n Los años con Laura Díaz es una obra que arrastro de toda mi vida, afirma
Contar la otra versión de la historia, tarea de la novela: Carlos Fuentes
n ''En Londres puedo escribir diez cuartillas diarias y en México no hago ni media''
César Güemes/ I n Luego de cumplir 70 años, en una madurez llena de vitalidad, Carlos Fuentes se regaló a sí mismo la posibilidad de escribir una novela tan amplia como 600 páginas y tan ambiciosa que abarca el presente siglo mexicano, Los años con Laura Díaz, que circula bajo el sello Alfaguara. Se hace necesario, desde luego, mantener una conversación con él, a propósito de la nueva obra aunque también sobre temas varios que poco a poco ofrecen un balance de lo que ha sido el taller privado de uno de los escritores mexicanos que más han dado color y voz al país.
-En esta novela aparece una gran cantidad de personajes que tuvieron existencia real, verificable e incluso pública. ƑEl peso en ocasiones histórico de estos seres llegó a incomodarlo, a provocar que los tratara con más tiento que si fueran imaginarios?
-No percibí ese peso. Sigo con este método una de las tradiciones más viejas de la novela. Cervantes utiliza un personaje de la vida real, el contrabandista y bandido Roque, que existía. Y no solamente lo menciona sino que lo convierte en maese Pedro, un personaje sustancial. Si damos un gran salto en el tiempo podemos pensar en Ragtime, de Doctorow, donde aparecen el banquero Morgan, Emiliano Zapata, John Reed y los anarquistas americanos de la época, además de muchos otros seres que fueron reales. Eso le da ambiente y espesor a la novela. Es perfectamente legítimo. Hay novelas que se prestan a ello y otras no. Los años... se prestaba mucho porque habla del siglo mexicano. En Aura, en cambio, no podía meter a un personaje que vive a la vuelta de la esquina y todo mundo sabe quién es. Pero en esta nueva novela había espacio e incluso necesidad de que aparecieran estos hombres y mujeres. Creo que le dan cierto sabor, cierto peso. Son lo que se llaman ''apariciones cameo" en el lenguaje de Hollywood. Por ese motivo están ahí, le añaden especificidad al relato, a la cronología que se desarrolla.
Saber cuándo escribir
-Los años con Laura Díaz abarca todo el presente siglo. Ahora que la novela está impresa, Ƒqué visión siente que dio, la estrictamente personal, la de un historiador, la de un creador de realidades imaginarias?
-Es una visión peculiar que tiene su contraparte en La muerte de Artemio Cruz. Esa es otra visión del siglo en la que el protagonista es un macho, un hombre que asciende con la Revolución, hace política y fortuna en la posrevolución y que muere a medida que el país se construye. En cambio esta nueva novela tiene como eje la vida de una mujer en un medio muy machista que poco a poco, muy lentamente, va descubriendo quién es ella, cuál es su vocación y en qué consiste su independencia. El personaje se construye a medida que el país se va destruyendo. Son dos lados de la misma medalla que se llama México.
-Ciertamente no es una novela histórica, aunque por muy poco. Tal vez, don Carlos, eso que conocemos como historia pueda encontrarse eventualmente en las obras producto de la imaginación más que en las cronologías estrictas.
-El novelista sabe muy bien que la ''historia objetiva", de estadísticas y hechos, es una parte de la historia y quizá ni siquiera es del todo verdadera. La real es la que se funda en la imaginación. Si nos ponemos a pensar en el XIX europeo y queremos hablar de la historia rusa, más que a los historiadores como tales, nos vamos a Dostoievski o Tolstoi. Si queremos conocer a la Francia del mismo periodo, aunque haya grandes historiadores franceses, finalmente el registro del siglo lo dan Victor Hugo, Balzac y Flaubert. De tal manera que siempre ha sido una tarea de la novela el contar la otra versión de la historia, a partir sobre todo del siglo XIX. Recordaba en mi conferencia inaugural en el pasado coloquio sobre la novela y la ciudad, a Fernando Pessoa cuando habla de la historia de lo que pudo ser, lo que pudo ocurrir; quizá, dice, esa es la verdadera historia.
-Además de la propia Laura Díaz en el libro habitan numerosas y muy distintas mujeres. Tiene usted una marcada facilidad para construir personajes femeninos vamos a decir de adentro hacia fuera. ƑSiempre ha sido así?
-No, porque en mundos ceñidos por el machismo, como sucede con Artemio Cruz, la naturaleza de la novela me obligaba a centrarme mucho más en el personaje masculino protagonista y en sus valores. Ahí las mujeres aparecen muy sujetas, muy sometidas. Contiene pues una crítica que yo quería hacer. En cambio, en La región más transparente hay una buena mezcla de personajes masculinos muy afirmativos como Federico Robles y de mujeres muy definidas como Hortensia Chacón. Hay un balance mejor. En Los años... quise darle privilegio y primacía a los personajes femeninos a fin de establecer el contraste que señalaba. Es como si todas las mujeres que estuvieron calladas en La muerte de Artemio Cruz, finalmente hablaran al lado de Laura Díaz.
-Aparte de que contrastara esta novela con la de Artemio Cruz, Ƒtuvo alguna consideración técnica o anímica para que la historia se contara paralelamente a la vida de una mujer?
-Tenía desde hace mucho tiempo ese propósito. Crecí fuera de México por los puestos diplomáticos de mi papá. Así que venía los veranos y me pasaba tres meses maravillosos al lado de mis abuelas. Una de ellas vivía en Veracruz y la otra en la ciudad de México, una era veracruzana y la otra sonorense. Por medio de sus historias obtuve una riqueza no sólo de anécdotas sino de sentido de época, de perfil sicológico, de voluntad de lucha y quehacer por parte de estas dos mujeres que fueron viudas a edad muy temprana y lucharon a brazo partido para sacar adelante a sus familias. De manera que esto se había quedado en mi espíritu esperando el momento en que pudiera escribirlo. Si tiene suerte, un novelista sabe en qué momento debe escribir una obra en particular y no otra. Los años con Laura Díaz es una novela que vengo arrastrando toda mi vida, creo, porque viene de esa memoria de mis abuelas, del recuerdo del trópico veracruzano, de Catemaco, de las memorias sonorenses de mi otra abuela. Por ello, hasta que sentí que estaba maduro el proyecto me senté a escribirlo.
Vivir la ordenada cotidianidad inglesa
-La novela tiene 600 páginas. Debió ser un esquema amplio antes de cristalizarse en el libro que es. ƑNo se descubre cansado?
-Hasta ahora no. Probablemente algún día sí. Lo que pasa es que me organicé muy bien para escribir este trabajo. Cuando vengo a México me fascina la vida política, mis amigos, los periodistas con los que tengo encuentros; me gusta moverme por el país y ver lo que ocurre, someterme a estos horarios terribles de la ciudad de México, a los desayunos políticos, las comidas que terminan a las seis, las cenas que empiezan a las diez y se extienden hasta las tres de la mañana. Así no se puede escribir una novela. Se pueden hacer otras cosas, pero no una novela. Entonces, me voy a Inglaterra la mitad del año y ahí mi vida es distinta: me levanto a las cinco de la mañana, empiezo a escribir a las seis y termino a las doce, luego hago caminatas, como, leo de tres a seis y en la tarde tengo una gran ciudad a mi disposición con cine, teatro y música. Pero me acuesto a las once de la noche, porque así está ordenada la vida inglesa. Esto me sirve para desarrollar mi trabajo. En Londres puedo escribir 10 cuartillas diarias de una novela, aquí no puedo hacer ni media.
-Su vida londinense es de gran orden, ciertamente. ƑLe sucedió algo parecido en su juventud, en la primera madurez?
-Cuando uno es joven tiene energía hasta para rebotar. La región más transparente la escribí entre los 25 y los 28 años. Entonces me levantaba muy temprano para ir a tomar clase de derecho, además trabajaba en la Secretaría de Relaciones Exteriores, regresaba a mi casa para escribir la novela de cuatro a siete, todos los días. Y a las siete me iba de parranda. Tenía mucho tiempo para las viejas, los bares, beber, descubrir la vida nocturna de México, pasarla a todo dar y estar fresco como lechuga a las siete de la mañana del día siguiente para ir a tomar clase de derecho civil con el temible Charro Cosío, que nos inspiraba pavor. Sobreviví, pues, a todo eso y pude escribir una novela. Pero para algo así hay que tener 25 años.