Guillermo Almeyra
Si quieres estabilidad, construye democracia
Cuba lucha actualmente contra los efectos de una crisis económica mundial y, simultáneamente, contra los de una crisis económica política y moral que le es propia. Estos últimos no se deben exclusivamente ni al bloqueo ni tampoco sólo a los primeros pues tienen una raíz política y cultural en la idealización durante décadas del llamado socialismo real, en la creencia mágica en la invulnerabilidad y superioridad de la ex URSS, en la adopción --por decenas de miles de cuadros formados en Rusia y en Europa oriental-- de una versión tropicalizada de las concepciones estalinistas sobre el Estado, el partido, la democracia. Cuando los cuadros no son elegidos sino por su fidelidad y el gobierno, con su bagaje de errores e insuficiencias a cuestas, no es capaz de ninguna autocrítica ni de aprender, sólo queda recurrir a la inteligencia creadora del pueblo cubano, es decir, a las fuerzas aún vivas de la revolución, abriendo espacios para la democracia.
En Cuba hay tres sectores contrarrevolucionarios: los lumpens, que crecen con la crisis y con la escasez y que en el pasado fueron la base de Fulgencio Batista, del mujalismo, de los gángsters de Prío Socarrás; los anexionistas siempre presentes en la historia cubana, o sea los que quieren hacer de la isla un Puerto Rico, que están incluso en la alta burocracia estatal disfrazados de pragmáticos y de negociadores; y el último, el de quienes sólo se aferran al poder y elaboran su política día a día. Ellos están aislados de los anteriores pero son incapaces de combatirlos a no ser con el apa- rato policial y están igualmente aislados del pueblo al que sólo los une la voluntad de la mayoría de mantener la independencia del país. Los dos últimos sectores, con su política, fomentan al primero y desmoralizan, desorganizan y debilitan la capacidad de resistencia del pueblo cubano frente al imperialismo, tal como lo hizo antes la nomenklatura soviética, en la que todavía piensan con nostalgia.
Revolucionarios como el poeta Rivero, hijo de campesinos que a los 14 años combatía armas en mano la contrarrevolución, son acusados hoy de contrarrevolucionarios por esos sectores. Hijos del régimen, pero hoy disidentes, como Vladimiro Roca y sus amigos, son juzgados como contrarrevolucionarios por sostener la abstención en las últimas elecciones (en las que se supone habría debido ser posible votar a favor, en contra o abstenerse), aunque se oponen a los trogloditas de Miami y piden sólo discutir cómo salir en paz de la crisis que vive su país Las víctimas de ésta, como las jineteras, son colocadas en el mismo nivel que los proxenetas explotadores y condenadas a 20 años por los mismos que prostituyeron a la revolución, acabando con las libertades, la alegría y el pluralismo y adoptando los monstruosos métodos del socialismo real.
Al mismo tiempo, la apertura económica que tanto alaba el cowboy mocho es para los capitalistas extranjeros, no para los cubanos, que ante la impotencia del Estado no tienen más remedio que crear microempresas de fortuna. A la escasez se agrega así ahora un endurecimiento totalitario, quizás en previsión de protestas por la crisis, el cual prepara explosiones y da a Washington armas políticas para su lucha contra el pueblo cubano. Si éste no lograse espacios reales de autorganización, de autonomía, de autogestión, si no planificase la reconstrucción de Cuba a partir de las necesidades establecidas en miles de asam- bleas y de las medidas decididas por cada barrio o localidad, el eventual fin del bloqueo económico provocaría la proliferación de los capitalistas de tipo mafioso y, por supuesto, un aumento igualmente brutal del número de lumpens que ningún código penal, por duro que sea, podrá impedir (Ƒacaso no era duro el código penal soviético?).
Antes de que algunos miembros del Buró Político, como lo hicieron Mijail Gorbachov o Boris Yeltsin, se conviertan en jefes mafiosos de una nueva Cuba o en vendedores de pizza Hut, es indispensable crear un ambiente de resistencia nacionalista y revolucionaria. O sea, dar bases a una democracia pluralista que pueda reorganizar la economía y los poderes locales, crear órganos colegiados de gestión controlables y revocables, reorganizar desde abajo toda la estructura estatal. La democracia no es un lujo ni está separada de la economía: sin ella la productividad es baja, tan baja como el entusiasmo, mientras que los errores de los que mandan arbitrariamente se multiplican si no se corrigen a tiempo.