El programa de resultados preliminares que funcionó en las elecciones perredistas del pasado 14 de marzo alcanzó a registrar 93 por ciento de los datos, igual que el puesto en marcha por el IFE en la elección de 1997, pero sin millones de pesos de gasto, sino con el esfuerzo de voluntarios en su mayoría.
Sin embargo, esto no es lo que se aprecia en la valoración pública de los comicios en el PRD, sino los alegatos y acusaciones, tengan o no base real.
Tampoco se ha puesto en el balance que mientras en el PRI quien designa al líder es el Presidente de la República, y en el PAN son algo más de 200 personas, en el PRD han concurrido más de 600 mil mexicanos a elegir al presidente, el secretario general y 120 consejeros nacionales. Desde el punto de vista de la democracia, existe una abismal diferencia.
El sistema electoral del PRD es de representación proporcional. Cada planilla acredita el número de consejeros de su lista de candidatos, según el porcentaje de votos que obtenga en las urnas, lo cual garantiza el respeto a la pluralidad, mientras que en los demás partidos el presidente en turno es el factor determinante en la composición de los órganos de dirección.
Se ha dicho que varios candidatos no se encontraban en el padrón, pero se dijo muy poco que de todas maneras éstos pudieron votar. Se trata, en efecto, de un problema complejo. El PRD no puede tener un gran aparato permanente para garantizar un listado perfecto de afiliados, pues el costo sería muy alto.
Por ello, la regla interna consiste en que las personas que no se encuentren en el padrón puedan reafiliarse en la casilla y ejercer su derecho al voto. El 14 de marzo pasado nadie se quedó sin votar por no figurar en el listado.
Se ha dicho también que la participación fue baja, pero se soslaya que el promedio internacional de la incidencia electoral de los partidos es de 20 por ciento, mientras que el PRD siempre ha superado esa cifra, y ahora lo volvió a hacer.
Se ha criticado lo reñido de la elección, pero cuando Andrés Manuel López Obrador obtuvo más de 70 por ciento de los sufragios se hizo la crítica por el fenómeno contrario.
Se dice que fueron muchas las planillas que tomaron parte en la competencia, pero cuando surge un candidato único también se critica. Lo que ocurre es que en el PRD los requisitos de registro de candidatos son muy bajos, lo cual permite la participación libre.
Lo anterior no quiere decir que la del 14 de marzo haya sido una jornada sin problemas, pero éstos deben ser resueltos por los órganos estatutarios e, incluso, se debe sancionar a los responsables de actos ilegales. Tampoco se pretende eludir la crítica de los defectos de organización que se presentaron, pero eso no significa que el balance del acto electoral sea negativo.
El PRD debería insistir en que su método de elección democrática es infinitamente superior al de los demás partidos, y que el voto universal es una conquista elemental de la democracia que no debe ser aplastada por los problemas inherentes a la política, especialmente en un país en donde, por décadas, se ha carecido de una cultura democrática.
Hay que defender el sufragio universal, directo y secreto como elemento integrante de la toma de decisiones y elección de dirigentes, y hay que mejorar la organización del partido al tiempo de prevenir que se cuele la vieja cultura del autoritarismo y del atropello de la libre decisión de los electores.