Masiosare, domingo 7 de marzo de 1999


Galo en la Semanal


Gerardo Ochoa Sandy


A partir de una revisión minuciosa de los textos que Galo Gómez publicó en La Jornada Semanal -en los años que fue su responsable de redacción, jefe de información y columnista- el autor nos revela al editor invaluable, al talentoso entrevistador y al periodista que construía sus textos con ``la sagacidad, el dato duro, la anécdota breve, la crónica a trazos rápidos, la inteligencia que devela, el humor que cuestiona''

A Roger Bartra

Galo Gómez Ogalde era a la vez un chileno y un mexicano, un ensayista y un periodista, un marxista y un demócrata, un activista y un humanista, un lector de ideas y de literatura, un intelectual de reflexiones y de apasionamientos. En ello se sustentaba la congruencia entre lo que pensaba y lo que hacía, y lo que decía y lo que sentía. Su vida era un acto político y un acto poético. Su vida y el resto.

Se definió ante un periodo de desmoronamientos y globalizaciones, autoritarismos y veleidades finiseculares, fanatismos ideológicos y lógicas de mercado, heroísmos y oportunismos. Para explorar su lectura debe revisarse La Jornada Semanal, que dirigió Roger Bartra entre junio de 1989 y marzo de 1995, y en la que Galo fue responsable de redacción y jefe de información, animó el Retablo Semanal y escribió alrededor de 80 colaboraciones, además de las 21 entregas para la columna Diario de Santiago y ocho para Zona Franca.

Su primer ensayo, ``La propuesta de Finkielkraut'', acerca del deterioro de los criterios de verdad social ante la emergencia de los nacionalismos, fue trazado según los criterios de la academia sociológica en la cual se formó. ``El último cierra la puerta'', retrato de la crisis de las publicaciones periódicas culturales en México y la intolerancia de la izquierda mexicana ante la crítica, y publicado en el número de despedida, está escrito en un estilo certero e irónico, intuitivo e informado, colmado de resonancias. Entre ambos están los capítulos de lo que su muerte inadmisible convierte ya en su historia como ensayista, y algunas muestras de su talento como entrevistador -José Donoso, Clodomiro Almeida, Ricardo Vinós, Stephen Vizincey- que cristalizó en su libro Días de coraje, conversación-crónica-reportaje con y en torno a las FARC y su líder, Tirofijo, que publicará Grijalbo.

La referencia más conocida es Diario de Santiago, ecos de su trabajo como jefe de información regional de Notimex con sede en Chile. La lista de referentes coyunturales es amplia y siempre da en el corazón descompuesto de la sociedad y el gobierno chilenos.

Igual alude al zafarrancho en el que acabó un partido entre Colo-Colo y la Universidad de Chile, la inauguración de la Plaza de la Libertad de Expresión, el éxito comercial de los cantos gregorianos del Monasterio de Santo Tomás de Silos, los empresarios del armamentismo o las vacaciones de Pinochet. No se escapan las disposiciones legales ni las irrefutables cifras acerca de la pobreza y la represión vigente. El repaso desbarata la apariencia que presenta a Chile como ejemplo de desarrollo económico capitalista, y lo muestra como el territorio de las complicidades, de ayer y de hoy, entre civiles y golpistas, e invernadero de una sociedad enferma de presunciones.

Idéntica e inmediata valoración debe hacerse del resto de sus colaboraciones, publicadas con el formato del comentario ensayístico. La mayoría fueron escritas a partir de la aparición de una novela, los reportes de American Watch y Amnistía Internacional, o el lanzamiento de publicaciones periodísticas o históricas o ensayísticas, mexicanas y chilenas, latinoamericanas y europeas. Su lectura hace evidente que había encontrado en la coyuntura periodística la oportunidad para construir un conjunto de certidumbres intelectuales acerca del marxismo, la posmodernidad, los derechos humanos, las transiciones democráticas, los monopolios informativos, las relaciones entre la historia y la verdad, el compromiso político y la crítica cotidiana, la teoría social y la crónica social, la universidad pública y las costumbres privadas.

La sagacidad, el dato duro, la anécdota breve, la crónica a trazos rápidos, la inteligencia que devela, el humor que cuestiona fueron las cualidades de estilo que construyó en sus textos, sin abandonar jamás la certeza de que la sociología es una ciencia que debía ponerse a prueba en la selección puntual de los acontecimientos que retrata y no en la aplicación mecánica de modelos de interpretación teórica. Su muerte acarrea entre muchísimas otras la tragedia de que no haya escrito sus aproximaciones sobre el sistema político y los intelectuales de México.

Marxista por reflexión, Galo percibió con claridad que la crítica al marxismo era una inaplazable ejercicio de congruencia. Sólo dos ejemplos. Escribió sobre la publicación de Operación siglo XX, de Carmen Hertz y Patricia Verdugo: ``(...) la tentación de la violencia y el mismo atentado fueron desde sus comienzos un grave error de cálculo político sólo salvable desde las salvaciones de una retórica moral (...) la posterior transición a la democracia se ha encargado de demostrar -tan tranquilamente- que los 16 años de dictadura militar en Chile significaron mucho más que el despotismo de un simple dictador (...) Era un error pensar que descabezando a la pandilla se provocaría un cambio muy fundamental en la historia chilena''.

Y su ensayo ``Hay que repensarlo todo'', acerca de la novela sobre la revolución sandinista La noche del 25, de Daniel Martínez (Era, 1992): ``Esta es la crónica de una ilusión, que como todas nuestras ilusiones tercermundistas nos la arruinó el Imperio, la inexperiencia y el arribismo local (...) La verdadera tragedia para la izquierda es que unas elecciones democráticas signifiquen no una derrota sino el derrumbe de un proyecto (...) De nada sirve seguir creyendo que mientras persistan las injusticias y desigualdades habrá entonces buen tiempo para las revoluciones. 183 millones de personas, el 44% de la población en América Latina, vive en la pobreza, eso es el cementerio y no el anuncio de ninguna utopía. Hay que repensar la política, repensar el espacio público y cultural que debe ocupar la izquierda, celebrar el fin del socialismo real y sus herencias autoritarias y conservadoras, hacer de la lucha por la seguridad ciudadana, por la limpieza electoral, por la libertad de expresión, por la asistencia social, las posibilidades de radicalización de cualquier proyecto democrático. ¿No fueron la dignidad, la justicia y la libertad los valores que alguna vez inspiraron los proyectos de la izquierda democrática en América Latina? Qué bueno que ya no está la sombra de los funestos socialismos de Europa Central, qué bueno que cayó el Muro de Berlín y qué bueno que los sandinistas salieron del gobierno porque así lo dictaron las urnas. Hay que repensarlo todo''.

Su trabajo como editor del Retablo Semanal es también invaluable. Sin duda se trató del más completo, sistemático y riguroso espacio de reflexión cotidiana en las publicaciones periodísticas mexicanas de las últimas décadas. La lista de colaboradores es impresionante.

La compleja situación emocional que enfrentó los últimos meses de su vida decidió hacerla pública en el capítulo ``Nunca me abandones en diciembre'', de su libro inédito y póstumo. Es un testimonio dramático y un testimonio de valentía. Es un testimonio también, probablemente el más extremo, de la congruencia entre lo que pensaba y lo que hacía y lo que decía y lo que sentía.

Estamos pasmados y encabronados y tristes por su muerte.