En un artículo anterior intenté hacer una revisión de la sección mexicana representada en la muestra Cinco continentes y una ciudad. La curaduría de esa sección, que fue lógicamente la más nutrida, estuvo a cargo de Rita Eder y Sylvia Pandolfi, y el proyecto total del salón corresponde a una iniciativa de Marta Palau. Como dato importante para los lectores conviene tener en cuenta que uno de los curadores extranjeros invitados por Palau es Okwui Enwezor, de Nigeria, designado el pasado noviembre como curador de la próxima Documenta 11 que se verificará en Kasel, dentro de tres años. Su selección para la sección africana del Museo de la Ciudad de México augura que su desempeño en ese suceso tan esperado, que ocurre cada cuatro años, tendrá un cariz menos antropológico y más artístico que el de la décima versión de ese festival, a cargo de Catherine David. Los demás curadores invitados son el crítico cubano Gerardo Mosquera, responsable de la selección de nuestro continente (exceptuando México), Yu Yeo Kim, para Asia y Oceanía, y Rosa Olivares para la parte europea.
Enwezor incluyó cinco artistas en su selección y cada uno representa perspectiva distinta respecto de las actuales prácticas artísticas. Mientras Donkor recrea fotografías y grabados del siglo XIX en serigrafías retocadas con óleo, Ellen Gallagher se sitúa en vilo entre el diseño, la artesanía y lo conceptual, sobre todo en Love Parade, una tira de madera de 4x457 cm que repite el arquetipo light de una típica carita africana. Kentridge presenta imágenes proyectadas con láser, personajes y paisajes de gran belleza. A estos últimos les encuentro alguna relación con Anselm Kieffer. El es predominantemente cineasta, pero sus incursiones en el dibujo y el grabado valen por derecho propio y a partir de ellas realiza filmes. Yinka Shonibare recrea mediante diferentes opciones (incluso un salón victoriano) el diseño ornamental africano.
De la sección latinoamericana lo más interesante corresponde a la brasileña Adriana Varejao, que se mueve entre la instalación, el relieve y la pintura sobre todo en Carne a la Taunay, obra en la que incluye una pintura al óleo y varios platos de porcelana que contienen carne artificial, en relieve y pintada. Precisamente en la repugnancia que puede inspirar estriba su valor. El telón de Beatriz González que repite varias veces la misma escena me pareció de utilería, tal vez apto para una representación teatral o como fondo para un performance, en tanto que el chileno Arturo Duclós (como dije en mi pasado artículo) me recuerda demasiado a Gustavo Monroy, sobre todo por el empleo de símbolos ocultistas. Tal vez obras anteriores suyas, que pudieron verse en una colectiva chilena presentada en el MAM años atrás, sean mejores.
No es posible comentar a los artistas de los cinco continentes, pero el mejor conjunto, al lado del mexicano, me pareció el de Asia y Oceanía, a cargo de la coreana Yu Yeon Kim. Las obras suponen alta tecnología, de pintura hay muy poco o nada, pero la concepción de las imágenes, su presentación y las sorpresas que deparan mediante adminículos específicamente ideados para su apreciación están entre lo más atractivo que puede observarse en este multifacético salón. Me refiero sobre todo a los trabajos de Cho Duck Hyun, que representó a su país en la 22 Bienal de Sao Paulo. En esta muestra destaca su autorretrato Vis a vis. Es una imagen multiestable en la que el espectador se refleja, alternando con el sujeto artista, encerrada en una cabina que rememora las antiguas cámaras fotográficas.
Aunque en la selección europea hay también piezas muy atractivas, creo que poco tienen que ver con la pintura. ƑSerá que el pasado pesa tanto? ƑSerá que festivales como ARCO en Madrid o FIAC en París han negado la pintura a favor de otras modalidades expresivas, sin duda vigentes? ƑCómo es que la participación europea en el festival que comento está integrada por tres pintores que no pintan? Eso a pesar de que el artista francés Georges Rousse monta como un arquitecto e interviene con líneas y colores los escenarios, rememoradores de la pintura, que después fotografía, pero el resultado es una fotografía, no una pintura.
Jaume Barrera, en concepto se emparenta un poco con el mexicano Manuel Marín (que sí pinta), pero hace arte objeto aunque rememore a Zurbarán o a Morandi. No digo que éstas y otras piezas carezcan de interés, todo lo contrario, pero la pintura-pintura es Ƒun muerto como seguido se dice?, será, pero es ''un muerto bien vivo" y lo constatamos todos los días. Ojalá el debate sobre el tema que con brillantez y con masiva asistencia de público se efectuó el jueves 25 de febrero en la Galería Metropolitana de la UAM se retome.