La Jornada jueves 11 de marzo de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Vicente Fox huye con todas sus fuerzas del fantasma de la candidatura presidencial opositora única (acaso inclusive partidistamente neutra), pues considera que esa posibilidad constituye un atentado a la que él supone su inevitable llegada a Los Pinos en el 2000.

 

Con ganas verdaderas de que no se avance un centímetro en la exploración de esa candidatura unitaria, Fox ha pasado por encima del partido al que dice pertenecer, que es el de Acción Nacional, y en lugar de dejarle a esa madura institución la facultad de responder a las invitaciones formales a indagar sobre el tema, ha decidido enfrentar personalmente el asunto e imponer desde ahora, por sí mismo, tres condiciones tramposas para intentar la citada candidatura opositora única.

 

Dice don Vicente que para avanzar en tal opción antipriísta, él necesita que la opinión pública apruebe tal idea, que haya un plan de gobierno consensado y que la elección primaria sea suficientemente legal e imparcial.

 

Aparte de establecer tales condiciones que son suficientemente manipulables como para encontrar de inmediato pretextos para archivar el proyecto, jugando a lo que en el argot popular llaman pleito ratero, Fox dijo que no se trata de jugar a las aventurillas políticas sino de buscar el llegar de verdad al poder.

 

Con sus advertencias personales, Fox hace a un lado al nuevo presidente nacional panista, Luis Felipe Bravo Mena, quien había anunciado que en fecha próxima, pero antes de Semana Santa, el comité nacional blanquiazul comenzaría a analizar el asunto, para más delante expresar una postura oficial.

 

Desde la derecha, una alerta contra la extrema derecha

 

Pero, mientras tanto, Diego Fernández de Cevallos ha alertado a tiempo de los riesgos que el país corre con las aspiraciones políticas de Vicente Fox: "Lo que no podemos aceptar es el atropello, porque tampoco podría ser lícito para México un presidente que empieza por atropellar a los suyos, porque después terminaría atropellando a los demás".

 

El barbado panista queretano ha sufrido en carne propia los desplantes y la agresividad del gobernador guanajuatense por haberse atrevido a explorar las posibilidades de realizar una alianza entre el PAN y el PRD que permitiese postular un candidato presidencial "externo".

 

Los dos personajes del partido blanquiazul son ampliamente conocidos por sus arrebatos. Forman parte, en realidad, de una misma franja política: la de la derecha grandilocuente, aparatosa, llena de oratoria de fácil combustión y de poca profundidad.

 

Ambos gustan practicar un antipriísmo de escaparate aunque, en el caso de Diego, sea el rey de las concertacesiones en lo oscurito con los gobernantes priístas y, en el de Vicente, practique en los hechos los mismos defectos que critica en el tricolor, como son la demagogia, la incongruencia ideológica, el uso de los recursos públicos para la promoción política personal, el abandono de las responsabilidades de gobierno en aras del proselitismo partidista.

 

Pero sucede que los dos héroes de la derecha urbana se han declarado la guerra en público por cuestiones de matices. A Diego le parece que Vicente representa un peligro para los panistas y para los mexicanos por su intolerancia extrema: "Quiero decirle a Vicente que sería muy lamentable que el inmenso esfuerzo que viene realizando lo pierda con expresiones y con actitudes poco serias y francamente inadmisibles".

 

El fondo del asunto es la irascible respuesta de Fox al buscapiés lanzado por Fernández de Cevallos para explorar las posibilidades de que panistas y perredistas postulen un candidato presidencial único "neutro". Sin ningún respeto por las entrecanas barbas de don Diego, Fox calificó tal indagación como una jalada y emplazó al queretano a que de una vez por todas defina si buscará la candidatura presidencial panista.

 

La actitud del ex directivo cocacolero proviene de su profunda convicción de que él es ya, sin asamblea, convención o reunión legitimadora alguna, el virtual candidato presidencial blanquiazul, y que tal condición le otorga desde ahora un poder de decisión que le permite vetar propuestas unitarias y censurar ideas basadas en conceptos de neutralidad.

 

Los exabruptos de Fox no son nuevos. Ha dicho, con una absoluta naturalidad, que él arreglaría el problema de la insurrección zapatista de Chiapas en quince minutos. Ha calificado a quienes se le han enfrentado desde otros flancos partidistas (como Esteban Moctezuma Barragán) de formar parte del conjunto de alimañas, cucarachas y demás bichos que a su entender se le oponen en su magna tarea democratizadora. Ha dicho en Estados Unidos que debe venderse Pemex y ya en México ha cambiado la versión. Ha ido a La Habana y ha dicho allá frases agradables a los oídos anfitriones y, ya en tierra mexicana, ha cambiado el sentido de sus decires.

 

Es Fox, sin lugar a dudas, un peligro para la nación entera, por cuanto sus posturas intolerantes, extremas, excluyentes, colindantes con lo fascistoide, tienen una posibilidad cierta de llegar al poder. Justamente en el desierto político mexicano, carente de líderes verdaderos, ha prendido la extraña flor del hombre de las botas.

 

Tanto peligro entrañan las prendas de don Vicente que inclusive alguien como Fernández de Cevallos ha lanzado la voz de alerta, según se consignó en la edición de Reforma del pasado 9: "Fox es un hombre con enormes reservas morales para que advierta que está en un partido respetable, que no es un hotel de paso para una simple campaña".

 

Ya para que hasta Diego diga tales cosas de Vicente...

 

Una advertencia tabasqueña a tiempo

 

César Raúl Ojeda Zubieta, quien fue diputado federal priísta, envió a Mariano Palacios Alcocer el 27 de octubre de 1998 una carta en la que advierte de los riesgos graves que entraña la dualidad de funciones entre aspirantes presidenciales y depositarios de funciones públicas.

 

Hay correligionarios, señaló Ojeda Zubieta desde Villahermosa, que "combinan sus responsabilidades públicas con una agenda de campaña". Esos "pretendientes autodeclarados recorren el país en busca de simpatizantes y alianzas, en franca ventaja ante la ausencia de normas" que regulen los procesos internos.

 

Por ello, el ex legislador instó a Palacios Alcocer a que junto con el comité nacional priísta exhortase a "los aspirantes declarados a que ponderen la posibilidad de separarse del cargo que ostentan, a fin de evitar desequilibrios mayores en la óptima marcha de este proceso interno".

 

Desde entonces, desde octubre del año pasado, el priísta tabasqueño alertaba respecto a la irregular promoción de aspiraciones presidenciales con encargos actuales de gobierno, pues ello "alienta la ambigüedad en el desempeño de sus labores y la suspicacia en cuanto al uso de los recursos bajo su responsabilidad".

 

Nada hizo el CEN del PRI respecto a las reflexiones de uno de sus cuadros distinguidos. Ni siquiera turnar tales palabras al Consejo Político Nacional para que allí fuesen discutidas, como lo pedía Ojeda Zubieta.

 

Astillas: Carlos Rojas convoca, en nombre del CEN del partido tricolor, a un pacto de civilidad entre los precandidatos presidenciales priístas. Con que no empiecen a discutir a balazos, todo puede mantenerse todavía en un marco más o menos civilizado.

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