n Se rememoran hechos de noviembre de 1914


De nuevo, un grupo de zapatistas comió en la Casa de los Azulejos

José Gil Olmos n La foto casi se repitió 85 años después. Los comensales guardaron silencio cuando los vieron entrar al amplio salón del Sanborn's de la Casa de los Azulejos. Después, vencido el temor, tronaron el aplauso y los vivas al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

La presencia de los ocho zapatistas con pasamontañas rememoraba la imagen de noviembre de 1914, cuando los indios del Ejército Liberador del Sur, al mando del general Emiliano Zapata, con sus armas en ristre, entraron a este mismo lugar, congelando en una foto una página de la Revolución Mexicana. Pero ahora la imagen no fue sepia.

Los indígenas ųcuatro hombres y cuatro mujeresų tomaron asiento en la barra del viejo comedor. Uno de ellos le dijo algo a Rosario Ibarra al oído, y sonrió. Al sentarse el grupo, una decena de cámaras fotográficas dispararon. Un barullo de voces salía de aquel tumulto, y detrás del pasamontañas se esbozaban sonrisas de diversión.

Divertidas también, las meseras, como pudieron, se abrieron paso entre aquel alboroto de fotógrafos y camarógrafos, trajeron café, cocas y agua. Detrás se pararon los acompañantes de los delegados: el ex rector de la UNAM Pablo González Casanova, Rosario Ibarra, el perredista Martí Batres, los catedráticos Paulina Fernández, Luis Javier Garrido y el petista José Narro. Nuevas fotos se tomaron.

Todo el grupo venía de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, donde intercambiaron con los legisladores puntos de vista de realidades distintas, pero compartidas. Y también nombres: "Somos Marcos, Alexander, Regina, Ilce, Licet del Carmen, Delfina, Máximo y Manuel, delegados" del EZLN, dijeron al salir del viejo edificio de Donceles.

En el vestíbulo del inmueble, los zapatistas casi repitieron un mensaje que otro chiapaneco, Belisario Domínguez, emitió en 1913 y que le costó que le cortara la lengua Victoriano Huerta: que el pueblo elija democráticamente a sus gobernantes. "Mandar obedeciendo", exclamaron los delegados del EZLN.

Los aplausos aparecieron cuando se escuchó el apotegma zapatista, y los vivas de diputados locales y trabajadores inundaron el espacio abarrotado hasta en las escaleras en el momento en que continuaron exigiendo que se respeten sus derechos como pueblos indios.

 

Diálogo con legisladores

 

"Venimos a este lugar tan bonito pa' decirles que el trabajar de los diputados y senadores es mandar obedeciendo. Nosotros no les pedimos que sean zapatistas, sino que cumplan con su gente, que hagan buenas leyes pa' los indígenas que vienen a la ciudad a buscar trabajo. También queremos decirles que nosotros no queremos ser parte de otro México."

La voz de Liset del Carmen era sonora y de palabras claras, a pesar de que habla mejor tzeltal que castilla. "Los invitamos a que participen en la consulta, es para que el gobierno escuche mejor", dijo para cerrar su idea la india, quien mientras hablaba se acomodaba a un niño de escasos meses de edad, amarrado al pecho con un rebozo de colores.

Reunidos, los legisladores capitalinos de PRD y PT escucharon a los zapatistas. Los de PRI y PAN habían decidido no asistir a la reunión con los rebeldes. El salón de sesiones estaba cerrado para el encuentro, por eso en la entrada los invitados del EZLN también hablaron, pero nadie tan fuerte con el González Casanova, quien calificó a la consulta como el proyecto más avanzado de la democracia, pues se trata, dijo, de una iniciativa de organización social.

Por más de una hora zapatistas y legisladores intercambiaron mensajes. Los primeros mostraron las miserias que provocaron el alzamiento armado del primero de enero del 94 y las mentiras gubernamentales que rompieron el dialogo en septiembre del 96 al incumplirse los acuerdos de San Andrés en materia de derechos indígenas. Los diputados capitalinos, por su parte, se comprometieron a enviar una iniciativa de ley que proteja y reconozca los derechos de miles de indios que viven en la ciudad de México.

Al salir, los pasamontañas atrajeron la atención de peatones y automovilistas. Por Donceles avanzaron y dieron vuelta en Xicoténcatl, pasando frente a la sede del Senado, al cual el presidente Ernesto Zedillo envió, hace un año, su iniciativa de derechos indígenas que el EZLN ha desconocido.

El tráfico se paró en 5 de Mayo cuando zapatistas y reporteros caminaron debajo de la acera. Algunos miraban con curiosidad, otros con ignorancia, pues señalaban a los indígenas mientras preguntaban a sus acompañantes "Ƒquiénes son esos?".

Cuando entraron al Sanborn's el murmullo de los comensales cesó. El antiguo restaurante de lujo de la época revolucionaria, hoy propiedad del hombre más rico de México, Carlos Slim, abrió sus puertas a los ocho delegados zapatistas. Los pasamontañas atrajeron las miradas de los asistentes. Eran las dos y media de la tarde. Adentro del salón los indígenas seguían provocando curiosidad.

ųƑQuiénes son esos monitos? ųpreguntó una mujer joven de tez morena, ataviada de un traje sastre azul, quien miraba a los indios.

ųƑPor qué les dices monitos? ƑPor el pasamontañas?

ųSí... bueno, porque parecen monitos.

ųSon los zapatistas. Son indígenas, como tú.

ųYo no soy de aquí ųrespondió enfadada.

ųƑNo? Pues tiene rasgos indígenas.

ųSí, pero no soy de aquí.

A unos metros de ahí, los chiapanecos seguían divertidos. Los ocho se pararon de la barra y subieron a uno de los salones, donde comieron sopa, arroz, carne, frijoles, gelatina y café. La cuenta ahora la saldaron los diputados de PRD y PT, y los delegados del EZLN no repitieron la hazaña de los zapatistas de principios de siglo, quienes se salieron sin pagar.

Al caer la tarde salieron del lugar. La calle Madero se llenó nuevamente de curiosos y de vivas al EZLN. Mientras los zapatistas se despedían convocando a la consulta, una mujer otomí pedía limosna en la esquina del Eje Lázaro Cárdenas.