DOLARIZACION: PROPUESTA INCONSISTENTE
Diversas instancias empresariales de nuestro país realizan, de unos meses a la fecha, una campaña orientada a crear un clima de opinión propicio para la eliminación del peso como unidad monetaria de curso legal en el país y su remplazo por el dólar estadunidense. Una variante de esta postura propone supeditar la moneda nacional a la divisa del país vecino, la cual pasaría a ser la referencia monetaria real en México.
Los impulsores del planteamiento señalado aducen que esta medida acabaría con las devaluaciones cíclicas ųsexenalesų del peso y generaría, de esta forma, condiciones de estabilidad y certidumbre en la economía nacional. Tales propósitos fueron expresados ayer ante el titular del Ejecutivo federal por el presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, Eugenio Clariond Reyes Retana, quien lamentó los obstáculos políticos a los que se enfrenta la iniciativa de dolarizar la economía y eliminar el peso o reducirlo a una función meramente simbólica y decorativa: "dar propinas", que es la utilidad del balboa en Panamá, según el lamentable ejemplo escogido por el propio Clariond Reyes Retana.
En efecto, la tarea de convencer a la sociedad mexicana para que acepte una vulneración de la independencia y soberanía nacional como la que proponen ciertos empresarios no va a ser un trabajo fácil. Los capitales no tienen patria pero los ciudadanos sí, y los sectores mayoritarios de la población ųlos que carecen de la movilidad internacional propia de los flujos financieros y de sus propietariosų suelen ser los más resueltos defensores de los elementos que conforman la identidad y el ámbito nacionales, incluida la moneda.
Por lo demás, las "ventajas técnicas" que Clariond Reyes Retana atribuye a un escenario de dolarización económica tienen mucho de falaces. Los quebrantos cambiarios y las devaluaciones bruscas que han sido ciertamente nefastas para nuestra economía ųy en cuyas aguas revueltas, dicho sea de paso, se han realizado jugosísimos negocios de especulaciónų distan de ser el único factor inflacionario. Adicionalmente, la premisa de que la adopción de la divisa estadunidense homologaría las tasas de interés locales con las del país vecino tiene mucho de pensamiento mágico.
La propuesta comentada tendría sentido si existiera una mínima simetría entre los entornos económicos mexicano y estadunidense, si hubiese una voluntad compartida de regulación monetaria entre ambos gobiernos y si las dos naciones estuvieran empeñadas en la construcción de un bloque geopolítico ante el resto del mundo. Pero esas tres condiciones, que le dan coherencia al proceso europeo de unificación monetaria, están, las tres, ausentes en el entorno de las relaciones bilaterales México-Estados Unidos.