José Cueli

De la vecindad al tugurio

El alma de los tiempos pasados parece estar aprisionada en los patios de las viejas vecindades que viven en el Centro Histórico. Serpenteantes, enormes, largos corredores y anchas estancias surgen en los silencios de la noche medrosos contornos fantasmales, de estas vecindades misteriosas, evocadoras de escenas y cuadros sombríos. Rincones y lugares que el tiempo y la fantasía fueron envolviendo en hechizados ropajes de conseja, encanto y tradición, algunos plasmados en viejas películas de la época de oro el cine mexicano.

Nostalgias y añoranzas que aparecen como corolario del cuadro depresivo que vivimos los mexicanos, sin verle la salida. Regreso a un pasado escenificado en gran parte de sus vecindades forjadas por la cálida imaginación de poetas, artistas (pintores y arquitectos) en representaciones de leyenda y evocación. El espíritu encuentra embrujados jirones legendarios y mágicas huellas evocadoras, en las paredes con pinturas geniales, algunas de ellas, (Isabel la Católica, Regina, Alarcón y otras...)

Nostalgia de ese México que se fue y da paso a otros (electrónico). Ante el mago hechizo de estas horas de leyenda y evocación, nuestro ser parece despojarse de los lazos que le sujetan a la vida moderna (computadora, teles, Internet,...) y en su lugar cree ajustarse al cuerpo, las fiestas carnavaleras de estos conjuntos. Del fondo de una puerta obscura y tenebrosa parece surgir la figura arrogante de una bella y nacer a la luz de la fantasía, escenas de encanto y poesía, mientras un viejo reloj lejano en la iglesia va lanzando sus campanadas, lentas, graves, sonoras, que dicen al espíritu con terror de congojas, de brujería, de misterio, de la muerte que se acerca más pronto, o más tarde.

El incesante correr de los tiempos fue tejiendo la historia de estas vecindades en que aún parecen palpitar con todo y sus tragedias. Vecindades ųhay tuguriosų que se alargan del Centro Histórico hacía Neza y sus anexas, al ritmo de la tragedia y el hambre y la desesperación. Pareciera que el tiempo se ha dormido y todo esta detenido. La misma de siempre (Vivimos de los productos de la tierra cuando los primer mundistas viven hoy de sus descubrimientos en la electrónica) silenciosamente, bajo el peso de la tradición. Leyendas que ubicamos en las habitaciones palpitan en sus piedras seculares. Vecindades llenas del encanto de los siglos que se fueron, exaltadas, luminosas y viven de sus recodos embrujados. El alma de las vecindades del Centro, renace en los tugurios de Neza y anexas, con todo el esplendor de sus poesía y también de la diaria desesperación de estar y no estar.