Bernardo Bátiz
Sociedad y partidos
Los delegados del EZLN que recorren la capital acercándose a la sociedad, directamente en los barrios, los mercados, las unidades habitacionales, continúan con sus sencillas pero eficaces cátedras de civismo que iniciaron con la primera Declaración de la Selva Lacandona y que se completa con las clases de historia, recordando lo mismo la Convención de Aguascalientes que la entrada de los zapatistas de Emiliano Zapata a la ciudad de México, sin olvidar la celebración de la expropiación petrolera.
Ahora, con la consulta a que convocaron a todos los mexicanos y que tanto alteró al secretario de Gobernación, agregan a su clase teórica un "taller" de práctica social.
Los más pobres, los más olvidados, vuelven una y otra vez a resurgir y muestran que no es un monopolio de los partidos hacer política.
Mientras que en los partidos, los grupos y las tendencias, lo mismo en el hoy agitado PRD, que en el neo-PAN, que en el desesperado PRI, se enfrentan por controlar y dirigir, por administrar los cuantiosos subsidios y por el poder de influir en listas de candidatos y distribución de cargos.
La lucha más dura de la oposición no será ya en un futuro cercano contra el partido-gobierno, sino contra la tentación de repetir el esquema una vez en el poder. El esfuerzo mayor de dirigentes y militantes partidistas, será o deberá ser, para no mimetizarse con los políticos del viejo estilo.
La lección del EZLN, entra en ese esfuerzo como pieza clave; se puede hacer política sin gran aparato, sin gastos millonarios, sin caudas de ayudantes, asesores y guardianes.
Si los partidos aprenden la lección, estaremos cerca de un cambio de fondo en la vida pública, un cambio que nos lleve a la política republicana, sobria, sin dobleces y sin mentiras abiertas o veladas.
Los partidos y los políticos que en ellos militan, han de repasar las lecciones de civismo, de historia patria, pero principalmente de ética pública, de praxis política en la que lo que mueve, influye e importa no es el éxito efímero, sino el bien colectivo.
La oposición, para ser distinta al PRI, tendrá que buscar sus propios métodos de identificación con las causas sociales, sus propios caminos de convencer a los votantes sin corromperlos con dádivas o con esperanzas de futuras dádivas, sin engañarlos y sin abrir expectativas vanas.
Estamos urgidos de una nueva política y los partidos opositores buscan el cambio, pero se encuentran en el camino al árbol del bien y el mal de la política que es la ambición y el interés personal, y para superar la tentación requieren de mucha voluntad de sus dirigentes y de mucha exigencia de sus militantes, más sencillos en sus procedimientos y con menos luchas desgastantes al interior.