ué alivio para "los modernos" ha sido el resultado de las elecciones perredistas del domingo pasado: perdió la leche Betty, el acarreo, la manipulación de las fidelidades, en fin, lo más reprobable que nos han heredado el PRI y la mexicanidad. Hoy ha ganado un líder universitario con estudios doctorales y está a punto de hacerlo una mujer con una gran trayectoria: una perredista que nunca militó en el PRI, que inició su carrera en el Partido Comunista y que cree en el tránsito a la democracia; una mujer que ha recibido el apoyo de destacados intelectuales.
Sin embargo, un optimismo semejante, festejado aquí y allá, no responde a la complejidad del escenario en que se mueve el perredismo. Y esto porque los citados candidatos no sólo estuvieron lejos de ganar abrumadoramente, sino porque en muchos casos, al menos en el DF, el mismo votante escogió a "los modernos" para la presidencia estatal y nacional, pero optó por los líderes clientelistas y gestores de sus necesidades inmediatas en el nivel local, en el de la colonia, en la delegación; es más, en algunos estados, las huestes de los más destacados perredistas fueron manejadas a favor de una candidatura, como en Michoacán, Tabasco y Zacatecas.
En el DF el panorama no difiere de lo que aconteció en la votación de 1997: un liderazgo triunfante con banderas modernas y democráticas, haciendo un llamado a la ciudadanía, ocupa el gobierno y se rodea de equipos profesionales y técnicos; mientras tanto, la Asamblea Legislativa es francamente ocupada por líderes y gestores muy enraizados en los movimientos y las agrupaciones de colonia y de barrio. El resultado no se hizo esperar: en muchos puntos surgieron tensiones y hasta enfrentamientos entre los equipos de gobierno delegacionales y los liderazgos locales, que sentían que el triunfo electoral se debió a su trabajo con las bases y, claro está, también al líder máximo, pero que reprobaban a los administradores medios y a los profesionistas que vinieron a ocupar los puestos de gobierno ("uno pone el boiler y otros se bañan").
Pero no caigamos en el alarmismo. En todas partes de América Latina y de la Europa central y mediterránea han sido grandes las tensiones entre los gobiernos democráticos entrantes y los partidos que los han hecho ganar. Ese no es entonces el problema, el problema es que con un partido en estas condiciones vamos a entrar en el tobogán del 2000 y en la vorágine de las alianzas, de las candidaturas externas y hasta de la candidatura única, y uno no tiene menos que preguntarse si no serán demasiadas curvas y maniobras para una carrocería aún mal ensamblada.
Nadie duda de que el carisma de Amalia García estaría que ni mandado a hacer para que el frente opositor y las alianzas externas progresen, y no cabe duda de que el año electoral que se avecina concentrará los reflectores en el nivel cupular del partido; pero no está de sobra recordar que hay tensiones y fatiga en muchas piezas de la suspensión del perredismo, que la venta de leche Betty es un acto populista pero no se ha demostrado que sea un acto inminentemente corrupto, ni tan deleznable como el cierre de la Conasupo. ƑTendremos el valor de ver a Diego celebrando en gran abrazo un triunfo con López Obrador? "Los modernos" aguantamos todo, pero, Ƒtendrán ese valor las bases populares del partido y sus liderazgos locales?
En esta sociedad, cuyo renglón productivo más próspero es la pobreza, la delincuencia y la desescolaridad, resulta un simplismo concentrar la mirada en los escenarios cupulares del tránsito pactado en las grandes alianzas, y no entender que lo que verdaderamente hemos descuidado como gobierno perredista (para no hablar de la historia nacional) es la organización de la sociedad civil, la participación ciudadana de que tanto hablamos al inicio de este gobierno capitalino. Es en la construcción de los comités ciudadanos por colonia, barrio, poblado, en donde hay que trabajar para erradicar a la leche Betty (bueno, al nombre de los diputados impreso en las bolsas de leche, pues nadie se opone a mejorar la dieta popular). Pero la tal participación ciudadana no ha sido cosa fácil y no se ha logrado ni en las delegaciones, ni en la Dirección de Participación Ciudadana, de donde sale Imaz, ni han cooperado con ella los asambleístas que nos llaman a las elecciones de los citados comités ciudadanos un año y medio después de comenzados sus trabajos (para julio del 99). No hay que forzar la máquina entonces: el PRD va bien, gana elecciones, elige democráticamente sus dirigencias, poco a poco se enlaza de manera moderna con sus bases... No seamos milenaristas, después del 2000 vendrá el 2006. Nuestros flamantes presidentes, nacional y estatal, no tienen por qué jugarse su resto ahora.
Dicho al margen. Qué bochornos nos están haciendo pasar a los universitarios: mientras un movimiento guerrilleroųindígena apela al espacio público de toda la nación para discutir sus demandas, un Consejo Universitario sesiona clandestinamente para imponer con violencia los designios de un rector.