La Jornada viernes 19 de marzo de 1999
MARCHAS: EL TAMAÑO DEL DESCONTENTO
Las marchas de protesta efectuadas ayer en diversas ciudades de la República, y particularmente en esta capital, en donde las manifestaciones culminaron en una multitudinaria y diversa concentración en la Plaza de la Constitución, retratan a cabalidad los múltiples descontentos que recorren la sociedad y que representan otros tantos agravios recientes por parte del poder público.
Si bien la columna vertebral de las protestas de ayer es el rechazo clamoroso a la iniciativa gubernamental de privatización parcial del sector eléctrico, en torno a tal repudio se articularon exponentes de otros desasosiegos y otras indignaciones: los perredistas guerrerenses, víctimas del desaseo electoral más arcaico e incivilizado; los indios rebeldes de Chiapas, cercados, hostigados, masacrados incluso, pero con el ánimo de resistencia intacto, y dispuestos a ganarse en forma pacífica el lugar que la nación les ha negado por siglos; los estudiantes universitarios y los jóvenes que aspiran a serlo, cuyo derecho a la educación podría verse lesionado por los recortes presupuestales a las instituciones de enseñanza superior que, en el caso específico de la UNAM, se tradujeron en una actualización de las cuotas.
La confluencia de muchedumbres en el Zócalo es, por ello, la otra cara de la moneda del empecinamiento en una conducción económica impopular, dogmática y desastrosa; de la falta de voluntad política por parte de las autoridades para impulsar la plena democratización que el país demanda, y de su carencia de la visión social que se requiere para fortalecer la educación, superar la marginación y la miseria y alentar el desarrollo.
Un dato importante de esta concentración es el protagonismo de la sociedad civil, toda vez que ųsalvo los marchistas procedentes de Guerrero- las causas allí representadas carecen de sello partidista. La ciudadanía puede, de esta manera, medir sus propias fuerzas frente a las acciones arbitrarias o equivocadas del poder público y ejercer, así, la función de contrapeso que ni el Legislativo ni el Judicial han sido capaces de asumir a plenitud.
Por su parte, el gobierno debiera ver en las manifestaciones realizadas ayer en siete entidades de la República, y en la magna concentración que tuvo lugar en el Zócalo capitalino, un punto de referencia para medir el descontento y la exasperación que sus acciones y sus carencias provocan en amplios sectores de la población.