Horacio Labastida
La encuesta del EZLN

A la distancia de cinco años ya no hay ninguna duda de que la rebelión zapatista de enero de 1994 es el punto de partida de una nueva filosofía política salvadora de la nación mexicana, víctima de fuerzas que propician al interior y desde fuera el aniquilamiento de los valores culturales que la sustentan desde el Grito de Dolores. Las categorias políticas del nuevo pensamiento redentor son claras, precisas y plenamente enraizadas en los más hondos sentimientos del pueblo.

¿Cómo innovar y llevar delante de manera creadora el proyecto que impulsan los mexicanos desde las luchas redentoras de la insurgencia de Hidalgo y Morelos? El primero comprendió claramente que sin libertad no habría nación, y el segundo, estadista cabal, mostró que una población rebelde carece de porvenir si no arropa sus aspiraciones dentro de un Estado comprometido a generar condiciones que hagan posible una vida independiente, progresista y justa: es decir, una coexistencia democrática donde la democracia no fuese tingimiento de los menos para expoliar a los más, sino la sustanciación de la decisión política con la voluntad de las mayorías. Esta visión insurgente de la Patria es la misma que el EZLN expresa al postular el principio de mandar obedeciendo, o sea ordenar el Estado conforme a los sentimientos de la nación. Ahora que los representantes del EZLN visitan y promueven en todo el país la encuesta sobre los derechos del pueblo y el fin de la guerra que lo extermina, se escucha por todas partes el aplauso que acompaña a su esperanza de establecer un gobierno que gobierno conforme a la voluntad de los gobernados. En la abrumadora decadencia que nos rodea es lógico -así lo acredita la historia universal- que surjan ideas emancipadoras. La filosofía zapatista exhibe los términos de nuestra contradicción: la liberación por un lado, la opresión por el otro, y para resolver tan fundamental oposición se propone la síntesis contenida en el mandar obedeciendo como esencia de la democracia verdadera y no de la sólo aparente o simuladora.

Ahora bien, ¿cuáles son los frutos políticos del mandar obedeciendo? En la concepción zapatista la respuesta está a la mano. Si el mandar obedeciendo se transforma en historia, en modo de ser dado en el espacio y el tiempo, en la cotidianidad, los resultados serán exuberantes; pero, ¿cuáles son estos resultados?; la filosofía zapatista lo dice de inmediato: vivir una vida libre, digna y justa sería la consecuencia necesaria, no azarosa, de la fundación de un Estado cuyos administradores pongan en marcha medidas garantizadoras de un reparto equitativo de los bienes materiales y culturales entre los individuos y sus familias, conforme, tal reparto, con los deseos generales de las personas. Serían, estos requisitos, esencia dignificadora de la vida mexicana y del aniquilamiento autoritario que agobia a la conciencia individual y social. Para la filosofía zapatista, libertad política implica poder público acotado por el mandamiento popular en un Estado de Derecho; dignidad política es pleno respeto del hombre y sus derechos; y justicia connota participación activa de todos, sin excepción alguna, en la riqueza material y espiritual creada con el trabajo de la comunidad a lo largo de la historia.

Esa es la filosofía que los zapatistas proponen a México para la salvación nacional. Democracia verdadera como amparo de la dignidad, la justicia y la libertad es la doctrina que ahora reafirma el EZLN con la encuesta nacional sobre derechos de los pueblos indios, o sea del pueblo mexicano, y el fin de la guerra de exterminio practicada antes por el totalitarismo virreinal y hoy a cargo del presidencialismo autoritario.

Quede bien claro. Ni el EZLN ni los mexicanos que creemos en la democracia verdadera, haremos nada sin consultar previamente al pueblo. Sólo cuando se manda obedeciendo es cuando se manda con autoridad legítima, o sea, cuando se identifican poder y moral.