Es correcta la propuesta de una alianza de todas las oposiciones para terminar de una vez con el viejo sistema político. No es ésta la primera vez que se presenta tal plan- teamiento, pero tampoco será la única en que el PAN la rechace: esta es una predicción.
El PRD no tiene prejuicio para hacer alianzas con Acción Nacional; siempre las ha buscado aunque sin ocultar las inmensas diferencias entre ambos partidos. El PAN, por su lado, considera que el PRD es un adversario mayor que el PRI. Veamos: El PRD nace de un movimiento democrático contra el sistema de partido-Estado con toda su corrupción y sostiene también un programa social. El PAN nace contra el Estado social y las reformas tendientes a reducir la concentración de la riqueza y el ingreso. Se trata, en efecto, de adversarios mayores. Pero, mientras que el PAN no quiere mandar a un plano secundario sus enormes diferencias con el PRD, éste se encuentra dispuesto a hacerlo con tal de eliminar el más grande obstáculo de la democracia nacional: el poder del PRI.
El PRD no está obligado a transitar el camino de la alianza de las oposiciones para impulsar la transición a la democracia, pero lo hace como algo más seguro que la acción individual. El PAN, en cambio, está muy cerca del Presidente de la República, quien podría ser, sin mayor problema, un militante de Acción Nacional, excepto por el insuperable vicio de hacer fraude en las elecciones.
Las transiciones, con frecuencia, requieren en cierto momento de grandes alianzas opositoras, aunque con la certeza de que éstas no duran, que cumplen su función y se deshacen más o menos pronto. A nadie en el PRD le gusta plantear una alianza con los líderes panistas, conociéndolos como se les conoce, pero el país la requiere por encima de otras consideraciones.
Si en México se hubiera ya completado la transición democrática, nadie estaría pensando en alianzas opositoras. En realidad, el factor que definió la última propuesta perredista para una coalición de todas las oposiciones fue el reciente fraude electoral en el estado de Guerrero, el cual anuncia el comportamiento del PRI en los próximos comicios, incluyendo los del año 2000.
Sin embargo, en su infinito cretinismo político providencial, Acción Nacional cree que los fraudes electorales de la nueva generación solamente se le aplican al PRD, pues éste se encuentra mejor implantado en las regiones más pobres del país, mientras en el norte no funciona igual la compra de votos. El PAN se equivoca una vez más. El abultamiento de votos mediante su compra afecta por igual a todos los partidos de oposición y, sobre todo, al país como tal.
Si al PAN no le parece bien la propuesta de Cárdenas para realizar unas elecciones primarias populares como medio para definir al candidato y redactar un programa mínimo de carácter democrático, entonces debiera proponer otro método para analizar el problema. Pero Felipe Calderón Hinojosa --quién había hablado del tema-- niega de un plumazo, tal como lo han hecho los dos candidatos a Presidente del PAN, la necesidad de analizar el asunto, dando así la espalda a las experiencias de concertaciones opositoras ocurridas en muchos países durante el siglo XX.
Las alianzas se realizan entre fuerzas diferentes y, con frecuencia, encontradas. La unidad de acción entre organizaciones y personas que tienen el mismo programa, o casi, es un encuentro más o menos natural. Cuando existe un motivo extraordinario y determinante de la situación, como una gran crisis nacional, una guerra con el extranjero o una transición democrática que no termina de definirse, como es la situación de México, entonces la alianza de los adversarios que coinciden en un solo punto fundamental es necesaria y enteramente válida desde el punto de vista del interés nacional y de la democracia.
Si el PAN se niega a analizar con seriedad el planteamiento de una alianza opositora, habrá definido con ello --una vez más, por si hubiera duda-- su actitud frente al sistema político priísta ineludiblemente vinculado con la corrupción.