n Descarta la posibilidad de regresar a la isla


Cachao, músico del exilio cubano por razones artísticas, no políticas

n ''Me daría temor encontrar a mis amigos muertos'', explica

Ernesto Márquez, especial para La Jornada /y II n Cachao, como tantos otros músicos, abandonó Cuba a finales de 1961, luego del triunfo de la revolución.

-ƑLas razones?

-Un cubano no deja su tierra sin razones poderosas, pero las mías no fueron políticas, sino artísticas. Quería trabajar en otro ambiente, probar con otros ritmos. Ernesto Duarte me llamó desde Madrid para ofrecerme trabajo en una orquesta versátil. Me aseguró una semana de contratos, pero nos quedamos dos años. Y de ahí me marché a Estados Unidos.

-ƑEntonces no habían razones políticas?

-Mira, nunca me metí en política. A mí lo único que me interesa es la música. En tiempos de Batista me ofrecieron integrarme en la banda de la policía, pero yo no quería ni coger una pistola. Luego, con Castro, me que-rían militarizar, tenía que hacer trabajos patrióticos y no me veía ni yendo de vigilancia ni cortando caña. Soy un músico y no quiero otra cosa que poder trabajar a gusto, sin coacciones.

-Sin embargo, el que se quedó fue su hermano Orestes.

-Si, él tenía otros intereses. Fue una pena enterarme que había muerto. Lo peor es que no pudieron avisarme desde La Habana y me enteré tres meses después.

-ƑQué papel jugó en su formación musical Orestes López?

-Orestes era mi guía, mi maestro. Por él es que soy músico. El era seis años mayor que yo y me enseñó a componer, a tocar el contrabajo y me metió en la sangre el amor por el arte y la innovación. El era un gran músico. Un adelantado a su tiempo. Fue de los primeros en introducir la trompeta en el son, modificando su estructura tradicional de guitarras, bajo y percusiones. Fue el primero en experimentar un ritmo nuevo en el danzón...

-ƑQué tan cierto es que entre los dos alcanzaron a componer más de 3 mil danzones?

-Muy cierto. Por aquella época éramos muy jóvenes y teníamos mucha energía, muchas cosas que decir. Además había que trabajar para comer. Recuerdo que en esa época entre Orestes y yo escribimos 28 danzones en una semana.

-ƑY no llegaron a repetirse?

-No, que va. Teníamos una imaginación muy fértil y nos inspirábamos de cualquier cosa. Creábamos tanto que luego ni nos acordábamos de lo que habíamos hecho. Pero eso sí, nunca nos repetimos.

-Y la inspiración era apoyada por la academia.

-En mi época había que estar muy preparado para estar a la altura de cualquier partitura, ya fuese popular o clásica. Yo estudié en el Conservatorio, al igual que mi hermano. Tocaba en la Orquesta Filarmónica de La Habana y mis colegas me criticaban, porque a la vez hacía música popular. Fíjese nada más qué contraste: en el teatro hacía Rigoleto y después me iba a tocar a un baile danzones, y curiosamente era el momento que más me gustaba. Allí se acababan Wagner, Rossini, Rachmaninoff... y entraba en lo mío, en lo cubano.

-Usted fue iniciador de las primeras jam sessions o descargas cubanas. Hábleme de eso.

-Bueno, pues eso se me ocurió a raíz de los experimentos que hacíamos con el danzón de nuevo ritmo. La descarga inicia con un tema o variaciones sobre un tema de un instrumento melódico que puede ser el saxofón, clarinete o el trombón, apoyado por un pedal armónico, generalmente del piano o el tres y el esquema rítmico de las percusiones y el contrabajo. Aquí cada músico hace lo que siente en sus posibilidades instrumentales o su destreza virtuosista y a una señal convenida, que puede ser el brake de la paila, toma la iniciativa otro instrumentista que está al tanto de entrar y descargar en su oportunidad.

Cuando Cachao arriba a Nueva York ya era uno de los instrumentistas más reconocidos en el universo de la música afrocubana. Del danzón a la descarga, su fama se había extendido y con ella su prestigio. De ahí que tan sólo llegar fuese asediado por directores de orquesta como Tito Rodríguez y Charlie Palmieri, que le contrataron como instrumentista, a la vez que otros se valieron de su trabajo como arreglista y compositor. Eso, dicen, marcó una referencia en el origen de lo que luego se llamaría salsa.

-ƑCuál ha sido su relación con el jazz?

-Muy poca. En realidad cuando empezamos a hacer los jam cubanos no me estaba fijando en el jazz, sino en la propia música cubana, sobre todo en el son. A mí lo que me ha gustado siempre es la innovación. Mi búsqueda en la música, probando con armonías nuevas, con estructuras rítmicas diferentes. En ese sentido me puedo considerar un adelantado a mi época. Y quizás por eso me relacionen mucho con el jazz. Claro que yo había escuchado a Benny Goodman, Duke Ellington, Charlie Parker; pero siempre he sido un músico típico, más cubano que el mamey.

-ƑQué nos dice del jazz latino?

-Que ha tenido un auge muy importante en los últimos años con grandes instrumentistas y creadores, como Paquito de Rivera, Arturo Sandoval y Hilton Ruiz, entre una gran cantidad de nombres de la misma valía. Pero muchos incurren en una monotonía comercial que demerita un poco el trabajo.

-ƑY cómo ve lo que se está haciendo actualmente en Cuba?

-No se crea que estoy muy enterado de todo, pero lo que he escuchado es realmente sorprendente. He oído cosas de Chucho Valdés, de NG La Banda y de los Van Van y me parecen muy buenos. Aunque ahora con mucha más influencia del jazz y el pop estadunidense que antes. Pero todos tratando de destacar el lado cubano. Eso es algo que ha existido siempre en nuestros músicos, la cubanidad es innegable.

Sorprende que Cachao, nacionalizado estadunidense, no haya querido regresar nunca a la isla.

"Las razones podrían ser varias -argumenta don Israel-. Una puede ser que ya me adapté a vivir en Estados Unidos, otra que me daría mucha tristeza llegar y enterarme que todos mis amigos están muertos, que los viejos no me recuerden y los jóvenes no me conozcan".

Ríe Cachao con un cacho de nostalgia.

"Creo que después de treinta y pico de años no conocería a nadie. Pero sí, no se crea, me gustaría regresar, porque es mi país".