una de las más fuertes representaciones de propietarios y el jefe del Ejecutivo. Sabe sí, por experiencia, que en este país el poder del dinero no tiene límite. No sabe que estuvo en una reunión política, y le es ello tan ajeno que él mismo dijo a la prensa que Zedillo ignoraba la propuesta pública que los 34 del Consejo Mexicano (?) de Hombres de Negocios le harían, de traficar en US currency sus mercaderías.
Por lo demás, la ignorancia en asuntos nacionales, en un empresario mexicano, no debería sorprender a nadie: es la especie más común de cuantas haya. Clariond y varios de sus representados creen que la derrengada economía nacional, pintada de verde, funcionaría de maravilla.
Seguramente, para Clariond las cuatro décadas que los europeos emplearon en llegar a una convergencia monetaria, a través de complejos programas de política fiscal y monetaria y un sinnúmero de acuerdos productivos y de comercialización, de circulación de capitales y de personas, es producto de su torpeza y su falta de sentido práctico.
Hace años que México ha estado profundizando su dualismo estructural en el nivel productivo y su configuración de dos mundos en el orden social: la sociedad del consumo pletórico y la sociedad de la indigencia profunda de las mayorías. Mundos que, engendrándose en gran medida mutuamente, en este país el primero ignora, en todos los sentidos de esta palabra brutal, al segundo.
Coloque a Clariond en lugar de Ortiz en el Banco de México para que ponga en acto su ocurrencia y vea usted los resultados: la reserva de divisas deja de estar bajo el resguardo de Clariond, para pasar a disponibilidad de los otros 33 (a disposición "del mercado", diría el discurso oficial); se duplica el sistema de precios (en dólares y en pesos); como en los sistemas bimetálicos, se establece una relación de cambio entre ambos precios a favor de la moneda fuerte (grave devaluación, llamada "precio de mercado"); por su precio, los dólares son accesibles sólo a minorías pudientes; se establecen dos mercados nacionales; la sociedad se polariza aún más; la política monetaria opera sólo para las propinas, y para los precios de las mercancías de pobres. Un mundo ideal para 34.
Quizá para evitar tales horrores algunos de plano piden la dolarización completa, aboliendo el peso. Dado que en México el crecimiento económico invariablemente provoca un aumento más que proporcional en las importaciones, ese crecimiento trae consigo siempre la ampliación del déficit externo; abolida la moneda nacional, no podríamos utilizar el tipo de cambio para ajustar la balanza de pagos y, por tanto, la variable de ajuste sería exclusivamente el crecimiento económico y el empleo.
Como Greenspan ha dicho "no" a la unión monetaria, la dolarización sería una decisión sólo nuestra (la Reserva Federal en ningún caso funcionaría como banca central de México). Así, el aumento de la tasa de interés sería la vía principal para parar la actividad económica y buscar atraer capital externo. Sólo que, al mismo tiempo, impulsaríamos la inflación vía costos financieros, alejando el ajuste de la balanza de pagos, al tiempo que generaríamos nuevas oleadas de cartera vencida y nuevos fobaproas. Esto último ya lo hizo Salinas de 1992 a 1994, y Zedillo con el programa de ajuste para corregir el error de diciembre. Genial.