La Jornada sábado 20 de marzo de 1999

PRI: EL CAMBIO DIFICIL

Si bien es cierto que en diversas ocasiones el cambio de dirigentes en un partido se enmarca en procesos de renovación y adecuación a las realidades políticas, económicas o sociales de un país, también lo es el hecho de que los relevos en las cúpulas partidarias reflejan, en muchos casos, las diferencias internas o, inclusive, la crisis por la que atraviesan los institutos políticos.

En este contexto, la salida de Mariano Palacios Alcocer y Carlos Rojas Gutiérrez de la presidencia y la secretaría general del PRI, respectivamente, es una muestra de las tensiones existentes en el partido oficial: por un lado, las renuncias señaladas tienen que ver con la necesidad del partido de adaptarse a un entorno político competido y democrático y, por el otro, son un indicador de la persistencia de las viejas prácticas autoritarias y verticales que han caracterizado al tricolor a lo largo de su historia.

Aunque la sustitución de Palacios y Rojas se presentía inminente, dadas las derrotas electorales en Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur, la desaseada actuación priísta en Guerrero y la creciente y descontrolada actividad de diversos aspirantes a la candidatura presidencial del PRI, la brusca renuncia de los dirigentes del tricolor permite suponer que el cambio fue impuesto desde arriba, a contrapelo de las voces que propugnaban por el establecimiento de mecanismos democráticos para la designación de dirigentes y candidatos a puestos de elección popular.

Y aunque se anunció que el nombramiento de la nueva dirigencia del CEN del PRI se realizará de manera democrática ųmediante el voto secreto de los miembros del Consejo Político Nacional (CPN)ų, la hasta hoy candidatura solitaria de José Antonio González Fernández y las importantes muestras de apoyo que gobernadores, secretarios de Estado y organismos priístas le concedieron de inmediato al ex titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, contrarrestan cualquier esfuerzo de renovación democrática en la dirigencia del tricolor, pues los miembros del CPN no podrán sino pronunciarse por una opción única, avalada ųpresumiblementeų desde Los Pinos.

Por añadidura, las fuertes recriminaciones formuladas al proceso de cambio en el CEN del PRI por dos aspirantes a la candidatura presidencial priísta, Manuel Bartlett y Roberto Madrazo, así como la reciente embestida del tricolor en contra de cuatro consejeros electorales del IFE revelan, por una parte, que el partido oficial se encuentra fuertemente dividido y, por la otra, que no ha encontrado y asumido los cauces para transitar de manera democrática ųtanto al interior de sus filas como de cara a la ciudadaníaų hacia el trascendental proceso electoral del 2000.

No es aventurado presumir, por lo tanto, que en los meses próximos el PRI padecerá fricciones y problemas tanto con sus sectores más democráticos como con aquellos que recuerdan con nostalgia un sistema político en el que el Presidente de la República ųcon base en un pacto social tácito hoy hondamente resquebrajado y superadoų fungía, a la vez, como el primer elector y el gran mediador entre las diferentes corrientes y sectores priístas.