La vida sería más llevadera sin esa víscera de nombre corazón, dice aproximadamente Albert Camus, que en alguno de sus flancos podría quedar inscrito en los anales de la cardiología. La experiencia en corazones de este escritor argelino, que luego fue francés, se aplicaba en sus libros y en sus amantes, que eran más que sus libros. Don Albert era un experto en romper corazones, el suyo y el de sus mujeres. Estas podrían ser dos claves para entender mejor el acercamiento de Camus a los asuntos del corazón: ``El conocimiento del corazón humano sólo se adquiere a través de las desgracias y los viajes''. (¿no son a veces los asuntos amorosos un viaje desgraciado?). ``Morimos a los cuarenta años de un balazo en el corazón que nos disparamos a los veinte''. El corazón susceptible de romperse nos amarra a nuestra condición de animales frágiles. Platón, otro célebre cardiólogo, decía: ``si no tuviéramos corazón seríamos dioses''.
Como si traer esta víscera brincándonos en el pecho no fuera desventaja suficiente, la imagen del corazón roto inunda el planeta, aparece todo el tiempo en diversas situaciones y presentaciones, en el cine, en la tele, en los libros, en la música. La acaramelada Don«t Go Breaking my Heart de Elton John y Kiki Dee, contra la devastadora Heartbreaker de Led Zeppelin, y en medio toda una historia musical de corazones en pedazos, que va desde la obra con recursos para poner la carne de gallina, hasta el gimoteo atroz sin ningún recurso ni, desde luego, gallina alguna.
Aunque se trataba de un moro más bien básico, especialista en asuntos de guerra, Otelo era un cardiólogo notable; seguramente porque se limitaba a decir lo que Shakespeare escribía, y Shakespeare, como se sabe, no nada más era cardiólogo experto, también fue, en buena medida, el inventor del corazón.
Otelo, a punto de enloquecer de celos por las infidelidades de su esposa Desdémona, decide que si descubre alguna prueba no va a tener más remedio que echarla de su vida (aunque al final, en realidad, termine echándola de la vida). Como se sabe Yago lo ha inventado todo, y más adelante inventará también las pruebas que exige el moro. Pero a estas alturas Otelo, que habla siempre por la pluma de Shakespeare, dice una imagen bellísima del corazón que está a punto de romperse: ``Si yo descubriese que ella es un halcón montano, aún cuando tuviera por grillos las fibras de mi corazón, la soltaría con un silbido y la dejaría a merced del viento para que buscase su presa al azar''.
En estas líneas desmontables puede verse el corazón del moro, grande, rojo oscuro, de consistencia gelatinosa. Unos instantes después descubrimos que un halcón está posado en la parte superior de este corazón. Luego de un vistazo general a ese pájaro que tiene aires de Desdémona, observamos que en las dos patas trae unos grillos que lo amarran, por medio de unas fibras, que pueden ser cadenas, a la maquinaria del ventrículo derecho. El halcón se mueve en ocasiones. En lo que va de estas líneas se ha movido dos veces y hemos tenido la sensación de que las cadenas que unen al corazón con los grillos están a punto de desgarrar esa membrana que con toda propiedad se llama pericardio. Cada vez que se estira la membrana dan ganas de cerrar los ojos. Algún cardiólogo experto apuntaría ahora: el amor despierta en el corazón un ave, que cuando está inquieta, duele. Alguien, seguramente Shakespeare, dice luego de la anotación del cardiólogo, que lo que trae Otelo en el corazón es un halcón montano, y que este tipo de halcones, cuando su amo les chifla para que vayan sobre una presa, alzan el vuelo y no vuelven nunca, a diferencia de otros halcones que sí vuelven. A partir de esta situación pueden irse prefigurando varias conclusiones cardiológicas: hay que evitar que vuele el halcón; si vuela hay que procurar que no sea montano, o al revés, según convenga; la taquicardia son los primeros aleteos del halcón del enamoramiento. El halcón respira con cierto ritmo, la inhalación se llama técnicamente sístole y la exhalación diástole, ¿y si en vez de halcón fuera un cuervo?, ¿o un canario?
Regresemos a la escena anterior donde vemos que el halcón posado (si es que algo puede posarse sobre las garras) en el corazón de Otelo, se mueve nerviosamente y jala el pericarpio de una manera que invita a cerrar los ojos. El halcón se mueve porque el moro está en medio de una tormenta emocional que se resume en una sola decisión: chiflarle a su corazón para que se vaya volando. Desdémona. Ahora vemos, en una toma más amplia, la cara del moro. Sabe que su mujer lo ha engañado y que el corazón de todas formas ya está roto. Sin pensarlo más, chifla. El halcón toma impulso para salir volando. En un instante las cadenas que amarran al ave partirán en dos el corazón del moro. Evitemos el momento poniendo el punto final.