Rolando Cordera Campos

Vivir la globalidad

En un espléndido artículo publicado en Reforma (22 de febrero de 1999) y luego en El País (2 de marzo), Carlos Fuentes da una vuelta al mundo de nuestros días y aterriza proponiendo una agenda para pensar y actuar sobre lo que para él es ya un hecho: la globalidad. Actuar y pensar ''desde lo local'', para no sucumbir en el remolino del cambio del mundo, sería una de las consignas de nuestro gran escritor y hombre de ideas, así como Jesús Silva Herzog sería el candidato presidencial capaz de empujar esas ideas en la política y en las instituciones que den cuerpo al México del próximo siglo.

De esa candidatura habrá que ocuparse luego, cuando las turbias aguas de la política de alianzas al aventón dejen espacio para una reflexión más sesgada sobre el tema. De esa ambición, que muchos compartimos con Fuentes, de ''vivir'' como mexicanos la globalización y sus desarrollos, deberíamos ocuparnos sistemáticamente, para secularizar de una vez por todas el vocablo y darle a la política una verdadera dimensión mundana, alejada de los mitos y ocurrencias de aldea y parroquia, como hoy por desgracia ocurre.

ƑSe puede aspirar a vivir el cambio del mundo desde una perspectiva y una convicción nacionales? La respuesta en positivo debería ser la hipótesis de trabajo mayor de todas las fuerzas políticas interesadas en dirigir el Estado.

Pero para ello es necesario dar un paso adicional y asumir sin ambages ni fariseísmos que estar en el mundo, incorporarse intencionalmente a sus fulgurantes vuelcos, no sólo es inevitable sino deseable.

Volver nacionales las promesas de la globalidad supone, por otra parte, aceptar también de modo expreso que la gran labor está adentro, en el plano de las reformas y las iniciativas políticas frente a una estructura económica y social hecha jirones por tanta crisis y fallas de gobierno. Es aquí donde se ponen a prueba la capacidad y la fortaleza del Estado y los partidos, de la ciudadanía organizada y las visiones históricas traducidas a voluntad de futuro.

Hacer el balance de esas capacidades nacionales sería otro paso obligado para desplegar la agenda sugerida por nuestro novelista. Antes de seguir por la ruta de los grandes pronunciamientos: šUna nueva Constitución! šUna nueva República!, šLos priístas al mar!, habría que preguntarnos si hay un verdadero interés político en el Estado, los partidos y los otros actores del drama del poder para encarar y resolver los problemas ''que importan'', como diría Norberto Bobbio: la justicia, la educación, la pobreza, la improductividad.

Apropiarnos de la globalidad debería implicar también asumirla como un proceso más que como un hecho, como un horizonte de posibilidades y estructuras de oportunidad cuyo aprovechamiento depende en gran medida de los acuerdos, la seriedad y el compromiso nacionales que esta visión mundialista supone. Reconocer las restricciones que emanan de la nueva trama internacional, por ejemplo, no debería implicar esa suerte de resignación conservadora que impide actuar en algunos aspectos cruciales so pretexto de que la economía internacional está fuera de control y de que, por lo tanto, lo prudente es esperar y ver qué ocurre.

En el plano económico es donde esa resignación hecha política se vuelve más evidente y costosa. No sólo hay, en nuestro caso, una obsesión con las políticas únicas y correctas, las del más libre mercado por supuesto, sino también una aceptación pasiva de unos veredictos que en realidad no son tales. En esto último no estamos solos. Forma parte, tal vez, de la costumbre de ser periférico.

Como lo dice en una entrevista reciente el inteligente economista chileno, ex secretario de Hacienda y hoy senador de la República, Alejandro Foxley: ''(las autoridades) se han puesto demasiado conservadoras y están mirando excesivamente la inflación y pensando que la volatilidad financiera es de tal naturaleza que mientras no estén todos los países principales del mundo con sus economías bajo control nosotros no debemos arriesgarnos a que suba el tipo de cambio. Que hay una elección en Venezuela, que en Brasil no se aprobó completamente el paquete de seguridad social, que Yeltsin está en su cuarta neumonía de la temporada... Está muy bien la prudencia. Pero está mal que la prudencia nos lleve a la parálisis... Pongámoslo en positivo: necesitamos prudencia sin parálisis y estamos corriendo el riesgo de dar la impresión de que cada evento internacional nos paraliza''.

Parálisis en un mundo de vértigo... la muerte en el alma. Con y sin globalidad.