La Jornada viernes 19 de marzo de 1999

Julio Boltvinik
Privatizaciones y bienestar

En la embestida por la privatización eléctrica, los argumentos de defensa de la medida son verdaderas joyas de la dialéctica (a la mexicana): la entrega de la electricidad al capital extranjero se justifica en el nom- bre de la soberanía. Mucha tinta ha corrido desde que el gobierno federal anunció este despropósito. Una parte importante de la discusión ha ocurrido en el terreno donde el gobierno federal quiere que ocurra: en el de los aspectos técnicos que hacen particularmente difícil la privatización de esta estratégica actividad. Cuando uno se pone a discutir si la red de transmisión debe quedar bajo el control estatal, está aceptando ya discutir en el terreno que el gobierno quiere. Uno puede tener la razón, pero está jugando el juego que aquél quiere jugar.

Para llevar la discusión fuera del terreno que le conviene a las autoridades, quiero abordar dos preguntas: ¿por qué quiere el gobierno privatizar?, y, ¿cuáles son las relaciones entre privatización y bienestar? Desde el punto de vista más inmediato, la repentina urgencia privatizadora del gobierno federal podría explicarse por las presiones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Ya unos días atrás, Luis Hernández Navarro, en La Jornada, al reseñar los contenidos de un documento confidencial de esta última institución, mostró la insistencia de la misma sobre la privatización eléctrica.

Desde un punto de vista más estructural, las privatizaciones cumplen la función de prevenir una depresión aún mayor a escala global. Sabemos que detrás de las diversas crisis financieras recientes hay una crisis de sobreproducción a escala mundial que se expresa en capacidades instaladas excesivas y en la baja de los precios en los países del centro. Con ello disminuyen agudamente las oportunidades de inversión. Pero comprar activos prexistentes, negocios con mercado cautivo, eso sí que es una excelente oportunidad de inversión, sin riesgo alguno. Un verdadero regalo. De ahí el gran apoyo del sector privado, nacional e internacional, a la iniciativa.

Abordemos ahora la segunda pregunta. ¿Qué ocurre con el bienestar al privatizar? Tomemos dos ejemplos. Al privatizarse la cadena Operadora de Teatros, ha ocurrido una ola de nuevas inversiones en salas cinematográficas, altamente concentradas en un par de empresas. Estas inversiones han mejorado la calidad del servicio. Los que podemos pagar, sin consecuencias apreciables en el presupuesto familiar los precios que se han elevado fuera de toda proporción, particularmente en las dulcerías de estos cines, podemos sentirnos mejor. Nuestro bienestar habría aumentado. Para la inmensa mayoría de la población, sin embargo, los precios de estas salas simplemente los excluyen. Es decir, se mejora el bienestar de una minoría, se excluye a la mayoría y se aumenta muchísimo la ganancia privada. Algo similar ha ocurrido con la privatización de los teléfonos.

Otro ejemplo más importante. En los cálculos de evolución de la pobreza en México que he venido haciendo desde 1980, una de las conclusiones más fuertes a las que he llegado es la siguiente. Como consecuencia de la crisis de 1982 y de las políticas adoptadas para enfrentarla, hubo un cambio fundamental en la trayectoria de evolución de la pobreza por ingresos (hogares y personas con ingresos por debajo de un nivel mínimo aceptable). Mientras en las décadas previas a 1982 la proporción de personas en esta situación venía disminuyendo significativamente, a partir de ese año empieza a aumentar.

En cambio, la insatisfacción de las necesidades específicas de educación, vivienda y sus servicios y salud, que había disminuido muy rápidamente en el periodo 1970-1980, en los años ochenta no cambió de signo. Siguió disminuyendo, si bien, a un ritmo menor. Del contraste entre ambas evoluciones he concluido: ``ante las modas de privatización de la esfera de lo social, ante los intentos de racionalización del gasto y de eliminación de subsidios, es conveniente anteponer esta experiencia. Los niños no dejaron de ir a la escuela en los ochenta (habría que añadir, ni en 1995-96), a pesar de la pauperización de sus padres, porque la educación es gratuita''. (Condiciones de vida y niveles de ingreso en México. 1970-1995, en Deuda externa mexicana: ética, teoría, legislación e impacto social, Plaza y Valdés, 1998).

La mercantilización de las necesidades humanas, la esencia de la privatización, generalmente perjudica el bienestar de las mayorías. La privatización eléctrica podría acelerar la modernización de la rama, pero a costa de los usuarios y de la soberanía nacional.