EL RIESGO DE LA RECESION
Resulta preocupante el documento Condiciones económicas y perspectivas globales, publicado ayer por la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), en el cual se advierte sobre la fragilidad de las economías latinoamericanas y sobre la posibilidad de que la región entre, en el curso de este año, en un nuevo periodo recesivo.
Aunque el pronóstico del organismo internacional de un "crecimiento cero" en América Latina para 1999 parece exagerado, no lo son las apreciaciones negativas sobre el escenario económico mundial, golpeado por las sucesivas crisis financieras del Pacífico asiático, de Rusia y de Brasil, y sobre las dificultades que las llamadas economías emergentes enfrentan en ese entorno de escasez de capitales y de flujos financieros desordenados, impredecibles y, a fin de cuentas, desestabilizadores.
El hecho de que la de Estados Unidos sea, hoy en día, la única economía inequívocamente próspera y creciente, así como los indicios de que incluso el país vecino podría experimentar, a corto o mediano plazo con una desaceleración significativa, muestran hasta qué punto la estabilidad de la economía planetaria está sujetada con alfileres. Los inesperados barruntos de guerra comercial entre Washington y la Unión Europea --por la decisión de la segunda de bloquear las importaciones de plátano de las compañías estadunidenses que operan en América Latina y de privilegiar, en cambio, a los productores del Caribe-- constituyen un foco de alerta adicional en este contexto.
Volviendo al documento de la UNCTAD, éste propone, para atenuar los riesgos recesivos en este hemisferio, una "inyección de liquidez", por parte de las naciones industrializadas, en América Latina, especialmente por medio del programa preventivo de otorgación de créditos propuesto por el presidente estadunidense Bill Clinton en octubre del año pasado, y del sistema de crecimiento de las reservas (SGR, por sus siglas en inglés) de los organismos financieros internacionales.
El problema es que tales mecanismos son una espada de dos filos: si bien pueden, por una parte, consolidar la credibilidad crediticia de nuestras naciones, también pueden, por la otra, propiciar su derrumbe súbito, en el caso de que el flujo de los créditos correspondientes se suspenda o se cancele, ya sea a causa de procedimientos burocráticos, ya por evaluaciones negativas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Independientemente de los panoramas financieros internacionales, es claro que los gobiernos de la región deben esforzarse en impulsar el crecimiento económico y en fortalecer los mercados internos. Ello nos haría menos vulnerables ante los embates de los mercados mundiales y, sobre todo, nos encaminaría a resolver la pesadísima deuda social y humana contraída con nuestras propias poblaciones.