n Una metástasis generalizada causó la muerte del autor de Los amorosos


Jaime Sabines descansa, pero su

obra persistirá como lección de vida

n El poeta dispuso que no se le rindiera homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes

Angélica Abelleyra, Mónica Mateos y Angel Vargas n El mar se mide por olas, el cielo por alas, nosotros por lágrimas.

Jaime Sabines ya descansa de su cuerpo pero sus lectores seguirán abrevando en su poesía. A las 11:30 horas de ayer, el chiapaneco murió a los 72 años, a sólo una semana de festejar un aniversario más de una vida plena de amor por la palabra. Una metástasis generalizada fue el reporte médico que atribuyó el deceso de uno de los poetas mexicanos más leídos por Los amorosos, Tarumba y Algo sobre la muerte del mayor Sabines. ''El cáncer terminal que tenía era muy severo y su salud estaba bastante deteriorada", declaró su sobrino Carlos Sabines a la radio, y la noticia fue confirmada oficialmente por la representación del gobierno de Chiapas en la ciudad de México.

Tras varias operaciones en el último año, el Premio Chiapas 1959 expiró en su domicilio ubicado al sur de la ciudad de México, y al filo de las 15 horas su cuerpo fue trasladado a una agencia funeraria en Félix Cuevas, hasta donde acudió el presidente Ernesto Zedillo, además de funcionarios, políticos e intelectuales. Luego de la velación la tarde y noche de ayer, los restos del poeta de Horal serán inhumados hoy a las 15 horas en el panteón Jardín y colocados en el mismo sitio donde descansan los de sus padres Julio Sabines y Luz Gutiérrez.

 

Estar en el centro de la polémica

 

No se realizará el esperado homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, como ocurrió con Frida Kahlo, Octavio Paz, Rufino Tamayo y otros creadores, ya que a pesar de la propuesta del presidente Zedillo de organizar el reconocimiento allí, ésta fue desechada luego de conocer la disposición expresa de Sabines de que sus restos fuesen velados sin tal solemnidad. Por ello, el gobierno de la República informó mediante un comunicado que organizará en fecha próxima un reconocimiento nacional póstumo, en tanto los responsables del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) platican con los familiares de Sabines para tal efecto. Trascendió que en su estado natal habrá otro homenaje.

Autor popular, el Premio Nacional de Letras 1983 ha sido siempre consultado por lectores que acuden fervorosamente a sus versiones sobre el amor y la muerte, traducidas para libros en una docena de idiomas o en colecciones fonográficas de la UNAM en las que resuena la voz del chiapaneco sobre Yuria, Adán y Eva y Mal tiempo, entre sus más de 18 títulos.

Poeta de lo cotidiano, palmeado durante varias presentaciones masivas que encabezó en el Palacio de Bellas Artes donde leía sus escritos, Sabines sin embargo no se desentendió de la vida pública. Al lado del Partido Revolucionario Institucional (PRI), entre 1976 y 1979 fue diputado federal por Chiapas y en 1988 por el DF, en pleno despegue de un movimiento opositor de izquierda que lo colocó a veces en el centro de la polémica, como sucedió a raíz del levantamiento zapatista en Chiapas, frente al cual Sabines mostró su total desacuerdo.

En 1996, desde Guadalajara, emitió alg unas opiniones con las cuales rompi— su amistad con Oscar Oliva, Juan Ba–uelos y Eraclio Zepeda, al elevar su voz cr’tica contra sus paisanos que ÐdijoÐ sirven como ÔÔmonaguillosÓ del obispo Samuel Ruiz bajo la excusa de buscar la paz y la conciliaci—n en Chiapas, cuando la insurgencia del EjŽrcito Zapatista de Liberaci—n Nacional (EZLN) acaparaba la atenci—n del mundo. Adem‡s de esta polŽmica, Sabines acumul— algunos insultos y sum— detractores cuando el Senado le otorg— en 1994 la medalla Belisario Dom’nguez y hac’a votos por la paz y la democracia en un MŽxico en crisis. Ante ello, sus cr’ticos plantearon sus diferencias con el Sabines pol’tico, pero destacaron su pleno reconocimiento al Sabines poeta.

En silla de ruedas, como sobreviviente de distintos males, el poeta empezaba con Uno es el hombre su lectura de poes’a en el Palacio de Bellas Artes que se vest’a de gala para festejar su 70 aniversario, en una ceremonia el 29 de marzo de 1996. Tres mil almas entraron para escuchar al poeta pero los dem‡s j—venes se hubieron de conformar con verlo por una pantalla colocada en los jardines. Una cr—nica de Luis Enrique Ram’rez, entonces reportero de La Jornada (1/IV/96), nos recuerda que Sabines se otorg— el permiso del quebranto al leer el poema de la T’a Chofi, pero que en cambio no hab’a perdido la compostura y ningœn rengl—n de su lectura cuando jovencitas se acercaban a besarlo o le lanzaban flores desde las butacas como si fuera una star de la far‡ndula o un ’dolo deportivo.

Porque Sabines part’a plaza. En recintos cultos o en aquellos plenamente universitarios, convocaba a sus lectores, que sumaban miles. Al lado de Octavio Paz, por ejemplo, festej— los 79 a–os de Margarita Michelena, a finales de julio de 1996, cuando unidos los dos m‡ximos poetas, entonces en plena vida, uno le besaba la mano a la poeta y el otro le deseaba salud. Porque si el Nobel le recordaba a su fŽmina colega que ambos ÔÔpadec’amos la misma enfermedad de la poes’aÓ, Sabines le recordaba a la narradora que las enemistades alcanzadas por su pluma period’stica carec’an de resonancia frente a su confecci—n poŽtica.

Ese fue un esperado encuentro Sabines-Paz, autor este œltimo que en 1970 escribi— de su compa–ero de oficio: ÔÔEs un poeta expresionista y sus poemas me hacen pensar en Gottfried Benn; en sus saltos y ca’das, en sus violentas y apasionadas relaciones con el lenguaje (verdugo y enamorado de su v’ctima, golpea a las palabras y ellas le desgarran el pecho), en su realismo de hospital y burdel, en su fantas’a genŽsica, en sus momentos pedestres, en sus momentos de iluminaci—n. Su humor es una lluvia de bofetadas, su risa ternura en su aburrimiento, su c—lera es amorosa y su ternura, colŽrica. Pasa del jard’n de la infancia a la sala de cirug’a. Para Sabines todos los d’as son el primero y el œltimo d’a del mundoÓ.

 

ÔÔEscœchenme, no vale la pena vermeÕÕ

 

Un a–o y meses despuŽs de aquella reuni—n de ÔÔencantamiento literarioÓ, la Sala Nezahualc—yotl rebosaba de estudiantes y llanos lectores amorosos, la mayor’a j—venes, pues entre ellos don Jaime encontraba su ÔÔambiente naturalÓ. En silla de ruedas, Sabines le’a y ped’a silencio para hacer presente su voz: ÒQue me escuchen, les pido, porque despuŽs de todo no vale la pena vermeÓ, dec’a el 25 de septiembre de 1997.

Apenas el pasado 4 de febrero, durante el homenaje que la asociaci—n de artistas e intelectuales de ascendencia libanesa Al Fann‡n (El artista) le rindi— por su trayectoria literaria, el poeta Homero Aridjis lo propuso como ÔÔel candidato mexicanoÓ al Premio de Poes’a y Ensayo Octavio Paz 1998, sugerencia que, mediante aplausos, fue apoyada por los otros participantes en el acto: Carlos Monsiv‡is, B‡rbara Jacobs, Jaime Labastida, HŽctor Azar, M—nica Mansour y Carlos Mart’nez Assad.

El galard—n fue otorgado al ensayista brasile–o Haroldo de Campos, pero aœn pervive en la memoria el reconocimiento que aquella noche, en el Centro LibanŽs, se le hizo al poeta chiapaneco, el œltimo que tuvo en vida y al cual no pudo asistir ÔÔpor su delicado estado de saludÓ.

En el acto, Monsiv‡is lo defini— como un ÔÔpacto nacional al que concurren poetas, estudiantes, intelectuales, pr—fugos de la literatura, entusiastas del bolero, pol’ticos, bur—cratas y periodistasÓ. Y al lado del autor de Los rituales del caos, otros seis literatos diseccionaron la obra del premio Villaurrutia 1972 y El’as Sourasky 1982. De acuerdo con Mansour, Sabines se preocup— desde muy joven por la fragilidad no tanto de la vida, de la vejez o de la capacidad de amar, sino del cuerpo, ÔÔese aparato sujeto a fallas, desatinos y dolencias, fuera del alcance de un poeta amoroso y enamorado de la vidaÓ. Jacobs habl— de la capacidad del autor de Ad‡n y Eva por asimilar la existencia. ÔÔEs un poeta que da la bienvenida a la vida que se le atraviesa a cada ratoÓ.

Finalmente, Labastida calific— de ÔÔmagistralÓ la poes’a de Sabines: ÔÔaquella con la que se ejerce un magisterio y porque con ella se inaugura en MŽxico un nuevo canonÓ, y Aridjis cerr—: ÔÔComo en el tiempo de Poes’a en movimiento, me pareci— que Sabines era fiel a s’ mismo, ahora como entonce Žl sigue mezclando en su poes’a amor y muerte, digo amor en vez de vida, porque para Sabines el amor ha sido sin—nimo de vida. La poes’a no se concibe en Žl, tanto en las palabras como en los hechos, sin amorÓ.

A don Jaime le sobreviven su esposa Josefa Rodr’guez y sus hijos Julio, Judith, Jazm’n y Julieta. Que en paz descanse.