PAGINA 9 Ť Lourdes Galaz

De la vida cotidiana al interés de la nación

* En Buenos Aires, la industria eléctrica privatizada dejó en tinieblas a 200 mil usuarios

* Se argumenta que es necesario asegurar generación y suministro... pero no se consideran las fallas

... en México el costo

de la energía que

pagamos a Luz y Fuerza es de 4 centavos de

dólar por kilowatt/hora. Las empresas chilenas

cobran 7 centavos

de dólar por kw/h.

En Argentina y Estados Unidos el precio

es de 8 centavos;

en Guatemala --servicio privatizado también--

es de 12 centavos...

"Hay que privatizar", era la frase recurrente de los tiempos en los que Argentina hacía agua por los cuatro costados. Aquí llevamos algunos sexenios (Ƒdos, tres... casi dos décadas?) haciendo agujeros en el tiempo y en el espacio para tapar los hoyos abiertos luego de la bonanza petrolera, de la estatización de la banca, de la llegada de las "soluciones del neoliberalismo" para salir de una crisis. Agujereado el territorio, el sistema político, el Estado, la sociedad, México también hace agua por los cuatro costados. Y la frase recurrente: "Hay que privatizar".

Los bancos, las comunicaciones (carreteras, teléfonos, medios de comunicación estatales), el ejido, el campo mexicano entero, la petroquímica y ahora la industria eléctrica, nacionalizada en 1960 por un gobierno "emanado de la revolución", como el que ahora se empeña en entregar un sector estratégico y exclusivo de la nación a los capitales privados, sean nacionales o extranjeros. El gobierno argumenta que no tiene recursos --250 mil millones de pesos (tres veces menos del costo del Fobaproa) para garantizar la expansión y modernización del sistema eléctrico para los próximos seis años.

"Hay que privatizar", decían el presidente Menem y sus personeros, me cuenta vía correo electrónico una periodista, amiga de siempre en Buenos Aires. Antes de las privatizaciones, recuerda, "los argentinos vivíamos con el burocratismo, desidia y hasta ineficiencia de las empresas estatales. Hoy estamos expuestos a los excesos de los monopolios privados (del país o del mundo globalizado) que actúan con entera libertad amparados por organismos de control de dudosa independencia".

A la redacción de La Jornada han llegado copias de recibos de compañías concesionarias de la distribución de energía y otros servicios privatizados, como agua, gas y alumbrado público en Buenos Aires y otras provincias argentinas. Con ellos también se han recibido cartas que narran un rosario de arbitrariedades que sufren los usuarios, entre las que se cuentan aumentos de tarifas, irregularidades en las facturas, incumplimiento de los contratos y, además, fallas en los servicios.

Nada menos el pasado 15 de febrero un incendio en la subestación de Azopardo, en el barrio de San Telmo, fue el origen de un apagón que dejó en tinieblas durante más de una semana a una amplia zona del sur de Buenos Aires, que en los peores días llegó a afectar a 200 mil usuarios. Los corresponsales extranjeros reportaron que diez barrios, 20 mil edificios (incluido el del Congreso) y 10 mil comercios sufrieron los efectos del apagón en la semana más calurosa del verano porteño. Las pérdidas alcanzaron unos mil millones de dólares.

Mi amiga, la periodista bonaerense que tiene su residencia en la calle Rivadavia, también se quedó en tinieblas. Dice que todo el sur de la capital era "zona de desastre", sin luz, sin agua, sin semáforos; con inseguridad, asaltos a residencias, violencia en las calles. Las mujeres argentinas se volvieron activistas contra la compañía Edosur, que suministra la energía eléctrica (empresa de capital chileno y español). Las señoras de Rivadavia distribuyeron volantes por la toda la ciudad en los que se leía: "Vivimos en un barrio privado. Privado de luz. Privado de agua. Privado de todo".

Con la carta de la amiga periodista y los reportes de la prensa extranjera sobre el gran apagón de febrero en Buenos Aires, la ciencia ficción se imagina en México como un caso de la vida real: todo Coyoacán, el Pedregal de San Angel, la Guadalupe Inn, la Del Valle, San Jerónimo y hasta Tlalpan, en tinieblas por una falla de la empresa privada "Cía. de Luzmex" o "Electrimex", que "no cumplió el plan de inversión previsto porque la compañía necesita abaratar costos para equilibrar sus finanzas, dado que el gobierno que asegura mantener la soberanía y cuida los intereses de la familia mexicana no autorizó el aumento requerido (o desmedido) en las tarifas".

Stanley Kubrick aquí y ahora: miles de capitalinos avecindados en el sur de la metrópoli esperando que las autoridades estudien algunas sanciones (no están normadas las penalizaciones porque en el gobierno nadie piensa que "Electrimex" funciona con tanta ineficiencia como en el pasado lo hacía Luz y Fuerza del Centro con su SME) que puedan llegar hasta la cancelación --Ƒcómo no?-- de la concesión por negligencia.

Todo esto viene a cuento porque entre los argumentos de los privatizadores está el asegurar la generación y el suministro del fluido eléctrico (las fallas no están en la agenda) y la disminución en las tarifas a los usuarios domésticos e industriales. Aunque, dicen algunos, sea mediante subsidios al consumo familiar, el otro, lo pagaremos con el precio de los bienes y servicios adquiridos. Investigadores de la UNAM, expertos en el tema, aseguran que en ningún país del mundo han disminuido las tarifas eléctricas luego de una privatización del servicio.

En México el costo de la energía que pagamos a Luz y Fuerza es de 4 centavos de dólar por kilowatt/hora. Las empresas que suministran el fluido en Chile cobran, hoy por hoy, 7 centavos de dólar por kw/h. En Argentina y Estados Unidos el precio es de 8 centavos; en Guatemala --servicio privatizado también-- es de 12 centavos. En México el consumo industrial no está subsidiado, y es un buen negocio para la CFE.

Esta semana, el Senado comenzó en Mexicali la consulta sobre la iniciativa presidencial. Habrá seis foros regionales. Hay protestas y posturas en contra de organizaciones sociales, líderes de opinión, y en su mayoría los legisladores no votarían a favor de la reforma constitucional. El 7 de abril Luis Téllez comparecerá ante comisiones del Senado.

Pretender una discusión con los tecnócratas en su espacio, con sus armas y herramientas, sería un debate sin resultados. Como nadie, "manejamos lo macro y lo micro, los escenarios, las perspectivas, las cifras... las sumas, las restas y las divisiones", decía el mismísimo Carlos Salinas de Gortari, quien habilidosamente convencía al adversario con "argumentos políticos y razones de Estado". Ahí está la herencia del salinismo.

De cualquier forma el debate ya se abrió. Se le tomó la palabra al presidente Zedillo. Propuso: "Que antes de cualquier otra cosa se piense en el interés supremo de la nación". Y los sindicalistas del SME convocaron a sectores sociales y políticos a constituir un Frente Nacional de Resistencia contra la Privatización de la Industria Eléctrica. La lucha va.