n El espectáculo se desarrolló bajo la desorganización
Nahui Olin devino performance en lugar de ser una puesta teatral
n Una señora que se lesionó fue regañada por no tener precaución
Mónica Mateos y Carlos Paul n Una persona lesionada, decenas que nunca pudieron llegar al meollo del espectáculo y otras tantas que presenciaron las evocaciones de la vida de Nahui Olin entre empujones y bajo el riesgo constante de sufrir un accidente fue el resultado de una noche que prometía, en efecto, ''romper esquemas", pero no bajo la desorganización.
La cita para presenciar el estreno, en el contexto del 15 Festival del Centro Histórico, del montaje ideado y producido por la actriz Ariane Pellicer fue a las 20 horas del pasado martes, en el templo de Santa Teresa la Antigua, ahora convertido en un ''centro de artes emergentes". El público, arremolinado frente al recinto, fue testigo de un performance más que de una puesta teatral.
Estructurada en lúdicos cuadros plásticos a los que el espectador tuvo que desplazarse según el espacio donde se desarrollara la acción, la obra Nahui Olin inició en la calle con un redundante ángel-obrero de color rojo (Sergio Acosta) que trepado en una tarima invitó a traspasar ''los muros de sangre, cuyas grietas derraman lágrimas".
Fueron muy pocos los que lo siguieron de inmediato, pues los invitados especiales pelearon por su derecho de ingresar antes que las personas con boleto pagado. El escuchar que ''la obra ya inició" encendió la ansiedad del público por entrar y a codazos muchos se abrieron paso para correr tras los actores.
Mujer apasionada e incomprendida
Dentro del recinto, surgió un Dr. Atl (José Carlos Rodríguez) de la maqueta de un volcán, mientras se proyectaba un video de cascadas y ríos. Sólo quienes consiguieron un lugar enfrente escuchaban bien y apreciaban la acción, quienes poco a poco seguían ingresando al templo no entendían la mecánica del espectáculo.
Cuando el tumulto se fue a la capilla, Amalia Flores Hernández, de aproximadamente 60 años, fue empujada hacia uno de los fosos de metro y medio de profundidad, adyacentes al vestíbulo. Sólo sus familiares la auxiliaron y fueron algunas personas del público las que llamaron a la ambulancia, pues los que coordinaban el acto nunca se percataron del accidente.
Mientras Nahui Olin (Ariane Pellicer) se descolgaba de la cúpula de la iglesia, vestida como un ángel, para ser recibida por cuatro chamanes, ''como una brillante blasfemia", en el vestíbulo el joven director de Ex Teresa Arte Actual, Guillermo Santamarina, montaba en cólera contra la mujer accidentada y sus familiares, regañándolos por no ser parte de ''la gente que viene a este sitio, ya sabe cómo está construido y toma sus precauciones".
Como la sangre que manaba de la cabeza de la señora no era parte del performance, los incitaba a retirarse del sitio para que nadie los viera y pudiera continuar "sin distracciones" el espectáculo.
El berrinche de Santamarina llegó al límite cuando la familia se negó a mover a la lesionada hasta que llegara la ambulancia y un policía se acercó y recibió declaraciones. Se fue dando manotazos y pidiendo que no se cuestionara su sensibilidad, ''ni se ponga a hablar conmigo acerca de inteligencia". Hasta entonces apareció ''alguien del festival" que impávido contempló lo que, dijo, ''no es nuestra responsabilidad".
Sobre la muchedumbre que trataba de tomarle el hilo a Nahui Olin, se proyectaban escenas de la Revolución, luego se ofreció un banquete donde Carmen Mondragón, ''el ser incomprendido y ahogada de pasiones", acompañada por ''su sociedad" interpretó una coreografía de Lidia Romero.
El Dr. Atl, desde un andamio, habló de su compromiso con la Revolución para encontrarse después con una Nahui Olin que le espetó ser ''un asesino de mujeres, explotador de enfermos y un viejo loco que se cree muy inteligente porque explota el talento de los demás".
Una cama-litera-cárcel con ruedas iba y venía entre el público, los tramoyistas quitaban de su camino a quien fuera sin mucha delicadeza. En ese artefacto, el Dr. Atl adentro y Nahui fuera de los barrotes, como una ''virgen perversa", se declararon su pasión y dependencia. En esta historia no podían faltar Francisco Villa y Emiliano Zapata, quienes se ofrecieron mutuamente la silla presidencial, pero terminaron en el suelo y Porfirio Díaz ganó el codiciado mueble.
Luego, ''vámonos todos al jardín", donde se narraron los celos, el dolor y el abandono de Nahui Olin hacia un viejo Dr. Atl, que tuvo como trampa una enorme telaraña. Nahui liberada y nostálgica, partió en un barco, para cuya recreación se utilizaron las escaleras y los cristales que se ubican fuera de la capilla (lugar donde, cabe aclarar, en algunas otras ocasiones han ocurrido accidentes al público durante los performances ahí desarrollados).
Afuera quedó una Nahui Olin enloquecida por el hijo que no pudo parir y un público cansado, pero agradecido por haber llegado el final de tan azarosa travesía.