La Jornada sábado 20 de marzo de 1999

Luis González Souza
Hablar o morir

Si no hablamos claro, el próximo domingo habrá muchas muertes. Y no sólo más muertes físicas como las de Acteal. También muertes morales de quienes todavía se acongojan por masacres como ésa. Y muertes anímicas de quienes ya no verán un futuro a este país. Y muertes espirituales de quienes acabarán de perder toda esperanza de una vida propiamente dicha. Y hasta muertes de vergüenza por haber despilfarrado la oportunidad histórica que abrió la insurgencia zapatista para reconstruir a México sobre bases sanas y vigorosas.

Muchas muertes, pues, penden de la consulta del 21 de marzo sobre los derechos de los pueblos indios y la guerra que busca su exterminio. Aun antes de celebrarse, la consulta ya ha provocado muertes de miedo entre los poderosos y muertes de risa por los argumentos que utilizan para descalificarla. ƑEn verdad se la ve como una consulta "amañada" e "innecesaria" puesto que la respuesta a sus preguntas es obvia? Ojalá eso fuera cierto, porque entonces estaríamos en un país más maravilloso que el de Alicia, la del cuento.

Desgraciadamente, no es así. Si respondiéramos con honestidad las preguntas de la consulta, los resultados serían variados y poco predecibles. Y si con la misma honestidad miramos el trasfondo de la consulta, entenderemos no sólo su pertinencia, sino su importancia histórica. Entenderemos que México se encuentra profundamente polarizado y que cualquier futuro exige reconstruir consensos sobre problemas vitales. Nada mejor que una consulta para saber qué piensa y qué quiere en realidad la gente. No sólo en La Realidad chiapaneca sino en la del país entero.

Respecto a la pregunta uno, es un hecho que no todos los mexicanos desean que los pueblos indios sean "incluidos con toda su fuerza y riqueza en el proyecto nacional". El peso del racismo en México todavía tiene suficiente fuerza para provocar la insurrección de los discriminados. Y mientras no se supere ese racismo seguirán todo tipo de muertes: desde las derivadas de la marginación económica hasta la muerte de la nación misma por no aprovechar y reproducir su diversidad étnica y cultural.

Respecto a la pregunta dos, también es un hecho que no todos quieren el reconocimiento de los derechos indígenas "conforme a los acuerdos de San Andrés y la propuesta correspondiente de la Cocopa". Tan es así que el gobierno y el PAN han preferido sabotear ambas cosas al lanzar sus propias propuestas de reforma. Y mientras no se cumpla con lo acordado en San Andrés, la muerte seguirá derrotando a la paz. Esta vez incluyendo el fin de la credibilidad para esos que con sus provocadoras propuestas dicen buscar la paz, así como el fin del nuevo estado de derecho por todos tan anhelado.

Respecto a la pregunta tres, tampoco es claro que todos apuesten a "la vía del diálogo, desmilitarizando el país con el regreso de los soldados a sus cuarteles". No nos engañemos: el huevo de la serpiente (el germen del fascismo) ya está con nosotros y en cualquier descuido aparecerá devorando al águila en la banda que en el año 2000 alguien se cruzará al pecho. A los muertos se sumará entonces la tan traída y llevada transición a la democracia.

Y respecto a la pregunta cuatro, también de dientes para afuera todos dicen que el gobierno debe "mandar obedeciendo". Pero una vez más eso no ocurre en ningún lado, salvo en las comunidades indígenas. En la vieja cultura de los arcaicos políticos, en cuanto son elegidos, éstos se olvidan de mandatos, de promesas electorales y hasta de esposas e hijos. Mandan mucho, pero sólo obedeciendo a su insaciable apetito de dinero y poder. Y mientras eso no cambie, el matadero se expandirá hasta incluir la muerte de la esperanza (y urgencia) de una democracia creíble.

Obviamente ni al país ni a la mayoría de la sociedad convienen tantas muertes. México no debe convertirse en un cementerio de cadáveres y sueños. Mas no basta saberlo. Hay que decirlo bien y fuerte. Y para eso está la consulta del próximo domingo. Hacernos escuchar es nuestro deber humano más elemental, sobre todo ahora que el país se encuentra al borde del precipicio. En serio, pues, es tiempo de hablar o morir: en lo nacional o en lo individual, física o moralmente, mañana mismo o muy pronto.

 

Lugsouza servidor.unam.mx