La Jornada domingo 7 de marzo de 1999

TENSION ENTRE ESTADOS UNIDOS Y EUROPA

Hoy hay tensión en los países que conforman la Unión Europea con Estados Unidos, no sólo por los tradicionales motivos económicos y comerciales sino, también, por razones políticas que afectan inclusive la colaboración en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esa situación se produce, precisamente, en el momento en que Washington pretende involucrar a los gobiernos europeos, a través de la OTAN, en una presión militar contra Yugoslavia.

Un ejemplo de esa tensión la constituye la exigencia de Italia --avalada por todos los partidos políticos, con excepción de los neofascistas-- de revisar el acuerdo que permite a Estados Unidos mantener importantes bases militares en territorio italiano. El mismo primer ministro, Massimo DƀAlema, manifestó al presidente Bill Clinton su desconcierto ante la absolución por un tribunal militar estadunidense del piloto que, por volar su aeronave excesivamente bajo en una región de los Alpes italianos, cortó hace poco más de un año los cables de un teleférico y provocó la muerte de 20 personas. Roma considera que ese homicidio, así haya sido por imprudencia, debió haber sido juzgado por una corte italiana y consideró desconcertante y provocadora la absolución del acusado.

Al mismo tiempo, Alemania reaccionó con estupor e indignación ante la ejecución en Estados Unidos de dos ciudadanos alemanes, los hermanos La Grand, acusados de un crimen, e Italia exige la repatriación de Silvia Baraldini, presa política italiana encarcelada en una celda de aislamiento en Estados Unidos desde hace casi 15 años por su apoyo a un movimiento radical negro y que hoy está enferma de cáncer.

Lo que une los tres casos e irrita a los europeos es la pretensión estadunidense de aplicar a rajatabla su jurisdicción interna, incluso en los casos que involucran a ciudadanos o intereses de países del viejo continente.

A esas diferencias hay que agregar la añeja disputa comercial por el control de los mercados alimentarios que, en este caso, enfrenta a la Unión Europea con Estados Unidos por la cuestión del comercio mundial de plátano. Como es sabido, Europa, mediante los acuerdos de Lomé, privilegia las importaciones de productos tropicales provenientes de sus ex colonias africanas, mientras que Estados Unidos controla buena parte de la producción bananera en el continente americano y pretende dominar el mercado frutícola europeo. Incluso, Washington podría imponer, en una disputa a la que se ha denominado la Guerra del Plátano, sanciones comerciales contra la Unión Europea y, en su caso, las naciones del viejo continente podrían responder a Estados Unidos con la misma moneda.

De este modo, empeora el clima político-diplomático que prevalece entre Estados Unidos y diversas naciones europeas, circunstancia que afecta la atención de numerosos asuntos pendientes (el problema de Turquía y del Kurdistán, el comercio europeo con Irán e Irak, la cuestión de los Balcanes y la vigilancia de Yugoslavia, por ejemplo) y coloca nuevamente sobre el tapete la vieja idea europea de construir su propia organización para la seguridad, aflojando así su dependencia militar de Estados Unidos.