n Recorrido por el Museo Nacional de Antropología


Quince zapatistas descubrieron

parte de sus raíces mayas

n El grupo se sorprendió al ver a los voladores de Papantla

Raquel Peguero n En tierra azteca, 15 zapatistas ųprocedentes de los Aguascalientes de La Realidad y Roberto Barriosų descubrieron parte de sus raíces mayas.

Al Museo Nacional de Antropología, el grupo llegó directo a la cafetería para tomar un refresquito para aminorar el calor del medio día y el altercado que tuvieron con el cuerpo de seguridad de la Basílica de Guadalupe que insistía en que se quitaran sus pasamontañas para entrar a la iglesia. Los zapatistas pidieron a sus anfitriones de la Cuauhtémoc que, como parte de sus actividades previas a la consulta, los llevaran a conocer la casa de la Virgen morena, el museo y el Metro. Al primer sitio fueron ayer tempranito, a padecer la terquedad uniformada que, finalmente, les permitió el paso.

La algarabía de chiquititos de primaria se sumó a la sorpresa de los turistas que visitaban el museo cuando entraron al recinto y lo fue más, cuando desplegaron la manta que los identifica como miembros de la brigada ''Pancho Villa" que enarbola un sonriente y colorido Speedy González. Visitaron sólo la sala maya y la de etnografía, donde aprovecharon para intercalar su propaganda al pie del altar de las Tres Cruces, que ellos tanto conocen. Frente a la imagen del Templo de las Inscripciones de Palenque, escucharon a Celia Gutiérrez viuda de Ruz, explicarles que ese lugar les pertenece. Desde 1952, año en que su esposo Alberto Ruz descubrió el sitio, les dijo, ''ya se preguntaba hasta cuándo iba a terminar la miseria de esta zona, por eso su lucha es justa y seguimos con ustedes", arengó entre el aplauso de los zapatistas.

Les habló de la importancia del jade, de la grandeza escultórica de sus antepasados, de sus pensamientos profundos transmitidos por la voz y recopilados en libros. Todo eso mientras les mostraba la reproducción de la tumba del señor de Palenque, que miraban entusiasmados: ''Nunca lo habíamos visto, nos gustó mucho", dijo un zapatista mientras se encaminaban a la réplica del edificio Hochon, al que le quitaron los páneles transparentes que cierran la entrada ųcomo lo hicieron en el de Bonampakų para ver el interior: ''esto no se hace, pero para ustedes sí", les dijo la guía.

En ese jardín ųque calmó los ánimos del pequeño Nicolás, bebé de once meses encaramado en la cintura de su madre zapatistaų se toparon con estudiantes de la secundaria México, quienes los rodearon para preguntarles, primero con sorna y luego con curiosidad, el porqué estaban ahí. ''Por la consulta, para invitarlos a que participen", respondió un zapatista. ''ƑY por qué luchan?", se aventó otra chavita; ''por la pobreza que vivimos, porque el gobierno nos ha traído siempre entre ellos sin ayudarnos y ya nos cansamos, por eso nos organizamos, hicimos papelitos, los trajimos a ver si así puede haber una solución", les dijeron antes de dirigirse hacia la sala etnográfica para firmar el libro de visitantes distinguidos. Ahí, dos hombres y dos mujeres estamparon con letra chica y clara una frase que se repitió tres veces: ''Bases de apoyo del EZLN".

Salieron sin recibir aplausos ni vivas, sólo alguna sonrisa de complicidad. Afuera, los voladores de Papantla se aprestaban a surcar los aires, ''quiénes son, qué van a hacer", preguntaron los zapatistas que siguieron su camino sin detenerse. ''Hubiera estado bonito verlos", dijo uno. Otra vez será.