n La poesía terminó por incorporarlo a sus huestes
Acompañar la plenitud y la
tristeza, cualidad de Sabines
n Se equivoca como todos, pero acierta como pocos: JEP
César Güemes n Vino al mundo un 25 de marzo de 1926, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Se dice que en los tiempos cuando refrescaba, el mayor Sabines, tan enorme y tremendo como el poeta lo describe, tenía para con su hijo Jaime un inusual gesto de ternura: leerle, en voz alta, fragmentos de Las mil y una noches.
Conoció pronto el camino: para cuando terminó la primaria, dejó Chiapas y viajó a la ciudad de México para continuar sus estudios. Al cabo de un lapso ciertamente breve, regresó a su querencia. Un hecho a la distancia curioso, una travesura casi, le descubrió su posibilidad de escribir poesía y no sólo recitarla. Un certamen literario le concedió el primer lugar por el texto Fugas, escrito en realidad por su hermano Jorge. Luego comenzaría a trabajar sus propias cosas, su obra inicial.
La vida lo llevaría, sin embargo, por un atajo para convertirse en poeta. En 1945 acude de nuevo a la ciudad de México con la idea de estudiar medicina. Lo cual hace, en efecto, aunque a los tres años de cursos se da cuenta, más vale tarde, que nunca sería el médico Jaime Sabines. Otra vez Chiapas lo espera, paciente. Allá va el poeta, quien está fraguando para entonces lo que sería Horal, su primer libro.
La poesía termina por jalarlo para sus huestes. Toma carretera de nuevo, esta vez con la intención de estudiar literatura, lo cual hace brillantemente aunque, cosas del destino, tampoco consigue titularse. Pero ya es poeta. Ha escrito Adán y Eva, sin embargo lo guarda en un cajón durante 11 años y publica, a cambio, La señal. Corre 1951.
Al año siguiente, Sabines va por enésima ocasión a Chiapas, esta vez para quedarse al frente de El Modelo, una tienda de géneros propiedad de su hermano Juan. Entre trapos varios, en 1954, pone manos a la obra a Tarumba. En 1959, muy joven aún, recibe el que sería su primer premio, que concede el gobierno de su estado a personajes de la cultura y el arte. Y da a conocer una breve antología, muy poco consignada, Poesía de la sinceridad.
Dar dignidad a lo común y corriente
La ciudad de México lo reclama. Allá va, por una ya incontable vez, sólo que ahora para trabajar en lo que a lo largo de 17 años sería su modo de vida: trasladando y repartiendo alimentos. Para 1961, incansable pese a las largas jornadas conduciendo su camión de reparto, da al público Diario semanario y poemas en prosa. Un libro con luz interna, sabio, madurado.
Lamentablemente para él, su padre enferma ese mismo año y muere al siguiente, lo cual dará lugar a uno de los responsos más doloridos, extensos, fieros y desoladores de que tenga noticia la literatura mexicana, y que no será publicado completo sino hasta 1973. Antes, en el 62, edita el que sería su libro de toda vida, pues recoge los anteriores y al que se irán añadiendo los posteriores, Recuento de poemas.
Cuenta Efraín Huerta una anécdota, peculiar porque consigna casi con seguridad una de las escasísimas veces en que Sabines se permitió leer en público el poema a su padre. Dice Huerta: ''Una media tarde, en algún anfiteatro de CU, Jaime dio un recital, y la presentación la hizo Chayito Castellanos. Cuando concluyó la lectura, un caballero le pidió al poeta que leyera algo menos amargo que lo que había leído, por ejemplo el poema del mayor Sabines. ƑAh, sí? Y Jaime leyó como sólo él, Algo sobre la muerte del mayor Sabines, y el caballero que había solicitado el poema se fue haciendo chiquito hasta desaparecer hecho un mar de lágrimas. Total, que cuando terminó, Chayito se adelantó a la salida, nos encontramos y solamente me dijo: 'Es el mero mero'. Dos horas más tarde, el mero mero y sus meros amigos celebrábamos el éxito del recital hechos un mar de rones".
José Emilio Pacheco, en un texto de 1977, lo pinta de cuerpo entero: ''Jaime Sabines aparece bajo este criterio como uno de los escasos poetas mexicanos que verdader amente ha hecho obra: un impresionante Recuento y, digamos, cinco poemas (no necesariamente los mismos para cada lector) que están entre los grandes de su lengua y de su siglo. No puede pedirse más ni puede aspirarse a más por inmensas que sean las ambiciones. Sabines se equivoca como todos, pero acierta como pocos. Tiene derecho a que lo juzguemos y recordemos por sus mejores, abundantes momentos. Sin esos textos que se disparan en todas direcciones sin llegar nunca a organizarse, Sabines no sería Sabines, no nos hubiera dado aquellas otras páginas que permanecen en nuestra memoria y nos acompañarán mientras estemos vivos".
Rosario Castellanos, en enero del 68, escribía: ''Los lectores de Jaime hace tiempo que estamos en Yuria, detenidos ante este poderoso monumento en que un hombre graba su protesta, su esperanza y su desesperanza, su sabiduría y sus oscuridades, aguardando a que venga el otro y lo descifre y lo comparta. Porque ante estos signos se puede asentir o disentir apasionadamente pero no alzarse de hombros con indiferencia, no pasar de largo como la virtud de arrastrarnos hasta su órbita, de colocarnos en su terreno y ya allí dejarnos en libertad para estar racionalmente de acuerdo con sus poemas. Porque emotivamente sí hemos sido enajenados".
Elías Nandino, en 1967, ya vislumbra lo que luego será cotidianidad en la escritura del poeta: ''Jaime Sabines no se anda con ambages ni con poses para realizar sus poemas. Al pan lo consagra pan y al vino, vino. Odia lo burgués y lo estacionario y dispone de las palabras que puedan expresar su rabia, su violencia, su mal humor o descubrir su universo de amor o denunciar lo que le choca o le da náusea. Uno se pregunta: Ƒcómo hace este poeta para darle dignidad a la palabra de la calle, a la común y corriente, a la que nace en la entrada de las cantinas o en la neblina de humo de cigarro que satura la penumbra de las casas de cita?, Ƒpor qué se vuelve decente la palabra 'carajo' cuando la inserta en su poema? ƑCómo hace y con qué magia logra transportar en poesía una frase vulgar? (Se me ha trepado en la nuca un cabrón diablo/ y no me deja quieto). Esto es 'dicho' de arriero y sin embargo su poema lo hace poesía. ƑPor qué la palabra gruesa forma jerarquía de señorita cuando el poeta la invita al poema? La contestación es simple y justa. Porque habla con fidelidad de sus experiencias en lo que ha vivido, compartido o ha visto vivir a los demás. Sus palabras tienen un oficio auténtico y limpio. Si son sensuales, lo demuestran; si amorosas, lo practican; si perversas, lo comprueban y, si violentas, estallan".
Cristina Pacheco, en 1984, sostiene una larga entrevista.
ųA veces se interrumpe la cotidianidad simple por miedo, Ƒlo ha sentido?
ųNo, nunca. Cuando tomo mi cuaderno es porque tengo un complejo de emociones humanas que necesito sacar de mí. Siempre sé de lo que voy a escribir porque todo lo que escribo lo he vivido. No tengo que imaginarme cosas, como los novelistas. Cuando escribo lo único que sé es que sufro de dolor, de esperanza, de alegría; sé que estoy sufriendo y que necesito decirlo. Mi necesidad de escribir es todo, pero nunca miedo.
ųPara usted, Ƒqué es la literatura?
ųNada. Puede ser un oficio, pero también una desocupación. La poesía es otra cosa: es un destino. Es algo que se hace fundamentalmente con palabras, con emociones, con sentimientos.
ųƑCómo escribe?
ųSiempre en libretas, a mano, generalmente acostado. Sale la primera línea y enseguida vienen las demás.
ųƑCorrige?
ųEn el momento mismo de escribir. En mí la corrección es simultánea a la escritura. No corrijo ni cambio palabras en una línea; simplemente veo el poema completo. Si me gusta, lo conservo, si no, lo tacho.
ųCuando ve los poemas impresos, Ƒle gustan igual que cuando los escribió?
ųPocas veces leo mis libros. No me gusta volver a las cosas. Publicar un libro significa deshacerse de algo, tirar un lastre.
Cuando el poeta cumplió 60 años, se efectuó un homenaje en el que participaron sus pares, muchos más jóvenes que él, otros de su edad o acaso un poquito más maduros. En ese entonces, Myriam Moscona dijo: ''La poesía de Jaime Sabines oculta un imán que irremediablemente atrae a los desconsolados. Ningún héroe de guerras o amores, ninguna víctima de crímenes y engaños ha podido acercarse a la poesía de Sabines sin sucumbir en el pecado capital de la reincidencia; poesía para ser estudiada por los amantes de la anatomía literaria, pero, sobre todo, poesía para releerse; poesía múltiple y corrosiva capaz de producir en el lector un efecto distinto cada vez que se abre ante sus ojos; poesía para los que buscan semejanzas; poesía que se abre paso con el bisturí de la circunstancia y que, sin embargo, la trasciende para formar habitaciones temáticas que se universalizan en el diabólico tridente del amor, la vida y la muerte".
Viejo sí, senecto no
Aquel homenaje tuvo varias jornadas que terminaron con un recital del poeta. Como en todas sus presentaciones, baste recordar la del año pasado en Ciudad Universitaria. En esa ocasión, amén, claro, de decir varios de sus textos, algunos de ellos inéditos. Leyó don Jaime el bello texto Me gusta la palabra viejo. Vale la pena recordarlo: ''El 25 de marzo de este año (1986), entré a la vejez oficialmente; un día antes me sentía bien, lleno de vida, gozoso, prometedor, incauto. Después, después, acepté este homenaje. Me gusta la palabra viejo, pero odio la palabra senecto, y más aún la de sexagenario, éstas son piezas irreversibles, pedantes y ominosas. Con la palabra viejo se puede jugar; mi vieja, mi viejo, viejos los cerros... Y es afectuosa, suave, indecisa, pero con las otras es como si le pusieran a uno un corsé definitivo, como si lo entablaran a uno. Estoy agradecido, pero tengo miedo; me doy cuenta de que socialmente es sano hacer homenajes a los vivos tanto como a los muertos, pero personalmente no puedo evitar sentirme con una lápida y una inscripción. Mi pregunta de todas estas noches ha sido: Ƒsobreviviré a este homenaje, podré seguir escribiendo? (...) Que Dios me dé suerte para atravesar esta semana y vuelva yo a mi rancho a olvidarme de todo".
Una tarde, generoso, Sabines recibió a este reportero para conversar. El producto de aquello es un trabajo relativamente largo. Entre lo mucho que dijo, hay una parte en donde se acepta leído y señala el valor de la poesía. Le pregunté en su momento y entonces respondió:
ųEs usted no sólo el poeta más leído de México, sino el más apreciado, eso lo sabemos. ƑHay un momento en que se da cuenta de esta responsabilidad?
ųEn varias ocasiones. Y siento una gran satisfacción, porque después de todo escribe uno para los demás, no para uno mismo delante de un espejo. Siempre la poesía no es más que un medio de comunicación humana. Si te leen, eso quiere decir que surtió efecto la cosa. Esa satisfacción es mejor que los premios. Aunque estés en tu cuarto, a solas, cuando logras un poema es una gran recompensa. O cuando alguien viene y te dice que tal o cual poema lo ayudó en su soledad, o para enamorar a una mujer. Entonces te das cuenta de que la poesía sí sirve para algo, cómo no".
Bibliografía
Horal (1950)
La señal (1951)
Adán y Eva (1952)
Tarumba (1956)
Diario semanario y poemas en prosa (1961)
Poemas sueltos (1961)
Yuria (1967)
Maltiempo (1972)
Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973)
Otros poemas sueltos (1993)
Recuento de poemas, 1950/ 1993 (1998)