Arnaldo Córdova

Amalia

Conocí a Amalia García Medina cuando era muy jovencita, a principios de los sesenta. Desde hacía tiempo, ya formaba parte del Partido Comunista Mexicano. Era una muchachita encantadora, inteligente y muy discutidora. Pero me sorprendía su enorme ductibilidad y su disposición a ser convencida cuando se le argumentaba con solidez. Asistió a varias de mis clases en la materia de ciencia política. Y un día, cuando acababa de publicar mi libro sobre La ideología de la Revolución Mexicana, a mediados de 1973, ella se me acercó para pedirme que fuera a Zacatecas, a su universidad, a dictar un ciclo de conferencias sobre el contenido del libro. Yo de inmediato acepté.

Amalia ya me esperaba en Zacatecas. Era la primera vez que yo iba a aquella hermosísima ciudad y se lo debía a ella. Me presentó a cuanta gente pudo reunir, del PCM y de la universidad. Recuerdo aquel ciclo, que duró casi una semana, en un enorme auditorio pletórico de estudiantes y profesores de la UAZ. Amalia animó el cursillo y propuso las mejores preguntas. Yo estaba feliz, porque convencí a muchos de los cientos de asistentes al ciclo y, sobre todo, porque me pareció que convencí a Amalia, la que siempre me planteó las cuestiones más peliagudas.

Ya de regreso a México, nos hicimos amigos y nos vimos con una modesta frecuencia. Me presentó a su entonces compañero, el profesor Corichi, padre de su hija y ya finado, y muchas veces discutimos sobre infinidad de problemas. Me hubiera gustado verla más a menudo, pero cada vez que lo hacía era una verdadera delicia departir con ella, siempre inteligente y sensible, siempre abierta a una buena discusión. Nunca tuvimos obstáculos para entendernos. Además, yo siempre tuve una oculta fascinación por aquella muchacha chiquita, menudita, porque, evidentemente, la simpatía siempre fue común.

Cuando entré al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), a través del Movimiento de Acción Popular (MAP), pude ver a Amalia mucho más seguido y ella correspondió a nuestra amistad, buscándome en todo momento para platicar y discutir sobre muy variados problemas. Mi fascinación por esta pequeñita gran mujer fue todo el tiempo en aumento. Me deslumbraba su oratoria fácil, llana y muy consistente. Su continua participación en los debates del partido y su febril activismo me causaban cada vez más admiración. Pero lo mejor era su apertura hacia mí, su continuo diálogo conmigo y, muchas veces, su comprensión cuando mis causas eran perdidas. No sé cuantas veces ella me buscó, simplemente, para consolarme y desearme mejor suerte para la próxima.

Fue muy desagradable el que tuviéramos que confrontarnos por la candidatura a la diputación de la 52 Legislatura. Tal vez porque a mí me propusieron los dirigentes del partido (mi querido compañero de toda la vida, Rolando Cordera, mediando) y a ella Alejandro Gazcón Mercado, pero el hecho fue que yo gané. Luego me pude dar cuenta de lo difícil que le resultó militar en partidos machistas como el PSUM y el PMS (Partido Mexicano Socialista). Tardó años enteros en lograr que se reconocieran sus extraordinarias cualidades. Afortunadamente, luego Amalia pudo escalar posiciones ya con un pleno reconocimiento. Siempre estuvo en los puestos de dirección y luego fue diputada, asambleísta del DF y, ahora, senadora. Todo ello, a mí, sinceramente, me acongojaba.

Mi admiración por Amalia creció día con día, en la medida en que se desempeñaba en sus puestos, en la tribuna parlamentaria, ante la prensa y, a un cierto punto, la vi cuajada, hecha, lo que debió reconocérsele desde un principio. Como mi dirigente, siempre me ha dado muchas satisfacciones, aunque a veces no coincido con algunas de sus declaraciones o de sus posiciones, lo que es muy natural y no hace decrecer ni siquiera en un ápice mi debilidad por esta entra- ñable mujer, cada vez más admirable. šCómo no voy a desear que se convierta en presidenta de nuestro partido, si hace tres años voté por ella y siempre he votado por ella, incluso cuando gané la candidatura para diputado!

Yo estimo y respeto a los demás candidatos a presidir el PRD, aunque no los conozco a todos. Pero esta vez quiero que gane Amalia. Con ella el partido estará destinado a nuevas hazañas, como lo ha sido con la excelente conducción de Andrés Manuel López Obrador. Su larguísima experiencia, su enorme sensibilidad política y su gran inteligencia la hacen el prospecto que nuestro partido necesita. Por eso, iré a votar por ella el próximo 14 de marzo y buscaré que todos mis amigos y conocidos lo hagan.