Armando Bartra
Lección de civismo en Guerrero
Guerrero es extremoso: lujo cosmopolita en Punta Diamante y miseria autóctona en la Montaña; hoteles de cinco estrellas y chozas de bajareque, siniestros clasistas que arrasan el anfiteatro y apenas le salpican los pies a la Costa Dorada. Guerrero es norte y sur, TLC y autoconsumo, siembras de amapola en la Sierra y "pericazos" en la Costera. Guerrero es el espejo de la nación.
Guerrero es también bronco: lo mangonea una burguesía primitiva y voraz, servida por matones, políticos obscenos y decenas de miles de soldados que ya echaron raíces. Y si el orden inicuo se sostiene por la fuerza, también por la fuerza se le combate: al Ejército Popular Revolucionario, que aparece en el aniversario de la masacre de Aguas Blancas, sigue el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente, que se da a conocer con la matazón de El Charco, y a casi un mes del último chanchullo electoral se presenta en Ometepec el Comando Campesino Insurgente.
Pero sucede que los guerrerenses votan. En esta tierra de paradojas, conviven guerrilleros y ciudadanos, masacres y comicios, armas y urnas. Los surianos de a pie no son dejados, si los buscan los encuentran; pero no todo es agarrar monte, también se organizan en gremios, luchones de campesinos, indígenas, colonos, maestros y estudiantes, al tiempo que militan en el aguerrido PRD de la entidad.
En el Guerrero extremoso y bronco, en el sur militarizado y bañado en sangre, acaba de votar más de cincuenta por ciento de la población. Y lo hicieron en unos comicios por la gubernatura que de ser parejos, hubiera ganado de calle Félix Salgado Macedonio; un candidato del PRD por una vez perredista, un "diputado costales" tan abrupto y claridoso como la mayoría de sus coterráneos.
Dos bases del ejército, decenas de retenes militares en carreteras y brechas, familias desplazadas a causa de las guardias blancas, detenciones sin orden de aprehensión, torturas, desapariciones, asesinatos políticos, amenazas, y por sobre todo, las matazones casi rituales que periódicamente bañan de sangre la entidad, no impidieron que más de la mitad de los ciudadanos guerrerenses fueran a las urnas. Y cuando menos uno de cada dos votó por el PRD; un organismo que en Guerrero es sin duda el partido de los pobres, de los ciudadanos del común.
Y Salgado ganó. Si en México hubiera justicia comicial sería el gobernador electo. Pero no la hay; de modo que hoy miles de guerrerenses marchan ordenadamente rumbo a la ciudad de México para hacer valer su voto. ƑHasta cuándo mantendrán los buenos modos? ƑCuánto durará su admirable civilidad?
Pese a su fama de alebrestados, los surianos son tercos en eso de buscar la democracia por los comicios. En 1962, después de tumbar a Caballero Aburto, eligen al opositor Suárez Téllez, candidato de la Asociación Cívica Guerrerense. Cinco años después la Asociación Cívica, ahora apellidada Nacional Revolucionaria, se levanta en armas encabezada por Genaro Vázquez.
En los setenta y ochenta el PRI gana todas las elecciones por más del 90 por ciento de los votos. No es chaquetazo, es abstención. Que no es desidia sino falta de opciones, lo demuestra el vuelco electoral de 1988 cuando los guerrerenses le dan a Cárdenas entre 40 y 80 por ciento de los votos, dependiendo de las cifras. Viraje que se confirma en 1989, cuando los perredistas forman decenas de comunas populares en respuesta a la manipulación oficial de los resultados en las elecciones municipales.
La lección es que votar no paga, y en los comicios de 1993 la abstención estatal se dispara. Ruben Figueroa Alcocer "gana" la gubernatura con alrededor de doscientos mil votos, y como se esperaba, gobierna a fregadazos. Sin embargo, pese a Aguas Blancas, la emergencia del EPR y la creciente militarización, el civismo suriano se reanima.
Algunos dicen que el costo del fraude será el recrudecimiento de la guerrilla. Yo quisiera plantearlo en positivo: lo que perderemos si no le hacen caso al éxodo por la democracia, es la posibilidad de avanzar hacia la paz, la oportunidad de iniciar una negociación inédita entre un gobierno estatal democrático y la guerrilla, un diálogo que podría abrir paso a una negociación definitiva de carácter nacional.
Los alzados de Guerrero han dicho que respetan las elecciones y que le conceden el beneficio de la duda a las ofertas democráticas del PRD. Por su parte, Salgado ha ofrecido negociar con la guerrilla sus demandas justas. La oportunidad de exorcizar la guerra propiciando la distensión estaba ahí, al alcance de la mano, la elección de Estado la echó por tierra. ƑTiene remedio? Lo que está en juego no es sólo la democracia, es la paz.