La Jornada Semanal, 7 de marzo de 1999
Pisé descalzo en la sombra del árbol
En los bordes de la red sanguínea de mi huella
y las voces subterráneas con que el Tiempo
en la planta de los pies
Por un instante solo entonces
el viento se detuvo
ave de cuarzo piedra alada y
y en su centro
el arco en el aire de ser una criatura.
el sueño desnudo de aves
colmadas de luz
y distancia rigurosa de la tierra
engarzó la hierba la
humildad de sus aromas
traza el tiempo de los
hombres
desdoblado en sus senderos y
ovillado
en las cimas transparentes de su impulso
agua y lumbre sorprendidas
fascinados
elementos en los ámbitos perfectos del sosiego
Aquella primavera tuvo algo de iniciático.
Tras la última nevada
contraté un jardinero.
``Piense en un rosal cárdeno. Un estanque
de lotos
despierta en las visitas resentimiento o rabia.
No
quiero convencerlo. Esta tierra reclama
un césped California. Si
tuviera un jardín,
veo con buenos ojos una legión de
gansos
picoteando el sol, los fantasmas, la
lluvia.''
Ninguna Babilonia estaba en mi cabeza.
Quería un
recipiente para la luz de marzo,
con eso me bastaba. Cuatro meses
atrás
abandoné la cárcel diez años más viejo.
Disentir con las
rosas fue siempre mi divisa.
Si para mí la pólvora era el mejor
atajo
también reconocía tres o cuatro caminos
que llevan a la
noche. No sé, la recompensa
de administrar la muerte, el amor, la
avaricia
se parece demasiado a un jardín con alberca,
con
gansos, muchos gansos y una muchacha linda
preguntando si quiero un
masaje en los pies
o la luna en las rocas.