n Sus libros, medio para rencontrarnos: Pacheco


Gracias a Sabines, la poesía

salió a las calles: Poniatowska

n Lizalde: fue un hombre que supo sostener la palabra

Angel Vargas, Carlos Paul y César Güemes n Con el arribo a la eternidad, el poeta consumó su inquietud primigenia: ''ƑQué busco? Esa es una buena pregunta. He tratado muchas veces de buscar a Dios y a la justicia. Soy un pobre diablo que anda entre el cielo y el infierno. Soy una gente que lo quiere todo y que no ha alcanzado nada. Durante meses o años busco la justicia, el pan, la comida, la sal, la mujer, y hay momentos, breves momentos, en que he querido buscar a Dios... Nunca lo he encontrado, el día que lo encuentre me quedo callado".

Ayer, el silencio llegó a la vida del poeta con muerte. Encontró a Dios.

Alguna vez escribió Adolfo Castañón que Sabines era una leyenda viva, y Eduardo Lizalde lo definió como un hombre que supo sostener la palabra. Pero con el deceso del autor de uno de los poemas más socorridos por aquellos que aman, Los amorosos, a decir de Elena Poniatowska, se va el primer poeta verdaderamente popular de México, quien hizo que la poesía saliera a las calles.

A partir de hoy, quien deseé rencontrarse con él, tendrá que hacer lo mismo que Cristina Pacheco: acudir a sus libros y también acercarse a las maravillosas expresiones de la naturaleza y del amor.

En el último homenaje que recibió en vida el vate chiapaneco, el pasado 4 de febrero en el Centro Libanés, José Emilio Pacheco envió un escrito en el que subrayaba: ''El secreto de Sabines no es un misterio. En primer lugar es un maestro de su arte; en segundo, pero ante todo, dijo nuestra palabra, anduvo nuestro camino, dio expresión a lo que sentimos y no alcanzamos a formular en palabras. Todos sufrimos del amor y del desamor, a todos se nos mueren las personas que amamos. Pero nada más Sabines nos ha dicho al oído lo que necesitamos escuchar en el momento preciso".

Tres años atrás, el 24 de marzo de 1996, en La Jornada Semanal, Lizalde y Castañón, entre otros, reflexionaron sobre el autor de Horal.

Explicó el primero: ''No escribe con el corazón, especialmente, sino con las entrañas. No hace poesía, sino vida, la hermosa y dolorosa vida a la que está entregado (...) Pero la poesía se le dio desde el principio, como una de esas bellas navajas de monte, con cachas de concha, aptas para mondar naranjas, penas, estrecheces, amores consumados y soñados, versos en bruto, palabrotas brillantes y áureos siglos españoles, calles, tugurios, milpas o tabernas".

Afirmó el segundo: ''Sabines es una leyenda viva (...) En un país donde la tradición lírica popular y la tradición popular literaria ilustrada no siempre convergen, representa una confluencia, un delta, y sus poemas no sólo se encuentran obligadamente presentes en las antologías que, además, sobreviven en esa otra antología inmaterial que es la memoria colectiva, pues los suyos se recitan espontáneamente ųde corazónų dentro, pero sobre todo fuera de la asediada y celosa República Literaria''.

Acerca de la desaparición del poeta, dijo ayer Poniatowska: ''Creo que se muere quizá el primer poeta verdaderamente popular de México. En los recitales, todos sus oyentes sabían sus poemas de memoria; cuando se le olvidaba un verso se lo voceaban varias personas. Pienso que si la poesía salió a las calles fue precisamente por él. Los jóvenes lo quieren entrañablemente, no hay varón que no le haya dicho a su novia por lo menos una parte de Los amorosos. Creo que se dio a querer muchísimo a pesar de sus opiniones políticas. Era, creo, un árabe excepcional y como buen árabe sabía decir cosa muy interesantes para las mujeres. En general, la gente lo sentía y lo siente como parte de su casa, es una figura totalmente familiar. Eso es algo que no sucedió jamás con ningún otro poeta mexicano. El inaugura un fenómeno del todo excepcional en ese sentido".

Agregó Cristina Pacheco: ''Lamento la pérdida de un ser humano maravilloso, valiente, generoso, noble e inteligente. Una persona así sólo podía ser un poeta. Lamento su desaparición física y saber que nunca se cumplirá una cita que teníamos proyectada para seguir hablando de sus cosas. Mi único consuelo es saber que en adelante y por siempre podré rencontrar a Sabines en la medida en que acuda a sus libros y también acercándome a las maravillosas expresiones de la naturaleza y del amor".

Hablar de Jaime Sabines será un pretérito con certeza de futuro.