n Sus apariciones causan revuelo en muchos lugares
Delegados zapatistas traspasan
otra frontera invisible
Hermann Bellinghausen n Cuando Regina ingresó ayer por la mañana por la puerta de cristal del desayunadero empresarial y político más exclusivo del país, con su falda lisa, su camiseta del Che Guevara riendo, su pasamontañas, su paliacate al cuello y sus sandalias de india, algo nuevo estaba ocurriendo en México. Una mujer india subió por los elevadores de la torre del Club de Industriales, y no iba a trapear los pisos, sino a ser escuchada.
El encuentro de tres indígenas chiapanecos con un distinguido club de empresarios y banqueros sucedió en las antípodas de La ciudad perdida de Iztapalapa, y sin embargo fueron prácticamente los mismos indios.
Ante la fachada de silencio tendida por los medios de comunicación masiva y la galaxia de prensa pro-gubernamental en todo el país, estos indios "regados" por los cerros de Oaxaca, las sierras del desierto, las ciudades industriales "del interior" y las fronteras, han cruzado como hormigas la meticulosa maraña, urdida por la master mind del control mediático, y han concretado una abundancia de encuentros. Unos más de oír, otros más de hablar.
A despecho de la política de ojos cerrados que define a la histórica marcha del jueves como "otro día de caos vial", y pierde de vista la multitud de entrecruzamientos sociales que se han sucedido en el país esta semana, las delegaciones del EZLN han cruzado las corazas de los otros Méxicos, las fronteras invisibles, las puertas de cristal. Una tras otra.
Tiene algo de histérico el silencio informativo ante la movilización magnetizada por los zapatistas en nuestras propias narices. Denotan una suerte de soledad (si puede considerarse "solitarios" los ratings de la televisión comercial), ante éste y otros síntomas como camellos de la transición mexicana.
Las apariciones urbanas y rurales de los zapatistas han causado revuelos de muchos tamaños en Oaxaca, Guerrero, Puebla y Morelos. Del impacto político y emotivo que estos encuentros han tenido entre los jóvenes de clase alta y de las otras clases en San Luis Potosí, observadores directos del fenómeno aseguran que cambia el panorama político de la entidad.
Los empresarios en el Club de Industriales esa mañana lucían satisfechos de su audacia. Hicieron lo que se les impidió antes a dos comentaristas televisivos: entrevistarse con los zapatistas y salir para contarlo.
Bajo el liderazgo moral de Juan Sánchez Navarro, este grupo conforma uno de los nudos clave del poder real en México. Y como todos allí son jefes, hablaron y opinaron abundantemente. Son gente que puede hacer y decir lo que quiera. Y de eso se precian.
Quizá no deba sorprender que las únicas fricciones entre los empresarios y los zapatistas hayan tenido que ver con la apariencia. No sólo la señora de Sánchez Navarro reclamó a Regina, Marcos y Alexander que llevaran el rostro cubierto.
También un empresario que no tenía vela en el entierro pero cruzó esa mañana el lobby hiperlujoso del hotel Marriot de Polanco y topó con los zapatistas. En tono indignado, impecablemente vestido en casimir estampado príncipe de Gales, el caballero les dijo a los indios que con la cara tapada no se les podía ver, que se estaban escondiendo, que así no valía la pena hablar con ellos.
Resulta irresistible pensar que, sin esos pasamontañas, el empresario no hubiera reparado en los indios. Es más, no hubieran estado unos indígenas en ese reluciente lugar de proporciones titánicas. No hubieran sido distinguidos como huéspedes por la cúpula empresarial. Porque de que no daban el tipo, de plano no lo daban. Eso no impidió que la reunión fuera un éxito, sólo comparable con la ocasión que estos empresarios recibieron al ex presidente y ex obrero polaco Lech Walesa. El desayuno de ayer, según un importante asesor empresarial, fue el más concurrido del que se tenga memoria.
Un diálogo de nuevo tipo
Los indígenas zapatistas que visitan la ciudad de México demuestran una pasmosa aceptación de todo lo que ven. Los enviaron a sus pueblos con el encargo de verse con los que hubiera, y así han recorrido de todo. Las escuelas normales de la región han recibido multitudinariamente a los delegados del EZLN. Ya subieron al Metro. Ya atravesaron colonias de toda clase.
Van con la pila puesta, toman nota, moviéndose con lenta naturalidad en este otro tipo de monte donde se guían por el instinto y el sentido de orientación de los campesinos.
En dos sitios les han pedido que se descubran el rostro: en el Club de Industriales y en la Villa de Guadalupe. En ninguno de los dos lugares accedieron, y a los dos entraron. En una fueron a encontrar a los patrones y los embajadores de Francia y Polonia; en la otra, al original de la Virgen Morena, a la que siempre le rezan allá en sus comunidades.
ųY este cuarto, Ƒpara qué sirve? ųpregunta Liset cuando la meten por primera vez a un elevador. Y acepta sin chistar la explicación y la experiencia.
Bernal confiesa en la explanada de Ciudad Universitaria que, con tanta torre y edificio, no ha tenido tiempo de extrañar los árboles de la selva.
Y Mayra, aunque se trajo a su hija Luz Clarita, ya extraña a sus otros hijos, que "quedaron allá". No obstante, con paciencia infinita expone a una muchacha las cuatro preguntas de la consulta, también en los jardines de la UNAM. La estudiante y Mayra bajo su pasamontañas, entrecruzan sus claros ojos negros. Entienden.
Lo mismo los delegados hablan de uno en uno, que de montón en auditorios, aulas, explanadas y quioscos. El recurso más elemental de la publicidad: la viva voz, auxiliada a lo más de papel y pluma atómica, en el caso de los delegados que saben leer y escribir.
Por lo que ha podido observar este reportero, los indígenas zapatistas hablan igual con todos sus interlocutores. A lo mejor parece monótono, pero el mensaje suena distinto en cada caso: intelectuales, diputados, verduleros, preparatorianos, obreros, braceros, periodistas y banqueros. Varían los acuerdos y los desacuerdos, las resonancias. Pero poco más, poco menos, las palabras son las mismas.
Quién sabe qué resulte la consulta de mañana. Lo que ya hay es un diálogo en corto, horizontal y sugente, de nuevo tipo. Aunque los noticieros lo ignoren en montón y lo entierren debajo de las encuestas.
Cuánta dedicación, habiendo tantos embotellamientos de políticos y vehículos, para qué esmerarse en desenmascarar lo que, como los mismos medios oficialistas intentan demostrar, ni se oye, ni se ve.