PAGINA 9 Ť Lourdes Galaz

Es cuaresma y los diablos andan sueltos

* Ofrece Bravo Mena abrir el debate sobre las alianzas * Fox, imparable * Confían en refundar

el PAN para ganar en el 2000 * Los asertos de Zedillo en la fiesta del PRI y los dogmas del tricolor

 

Sería muy conveniente que para dar claridad al proceso de selección del candidato presidencial priísta el CPN también fijara sus costos, por aquello que dijo Zedillo de "penalizar severamente el uso de recursos públicos con fines de promoción personal" y, por qué no, político-electoreros

Un candidato del partido, no un partido del candidato, ofreció Luis Felipe Bravo Mena y abrió la campaña del PAN hacia el 2000. Anunció que el panismo irá a una elección abierta en septiembre, cuando Acción Nacional celebra sus 60 años. Unos 330 mil militantes activos y simpatizantes con credencial azul comprometerán su conciencia y su tiempo con Vicente Fox, el de Guanajuato. No hay quien lo pare, y menos ahora que los amigos tomaron ese partido.

José Angel Conchello decía que para ganar el PAN había que tener los favores de las familias custodio. Los descendientes de los fundadores, los Gómez Morín, los González Morfín, los Gómez Mont, los Vicencio Tovar y tantas otras en los estados que han sido bastiones tradicionales de Acción Nacional, no le daban su confianza a Bravo Mena. Anoche votaron por él. Con un discurso sólido, el senador convenció a los doctrinarios.

El hoy presidente llegó al PAN allá por 1969, aunque en la década de los 80, con el aval del legendario Manuel J. Clouthier, Bravo Mena se convirtió en uno de los think-tank del neopanismo norteño que llevaron al poder económico a sumar fuerzas para ganar el poder político. También el Maquío avaló a Vicente Fox en las esferas blanquiazules. Hoy, la viuda del sinaloense sería una de las más fuertes promotoras de los dos neos.

El nuevo presidente panista (el decimosexto en 60 años) ganó el apoyo de las dos terceras partes de los delegados mediante una serie de compromisos. Ofreció abrir el debate sobre las alianzas para el 2000, siguiendo la línea dura trazada por Diego Fernández de Cevallos (como en la pasada elección, la de Felipe Calderón, ahora también se abstuvo). Sí a las alianzas, pero con acuerdos públicos de respeto entre los firmantes del pacto opositor, con un programa común para un gobierno de transición y, podría ser, con un candidato que no milite en alguno de los partidos firmantes, como allá en los 40, cuando el PAN propuso como candidato presidencial a don Luis Cabrera para enfrentarlo con Miguel Alemán Valdés, candidato del PRI.

Otro de los compromisos de Bravo Mena ųun hombre profundamente conservadorų: hacer del PAN un instrumento para acotar el presidencialismo con la fuerza del diálogo entre todos los grupos de poder y de presión dentro del sistema mexicano. O sea, los empresarios, la Iglesia, los partidos políticos de oposición, el Ejército, etcétera.

El nuevo presidente del PAN y el grupo de poder económico que está detrás de él habrán de refundar ese partido para ganar el 2000, confían doctrinarios y neopanistas. ƑSerá porque los diablos andan sueltos en cuaresma?

 

Y el PRI sigue siendo el PRI. No cambia, como tampoco los priístas... Y ahí van, unidos al 2000. Ahora, con el jefe de un gobierno que presume haber alcanzado el poder con la mayor votación ųš17 millones de sufragios!ų que jamás nadie ha logrado en el sistema mexicano, aspiran a seguir gobernando con un partido "francamente democrático y profundamente progresista".

No se trata de una broma del Presidente... Así lo dijo en la fiesta tricolor del 4 de marzo. Ante priístas de siempre, que en distintos tiempos y espacios han operado los mecanismos internos de su partido, Zedillo aseguró, "con toda la autoridad moral y política para opinar", que no será "el gran elector del PRI". Fue el discurso que durante varios días preparó para asumir su papel de líder del partido que lo llevó al poder. Sólo eso, porque esos priístas que estuvieron en la fiesta tricolor no olvidan que Zedillo fue designado con un video-clip en Los Pinos. El entonces jefe del PRI, Carlos Salinas, convocó a gobernadores y amigos para decidir quién sustituiría al recién ejecutado candidato a la Presidencia. Salinas se decía político moderno, y como tal utilizó un moderno sistema para designar al sucesor. Aquel video que habría llevado el gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, fue memorable.

Ahora el jefe del PRI dice a su partido que no designará al candidato, como Salinas lo hizo hace casi cinco años. Sin embargo, los priístas saben que ya hay un candidato del sistema, un candidato del Presidente, un candidato comparsa y otros dos que conocen bien los dogmas del priísmo: o se disciplinan o corren el riego de irse por la libre. A Roberto Madrazo ya le hicieron su expediente; Manuel Bartlett ya empezó a quedarse solo y en los medios informativos comienza una campaña en su contra.

Mañana citarán al Consejo Político Nacional, el órgano de dirección colegiada que creó Colosio (por encargo de Salinas) para tomar decisiones importantes sin convocar a una asamblea nacional. Estatutariamente, el CPN puede fijar las normas para elegir al candidato. A petición de Zedillo, la democrática elección se hará en una convención de delegados. Unos serán propuestos por los sectores (obrero, popular y campesino), otros por la estructura territorial (que controlan los gobernadores) y los demás ųa sugerencia de Zedilloų por voto directo, universal y secreto. Habría que preguntar al líder priísta quién designará a los candidatos a delegados: Ƒel Presidente, los gobernadores, los alcaldes, las dirigencias sindicales o del partido? ƑCuánto le va a costar al tricolor elegir a su abanderado? Sería muy conveniente que para dar claridad al proceso el CPN también fijara sus costos, por aquello que dijo Zedillo de "penalizar severamente el uso de recursos públicos con fines de promoción personal" y, por qué no, político-electoreros.

Tampoco es una broma del Presidente. Cree que su partido puede ser "francamente democrático y profundamente progresista". Los priístas hacen su trabajo con seriedad: saben bien cómo se hace, cuánto cuesta, cómo se gana una elección y hasta cómo darle al candidato en turno la mayor votación de la historia. Cada sexenio el presidente ganador tiene más votos que el anterior. Ese también es un dogma priísta, aunque sea cuaresma y los diablos anden sueltos.