La Jornada Semanal, 7 de marzo de 1999
¿Quién le regatearía hoy a Bob Dylan un sitio en la tradición poética estadunidense? ¿Quién, insisto, sería capaz de negarle a Robert Zimmerman la calidad de bisnieto espiritual de Walt Whitman o de Dylan Thomas? Del mismo modo, muy pocos podrán refutar la existencia de una línea clara y directa entre las correrías literarias de Jack Kerouac y muchas, la mayoría, de las canciones de la primera época de Bruce Springsteen, quizás el último de los beatniks.
Quién sabe si a la academia literaria estadunidense le haya interesado alguna vez establecer con claridad esas conexiones. Es lo de menos. Cantando, el ``Jefe'' Springsteen ha sido uno de los poetas y narradores más significativos de los últimos 25 años en la Unión Americana. La reciente aparición de Tracks, una caja de cuatro discos compactos que reúnen 66 canciones grabadas de 1972 a 1998, lo confirma como un observador de primera de la realidad cotidiana del imperio.
Tracks es, dicho sin mayor adorno, el compendio de las ``sobras'', tomas alternativas y lados ``b'' que resultaron de los 11 álbumes que Springsteen ha lanzado al mercado. Es, en palabras del propio autor, ``la ruta alternativa a algunos de los destinos a los que he viajado en mis discos''. Nada de lo aquí incluido revolucionará el mundo de la música pop, si bien hay muchísimas buenas canciones y, sobre todo, un apreciable registro, casi arqueológico, de las constantes del trovador de New Jersey. Aquí están las riñas callejeras que se transforman en batallas épicas por obra y gracia de la pluma, voz y Stratocaster de Springsteen y también las fugas motorizadas de los que escapan para poderse amar a solas, lejos de todo, lejos del mundo, lejos, sobre todo, de la vida diaria. No faltan, tampoco, los desencantos de la adultez y de la vida conyugal, la furia ante la insensibilidad eficientista del capitalismo de la era Ronald Reagan y la queja reiterada ante el sinsentido de la guerra, particularmente la de Vietnam, que tan honda mella ha dejado en la conciencia colectiva estadunidense.
Resulta fascinante escuchar con atención composiciones como ``Zero and Blind Terry'' y ``Thundercrack'', emparentadas con clásicas del ``Jefe'' como ``Jungleland'' y ``Rosalita''. Se trata de floridas narraciones -``épicas fonquis'' les llamó Springsteen en una reciente entrevista con Rolling Stone- en las que el ardor juvenil alcanza niveles de heroismo. Por si fuera poco, en ambas el saxofonista Clarence Clemons luce la enorme capacidad de sus pulmones.
Tracks también es un amplio catálogo de la cosmovisión automovilística del autor de Born to run, la canción que en 1979 fuera reconocida por la legislatura de New Jersey como ``el himno no oficial de la juventud''. Ya en ``Growin' up'', una canción de principios de los 70 de la que aquí se incluye una versión acústica, Springsteen afirmaba: ``Juro que encontré la llave del universo en el motor de un viejo coche estacionado.'' Años más tarde, en ``Iceman'', sigue sin esconder su afición al acelerador: ``Tomaremos el camino de la medianoche directo a la puerta del diablo/ y ni siquiera los ángeles blancos del Edén con sus espadas flamígeras/ serán capaces de impedirnos rolar por el pueblo en este viejo y sucio Ford.''
Pero si el Springsteen de los primeros años es un joven vagabundo del Dharma -un beatnik registrando las nimias epopeyas y enamoramientos de los callejones de Asbury Park, New Jersey-, el de principios de los 80 ya es un hombre que no puede sustraerse a la dificultades privadas y públicas que conlleva ser adulto. Observa el desempleo, la crisis agraria, incluso los riesgos de la energía nuclear en ``Roulette'', pero también los asuntos del corazón. Ya no puede treparse al coche y darse la media vuelta así como así.
Toda obra es, en mayor o menor medida, autobiográfica, y el ``Jefe'' no ha dejado de registrar sus sentimientos con respecto a la vida en pareja. ``Dollhouse'', ``Stolen car'', ``The Honeymooners'' y ``Trouble in Paradise'' son, evidentemente, las canciones de un hombre que ha estado casado, se ha divorciado y vuelto a casar.
Son muchas las buenas sorpresas de Tracks. Algunos ejemplos, además de los ya mencionados: la versión acústica de ``Born in the USA'', que aparecería en el sombrío álbum Nebraska; la irónica ``TV Movie'', en donde Springsteen se mofa de su propia relevancia; ``The Wish'' que dedica, ni más ni menos, a su madre; y ``Gave it a Name'', una canción grabada apenas en agosto de 1998 y que ofrece indicios del camino que podría tomar el cantante en el futuro.
El ``Jefe'' anunció recientemente que él y sus célebres acompañantes, la E Street Band, se reunirían para lanzarse al camino e iniciar una gira mundial en este 1999. Y es que vagabundos como Bruce Springsteen nacieron para correr.