n No hablemos sólo de poesía, pidió para esta entrevista


Sabines: mi obra no debía ser

la sombra de otros autores

n Su precaria salud impidió que estos testimonios culminasen en libro

Graciela Atencio, especial para La Jornada/ I n La condición que puso Jaime Sabines para conceder esta entrevista, que de no haberse interrumpido por sus problemas de salud se hubiera convertido en un libro, fue la de no hablar únicamente de poesía. Después de tres conversaciones, quedó claro que él podía referirse a cualquier cosa sólo desde el idioma de la poesía y que todo lo que decía, de alguna manera tocaba, acechaba, rondaba y envolvía a la poesía. Hasta sus silencios, sus gestos tenues y su mirada tierna prefiguraban nada más que poesía. ƑCómo definir al poeta? Sabines no es más que poesía viva, en permanente, eterno movimiento.

ųƑEn qué momento de su vida tuvo la certeza de que sería poeta?

ųEs una historia muy larga. Cuando tenía cinco o seis años, mi mamá me llamaba con sus comadres a recitar poesía, ''que declame Jaimito, que recite Jaimito", y así me echaba grandes poemas. Me aprendía la historia de México que venía en unos folletitos, la sabía de memoria y entonces me pedían que contara fragmentos. Contaba la historia de los toltecas, de los chichimecas... eso fue hasta los 11 o 12 años. A los 14 me aprendí todo un librito, El declamador sin maestro, en el que había 120 poemas de autores de América. Me acuerdo que era el caballito de batalla de la escuela, declamaba en cuanta fiesta cívica se celebraba. Lógicamente, al principio me encantaba hacerlo, pero en la prepa me empezó a molestar, porque iba a fiestas particulares con mis novias y algún idiota decía: ''šQue declame Sabines!", y me daba un coraje tremendo. Por suerte, a los 19 años, cuando vine a estudiar medicina a la ciudad de México, si no me equivoco, en 1945, pude zafarme del aspecto declamatorio. Aunque recuerdo una anécdota de una vez que me agarraron en curva, en el entierro del capitán Martínez, al que yo quise mucho porque había sido mi jefe a los 14 años. Juan, mi hermano, me pidió que fuera a darle el pésame a la familia en México. En el velorio me acerqué a la viuda, doña Linda, para darle mis condolencias y me jaló en el carro rumbo al panteón. A alguien se le ocurrió decir: ''Tenemos entre nosotros al joven Jaime Sabines, un gran poeta que dirá unas palabras al capitán Martínez". ''šHijo de su madre!", pensé yo. Fue una situación muy molesta, pero no tuve más remedio que echar un rollo tremendo. Después de esa ocasión decidí no participar nunca más en una reunión con chiapanecos, porque me presionaban para que declamara. Ahí empecé a odiar de verdad la declamación y el aspecto público de la poesía.

 

La medicina, una decepción

 

ųEn ese entonces, Ƒescribía regularmente?

ųComo loco, no me sentía bien en la Escuela de Medicina, que se convirtió en un trauma que duró tres años y medio. Ahora siento que me lastimó tanto la medicina... Cuando vine a estudiar a México tenía un concepto romántico de la medicina, pensaba que descubriría cosas. Luego me di cuenta de que hay que pasarse 25 años detrás de un microscopio para descubrir algo. No es cuestión de labor creativa ni nada, sino de paciencia y observación. La medicina me decepcionó, pero no podía salirme porque creía que mis padres deseaban tener un hijo médico. Ese fue mi conflicto, odiaba la escuela y era hasta una sensación física de rechazo la que me embargaba.

ųTal vez sentía que la poesía no era compatible con la medicina.

ųQuién sabe, han habido muchos poetas mexicanos que fueron médicos, Enrique González Martínez y Elías Nandino son buenos ejemplos. No creo que haya una contradicción entre la poesía y la medicina. Estudiar el cuerpo humano es parecido a estudiar el alma. El médico se dedica al cuerpo y el poeta al alma, uno es complemento de la otra y muchas veces hasta pueden establecerse paralelismos. Donde sí hay contradicción es entre el estudio y la poesía. A mí no me gustaba estudiar y lo hacía por mera disciplina. La cosa es que aguanté tres años, hasta que un día que me fui de vacaciones a mi pueblo le dije al viejo: ''Voy a terminar la carrera, voy a traerte el título y lo voy a poner en la pared de tu casa, pero nunca ejerceré la medicina". Se lo confesé en medio de una tensión tremenda, no me había atrevido a hablar durante tres años. Me miró serio y me contestó: ''Bueno, Ƒy quién te obliga a estudiar medicina?" Sentí que se me doblaban las rodillas. Le dije: ''Tú y mi mamá". ''No señor, nos da mucho gusto tener un hijo médico, pero es igual que sea abogado, médico o ingeniero. Lo importante es que se destaque en algún aspecto de la vida".

''Escuché a mi papá y se me quebró toda la defensiva. Me fui llorando a mi cuarto y me pasé como una hora a puro llanto. Me dejaron llorar... después abandoné la carrera y estuve un año en Chiapas. Luego vine a estudiar a Filosofía y Letras y me sentí como pez en el agua.''

ųPero, Ƒen qué momento sintió verdaderamente que su vida estaría ligada a la poesía?

ųLos tres años en medicina me hicieron verdaderamente poeta. Cuando me sentí obligado a verme a mí mismo, a hablar de mí mismo, de mi gran soledad, de mis angustias, mis dolores, mis esperanzas, mis sueños, cuando sentí el contraste con la ciudad que me apachurraba todos los días en la escuela, o el aire de México que no me gustaba, y eso que en esa época era limpio, no esta porquería que ahora respiramos.

 

Abrevar en el amor

 

ųPor lo que cuenta parecía desolado.

ųSumamente desolado, por más que tenía muchos amigos, todo se había convertido en una rémora que me hacía sentir culpable, porque engañaba a mi padre. El primer año iba a la escuela a diario, pero el segundo empecé a ir de vez en cuando. Odiaba la escuela, pasaba las materias en exámenes extraordinarios y en tercer año ya ni me asomaba. Allí, de verdad, me hice poeta. Antes recitaba muy bonito, pero en el fondo nunca había sentido la poesía.

''Cuando empecé a enfrentarme a la vida y conmigo mismo me sentí poeta. Aunque, qué curioso, no escribí un solo poema bueno en esos años. Desde el principio tuve gran sentido crítico.''

ųƑDescartaba mucho material antes de publicar un libro?

ųEra más lo que descartaba que lo que dejaba. Me daba cuenta de que copiaba. Seis meses de puro escribir como Neruda, estos otros seis, puro escribir como Alberti, estos otros como García Lorca y estos otros como Juan Ramón. Así fue por etapas bien claras, definidas. Hasta que durante el año en Chiapas me tomé a mí mismo sin copiar. Cuando vine a estudiar a Filosofía y Letras, en 1949, me puse a escribir como Jaime Sabines. El primer libro, Horal, fue escrito en ese año y publicado en 1950.

ųEn ese sentido, desde que apareció su primer libro, quedó claro que usted había nacido poeta.

ųNo siento que haya sido tan claro en ese momento. Es más, luego borré de mi cabeza los tres años de medicina en los que nació el poeta dentro de mí. Por eso es que primero descartaba gran parte de lo que escribía. En un principio, Horal tenía 69 poemas. Lo había terminado antes de las vacaciones, viajé a Chiapas, en donde el gobierno colaboró en la edición del libro. Lo mandé a la imprenta, hice una revisión y lo dejé con 32 o 33 poemas. Pero al final le quité otros 15 y quedó con 18 poemas. Era muy exigente conmigo, no quería que mi obra fuese la sombra de otros autores. Me interesaba que lo poco que había de Jaime Sabines se mostrara tal como era. El maestro Carlos Pellicer, el gran poeta tabasqueño, leyó unos poemas míos en la revista Metáfora y le interesaron. Un día me llamó y me preguntó si tenía poemas escritos y si pensaba publicarlos. Le contesté que estaba escribiendo, y me dijo: ''Si algún día publicas un libro, acude a mí que yo te voy a hacer el prólogo". Para mi gusto, los mejores en esa época eran José Gorostiza y Pellicer. Hubiese sido un empujón terrible que éste me hiciera el prólogo de Horal. Terminé mi libro y pensé: ''Con Pellicer nada de nada, o vales tú por ti mismo o Ƒqué?, Ƒvas a llevar muletas para tu primer libro? No señor". Acabé el poemario, fui con el maestro y le dije que no aceptaba su prólogo, pero le agradecí su apoyo. Lo escribí a los 23 años, en el primer año de filosofía.

''Me gustó llamarlo Horal porque realmente se trataba de un libro de horas, entre los religiosos se escriben muchos libros de horas. Cuando me acuerdo de la época en que lo escribí, lo siento como un retrato de la vida cotidiana.''

ųAhora que de alguna manera puede evaluar su obra desde el principio hasta el final, Ƒqué siente que ha estado más ligado a la poesía en su vida?

ųLo primero que se me viene a la cabeza es el amor. Y el amor también relacionado con las mujeres.

ųƑHa sido usted un don Juan?

ųNunca me he considerado un don Juan. Gregorio Marañón, gran psiquiatra y escritor español, escribió un libro sobre Don Juan y Casanova, en el que establece las diferencias entre ambos. Dice que ambos son enamoradizos, les encanta andar de una mujer a otra, pero Casanova pretende la eternidad amorosa.

''Es lo que he sido yo, que he pretendido el amor, por eso digo en los amorosos, que 'van entregándose, dándose a cada rato'. El amor es lo último, lo eterno, lo permanente. Pero al mismo tiempo, como también expreso en ese poema, 'los amorosos se ríen de los que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite". Casanova pretende de verdad enamorar y ser enamorado. A Don Juan no le importa el amor, sólo el sexo, es más superficial, quiere acostarse con una mujer, olvidarla y pasar a otra.''

ųƑCómo recuerda su primer amor?

ųFue una historia que me tuvo la cabeza ocupada mucho tiempo. Se llamaba Esperanza, era chaparrita y le decíamos La Pelancha. A cada rato nos peleábamos y luego nos volvíamos a juntar. Claro que en esos ratos que estábamos peleados, buscaba a otras novias pero me duraban una semana, porque el amor me jalaba con La Pelancha. En esa época ya conocía a mi mujer, Chepita, quien era muy guapa, enamoraba a todo el mundo pero no le hacía caso a nadie, solamente se dedicaba a estudiar. Un día me propuse conquistarla. Me dije: "Vamos a ver cuánto tarda en decir que sí". En eso me ayudó Tita, una amiga de Chepita que estaba enamorada de mí, también muy bonita y chaparrita, como Esperanza. Un día, Tita, con tal de tenerme cerca, le dijo a Chepita que se acercara a mí... lo que son las argucias de las mujeres.

 

Venir a la capital, la salvación

 

ųƑY cómo ocurrió el acercamiento con su mujer?

ųMe le declaré una tarde que la invité al cine. No preparé mucho el escenario. Le dije que la quería y le pregunté qué pensaba. Me contestó: ''Mañana te digo". Pero la presioné: ''No, no, contéstame ahorita", nunca permití que una mujer se tomara tiempo para pensarlo. Fue en 1944, en ese momento tenía 18 años y la verdad es que nunca pensé que me enamoraría de Chepita. De no haber sido por Tita, nunca se hubiese acercado a mí.

''Decidí enamorarla de tantos pleitos que tenía con La Pelancha. A la salida del cine la acompañé a su casa, casi llegando la agarré de la mano y ella no me soltó. Sabía que yo le gustaba mucho porque la había trabajado duro. Con Chepita duré seis meses y luego volví con La Pelancha. Pero regresé con ella con la idea de dejarla definitivamente cuando viniera a México. Estaba enamorado, pero nos llevábamos tan mal que no lo soportaba.

''Eramos muy celosos uno del otro, en un principio ella me celaba porque en las fiestas me iba a bailar con otras. Después empezó a hacerme lo mismo y yo me ponía furioso. Hasta que tuve claro que venirme a México sería mi salvación. Un mes más tarde empecé a recibir cartas de ella, a diario me las mandaba, las contestaba cada 15 o 20 días. Luego de un mes y medio dejé de contestárselas. Seguí recibiendo sus cartas, pero a los cuatro meses empezó a mandármelas cada tres o cuatro días.

''En agosto murió mi mejor amigo, Toni Borges, en un accidente de avión, viniendo de Chiapas. Para mí fue una pérdida dolorosísima, tan dolorosa que me olvidé de La Pelancha. Lo que es la vida, a la semana de la muerte de Toni, mi mamá me escribió una carta en la que me decía que la chaparra había huido con uno de San Cristóbal. Después ese novio no quiso casarse con ella.''