Elia es una niña de siete años que vive en Chiapas, su vida ha quedado marcada por una cicatriz en el rostro, que semeja unas letras; ella recuerda con horror el día que la marcaron hace más de un año, le gustaría que la marca se la hubieran hecho en la espalda, porque así no se vería tan fea. Ellos lo hicieron porque era indígena y consideraban que era suya. Seguramente estaban borrachos y desde luego enfermos. Afortunadamente la ley de amnistía promovida por el gobierno del estado, permitirá que estas cosas se olviden, aunque la mejilla de Elia seguramente tendrá la cicatriz durante toda su vida, recordándole a ella y a los que la vean, lo que el PRI significaba en Chiapas al final del siglo XX.
Por motivos como este, acumulados por décadas y siglos, la consulta convocada por el Ejército Zapatista, para realizarse el próximo 21 de marzo, tiene una relevancia especial y constituye uno de los sucesos políticos más importantes del siglo, por una sola y simple razón. Con una población indígena de más de 11 millones, México es hoy el país con más indígenas en el mundo, sin embargo, su sistema político y económico los ha marginado hasta ponerlos en una situación de injusticia que es imposible ignorar. Un solo dato, extraído de las cifras oficiales nos indica con claridad la dimensión del problema. Mientras la población adulta no indígena de México tiene en promedio una escolaridad equivalente al sexto año, los indígenas no alcanzan el segundo de primaria.
Pareciera que el gobierno de la República, y algunas otras fuerzas e intereses económicos apuestan al fracaso de la consulta, sin entender que ello se convertiría en su propio fracaso y el descrédito de la nación toda, dándole una imagen de indolencia ante el racismo imperante, que le convertiría de hecho en una nación racista, tal como empezó a configurarse con el crimen de Acteal.
Pero la consulta no fracasará, porque tiene un contenido mágico, que va más allá del hecho mágico de la primavera que por sí sola renueva las flores, los efectos y las ideas. Su efecto mágico está en la convocatoria misma, que ha recorrido el país de boca en boca, sin la necesidad de espectaculares, de carteles o de anuncios en la televisión. Se antoja mágica, al conocer el entusiasmo de los jóvenes y de las mujeres que hablan de ella como el gran suceso, mientras la televisión nada dice. Se antoja preguntarnos incluso, si en esas mismas pantallas, llamando al subconsciente, el mensaje está allí, dicho por los mismos comentaristas de Televisa y Televisión Azteca, que nos lo comunican con su silencio; cuantos años pasarán antes de que ellos como Zabludovsky, acepten que en realidad sí apoyaban a los zapatistas.
La consulta es hoy un desorden, ``un verdadero desmadre'', me dijeron en días pasados las encargadas de la oficina de ésta en San Cristóbal, ``México se nos vino encima...'', la gente habla para registrar mesas, para pedir información, para preguntar sobre la llega de los indígenas a San Luis Potosí o para invitarlos a unas fiestas en su honor que se realizará en algún lugar de la Tarahumara; pero no todo es positivo, también hay quiénes se quejan porque nadie les hace caso, porque nadie les indica qué hacer, o por qué aún no les llegan las actas de escrutinio, que ellos a su vez deben replicar y distribuir a localidades lejanas, en la sierra. Luego están otros que tienen ideas de cómo organizar las mesas, que convocan a asambleas, o que proponen aprovechar la consulta para luchar por otras cosas que quizás poco tienen que ver con la demanda por los derechos indígenas; así están las cosas y que le vamos a hacer, el proceso se realiza en un tiempo muy corto y sin más recursos que los que cada quién pueda poner. Es el milagro de los panes y de los peces... todo va para adelante y el 21 de marzo, el proceso se ordenará él solito como un nuevo acto mágico, en el que participamos todos.