Juan Arturo Brennan
Ensamble Réal

El asistir a un concierto o recital en el Antiguo Palacio del Arzobispado puede ser, según se vea y se oiga, una experiencia desconcertante o un viaje sonoro con más facetas de las que uno pueda imaginarse. El entorno acústico en sí mismo es, al menos, contradictorio. Desde el interior del atractivo patio del palacio se escuchan simultáneamente los abominables neoconcheros del Zócalo, los numerosos vendedores ambulantes y merolicos de la Calle de Moneda, las pusilánimes autoridades y los incautos clientes que se pelean con los merolicos y los vendedores, el paso de algunos vehículos oficiales, el sobrevuelo de los helicópteros que vigilan celosamente el Palacio Nacional en un alarde más de paranoia. Y en el ex Arzobispado mismo, la estructura que cubre el patio suele quejarse con hondo lamento a la primera brisa de viento y la primera gota de lluvia, mientras que algunos grillos estratégicamente instalados en inaccesibles rincones del inmueble proporcionan un acompañamiento ostinato a cualquier música que allí se haga, un bordón natural ciertamente inesperado en un entorno tan hostil y degradado como el Centro Histórico de esta ciudad. Sin embargo, y a pesar de todo ello, el Antiguo Palacio del Arzobispado puede ser en ocasiones un buen sitio para escuchar estilos y repertorios musicales que no son usuales en salas de concierto más tradicionales de la capital. Es el caso, en general, de las sesiones de música antigua que suelen programarse ahí con alguna frecuencia, y en particular, del reciente concierto ofrecido por el Ensamble Réal, grupo francés dedicado a la música medieval.

Como suele ocurrir con este tipo de grupos, cada uno de sus miembros es un ejecutante múltiple que, por necesidad y por vocación, debe conocer y tocar numerosos instrumentos. Este grupo, en particular, trajo a México algunos instrumentos típicos de esta clase de ensambles, pero sorprendió la curiosidad visual y acústica del público con la presencia de otros que no se escuchan con frecuencia por estas partes. Tal fue el caso del organetto (también conocido como órgano portativo) insuflado y pulsado por Pascal Coté, el hurdy-gurdy manipulado por Christophe Tellart, y las gaitas, musetas o cornamusas sopladas por ellos dos y su colega Sébastien Benoit. Con estos instrumentos, algunas percusiones de mano, un par de cuerdas punteadas (el laúd de Frédéric Cottereau, el arpa gótica), los alientos propios del caso y sus voces, encabezadas por la de Miriam Andersen, el Ensamble Réal ofreció en el viejo Arzobispado un colorido y divertido concierto basado en obras del Ars Nova, en sus vertientes italiana y francesa. Esta música, cuando es interpretada con la soltura y la calidad lograda por el Ensamble Réal, asombra aún después de tantos siglos por esa peculiar combinación de sencillez y complejidad que va desde la purísima línea vocal única del canto llano hasta la compleja polifonía y retos rítmicos de un saltarello interpretado a tres cornamusas.

Entre estos dos hitos musicales, el Ensamble Réal interpretó con gran musicalidad y espíritu lúdico una serie de piezas religiosas, profanas, dancísticas, amatorias, etc., casi todas ellas anónimas, iniciando su recital con el canto del famoso y antiquísimo himno Ut queant laxis, de Guido d'Arezzo, con el que se dio nombre a las notas musicales, e interpolando algunos trozo bien conocidos del hit-parade medieval; tal es el caso, por ejemplo, del atractivo Lamento de Tristano, presente en numerosos conciertos y grabaciones de música antigua, y cuyo trazo melódico básico fue sabiamente utilizado por el compositor argentino Alberto Ginastera (1916-1983) en su estupenda ópera Bomarzo (1967), cuya acción está situada en la decadente y pervertida Italia renacentista.

Por lo pronto, este buen grupo francés de música antigua acaba de grabar su primer disco compacto, y tiene ya planeada la grabación de los dos siguientes. Considerando que sus miembros han colaborado con ensambles y músicos de la talla de Jordi Savall, Hesperion XX, Les Arts Florissants y William Christie, es de suponerse que tales grabaciones serán una interesante adición a la creciente discografía de la música medieval. Ojalá así sea.