Astillero Ť Julio Hernández López
Siendo la actual una sucesión adelantada en tiempos, no es de extrañar que el comportamiento de quien parece puntear en el flanco priísta oficial (Francisco Labastida Ochoa) parezca también desde ahora aplicadamente deseoso de demostrar al Dedo Superior que sigue al pie de la letra sus indicaciones (y hasta sus suspiros) y que es el mejor garante de que ese personaje decisorio (el hombre que ocupa hoy Los Pinos) tendrá continuidad y fidelidad.
Así ha sido siempre. Ejemplo histórico ha sido el de aquel Luis Echeverría que fue capaz de engañar al mismísimo Gustavo Díaz Ordaz quien, según la versión de sus allegados, se insultaría diariamente, frente al espejo, a la hora de afeitarse, por la sublime torpeza de creer en los engaños con los que el futuro hombre de la guayabera le había hecho creer que coincidía y defendía las actitudes y la política de aquel Presidente del 68 al que don Luis censuraría en cuanto hubiese recibido el beneficio del dedo elector.
El heredero designado
Hoy, el secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, es considerado en el medio político como el heredero designado del capital político del zedillismo.
La sucesión adelantada también tiene un candidato adelantado: desde ahora, el bueno parece ser Labastida, sobre todo para enfrentar el temprano activismo de personajes como Roberto Madrazo y Manuel Bartlett, en lo interno, y Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas en lo externo.
En torno al sinaloense se ha inducido una corriente de apoyo que delata por sí misma su origen, pues sabido es que esos apoyadores no se mueven solos ni obedecerían otra instrucción que no fuese la del más alto nivel.
Además, a partir de que se ha trazado la ruta priísta que desembocará en la postulación de candidato presidencial, se ha acentuado el golpeteo a Madrazo, considerado como un rival incómodo, y al propio Bartlett.
Guerrero y Chiapas, dos muestras de fidelidad
En esa lógica de tiempos, apariencias y juramentos de fidelidad, la conducta de Labastida Ochoa (acentuada en los días recientes) encaja muy bien para demostrar que ya está actuando como heredero en funciones del zedillismo.
Véanse en particular las declaraciones que ha hecho don Francisco respecto a los casos de Guerrero y Chiapas. En ambos casos, Labastida Ochoa se ha revelado como el albacea del zedillismo, haciendo públicas, y dándoles curso político, las consideraciones secas, duras, a veces burlonas, que sobre ambos temas se hacen en el círculo más alto del poder.
Del primer brody al primer secretario
Ya un tiempo se vio a Humberto Roque Villanueva, el primer brodyZ del país, como mera estación repetidora de los conceptos expresados entre las alfombras y las cortinas de los palacios del poder. Ahora, el hombre de Bucareli, el presunto candidato designado, se esmera también en agradar a su benefactor sacando el pecho para defender al extremo las posturas de casa.
En el caso de Guerrero, el secretario de Gobernación ha anunciado con bombo y platillo que ha terminado la era de las concertacesiones, sin precisar la fecha exacta en la que desaparecieron tales prácticas, si un día antes de su discurso pronunciado en Chilpancingo, o cuatro años atrás, con el arribo del doctor Zedillo a la Presidencia.
Grandilocuente pero impreciso, enérgico pero lleno de vaguedad, Labastida Ochoa pronunció una frase altamente condenatoria de administraciones presidenciales anteriores (a una de las cuales, cuando menos, la de Miguel de la Madrid, sirvió como miembro del gabinete): ``Se acabaron las épocas en el país en las cuales la ley se torcía o los resultados electorales se negociaban. Eso no existe en México''.
¿Exactamente a quién se ha referido el señor secretario?
Por sí misma, la frase llevaría, en un escenario de verdadera normalidad democrática, a exigir al segundo hombre en importancia del régimen mexicano actual que precisara lo que en opositores podría ser una referencia discursiva más, pero no en un secretario de Gobernación. ¿Cuándo fueron tales épocas en las que la ley se torcía y los resultados electorales se negociaban?
Pero, si la palabrería citada no fuese por sí misma escandalosa e incongruente, convendría revisar el escenario escogido y la audiencia buscada: los conceptos de Labastida Ochoa se expresaron durante una visita al estado de Guerrero en la que, a propósito de firmar un acto protocolario de seguridad pública, el secretario aprovechó la oportunidad para expresar el apoyo federal a la presunta victoria de René Juárez sobre Félix Salgado Macedonio en la lucha por la gubernatura de Guerrero.
Las doctas palabras de don Francisco, sus exhortos de altura cívica, se produjeron en un lugar donde el PRI y los gobiernos priístas (federal, estatal, municipales) se aliaron para doblegar la voluntad mayoritaria que habría favorecido oficialmente a Salgado Macedonio de no haberse producido esa precisa combinación de recursos públicos, mañas electorales, presión y represión con la que se fabricó la presunta victoria de René Juárez, el hombre en el que convergieron los intereses del gobernador real, Rubén Figueroa Alcocer, el gobernador sustituto Angel Aguirre Rivero, el CEN del PRI, por la vía de Carlos Rojas, y los caciques todos del estado sureño.
El discurso de Labastida (y de quien piensa también así, y a cuyos oídos trata de halagar don Francisco, buscando que el designio digital en su favor no vaya a cambiar por un desliz declarativo o por una intriga palaciega en la que se le acuse de desapego del pensamiento de su superior) pretende convalidar el triunfo que por apenas 18 mil votos tuvo Juárez sobre Salgado, es decir, todo el dinero y las maniobras del aparato del PRI y los gobiernos, contra la efervescencia que Félix despertó con su peculiar estilo.
Los vientos de la violencia
Aún más, el secretario de Gobernación ha tenido a bien pronunciar allí, en la tierra de la perpetua violación a los derechos humanos, de las torturas, las desapariciones, y las detenciones ilegales, en la tierra de la injusticia extrema que ha producido riquezas insultantes de unos cuantos y miseria generalizada, en la tierra donde se hace burla de la voluntad popular expresada en las urnas, en esa tierra, ha dicho Labastida Ochoa: ``No despertemos, no despierten algunos los vientos ni las pasiones que generan violencia''. Si se sustituye la ley por las presiones, se cambiaría la legalidad por la ley de la selva y la violencia, añadió. También dijo que del lado de la ley está el progreso y el desarrollo de los pueblos, y del otro lado, el caos y el enfrentamiento''.
También contra la consulta zapatista
En ese mismo hilo discursivo, el secretario de Gobernación ha descalificado el ejercicio ciudadano de consulta sobre los temas que el zapatismo ha desplegado en Chiapas.
Así como en Guerrero actuó en los hechos avasallando un proceso de impugnación jurídica que fue presentado por el PRD en espera de que se atiendan las controversias de índole electoral, y que aún no ha sido resuelto, así ha actuado también en el caso de la consulta del zapatismo civil.
Esa consulta, ha dicho don Francisco, es ``absurda y totalmente amañada''. En todo caso, considera el funcionario que ha sido mejor la indagación de opiniones que el propio gobierno ha organizado en fechas pasadas.
De allí, con toda naturalidad, Labastida Ochoa, ha pasado a reiterar que la culpa del entrampamiento del conflicto del sureste se debe a las posturas asumidas por los zapatistas.
Lealtades por adelantado
En ambos casos, Guerrero y Chiapas, Labastida busca que sus palabras muestren en las máximas alturas del poder mexicano que él es un candidato confiable, que mantendrá la dureza de la línea sostenida hasta ahora por el zedillismo, que será el conductor diestro y enérgico del mazo de intereses y fuerzas que se preparan para mantener a cualquier costo el poder en el 2000.
Sucesión adelantada, candidato adelantado, lealtades puestas a prueba también por adelantado.
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