Las elecciones ``primarias'' del PRI que Ernesto Zedillo anunció orondo en la ceremonia del 70 aniversario, rompiendo la ``sana distancia'' que decía tener con éste (4 de marzo), tendrían serios problemas pues como ese partido no tiene un padrón de miembros no puede haber una elección democrática interna, por lo que tiene que hacerse una elección abierta, la que sería contraria al artículo 147 de los estatutos pero facilitaría un proceso amañado, como los que se acaban de verificar en varias entidades, entre ellas el estado de México. Los posibles precandidatos son, por otra parte, de pasmo, por eso valdría preguntarse si realmente algunos de ellos aspiran a la investidura priísta.
1. La ``caballada'' de 1999 es la más flaca de los 70 años de historia del Revolucionario Institucional, y el ejemplo más evidente lo brinda Manuel Bartlett, ex gobernador de Puebla, a quien se señala en punta, y quien será el único que sepa si en algún momento soñó en serio que podría llegar a la investidura priísta, o si sólo se asumió como un peón más de Carlos Salinas, que ha sido el gran orquestador de la precampaña, pues como viejo mamut del priísmo no puede ignorar que no controla al aparato partidista ni a los sectores, que tiene el veto de Washington, del FMI y que, salvo en Puebla, no tiene mayor influencia en el Movimiento Territorial, por lo que su multimillonaria campaña no podrá llevarlo más allá de un acuerdo de caballeros para salvaguardar sus intereses personales y lograr un honroso tercer sitio en las primarias.
2. La (auto) candidatura de Roberto Madrazo, gobernador tabasqueño, quien parece más un serio aspirante a una celda en Almoloya que a la silla presidencial, además de ser una broma de pésimo gusto, evidencia mucho de lo que pasa, pues se sabe que está impulsada por él y por el presupuesto del gobierno de Tabasco, además de estar alentada por el hankismo y el salinismo, y apadrinada por misteriosos recursos que se lavan en la propaganda; como no tiene probabilidad alguna de llegar es evidente lo que busca: al igual que Manuel Bartlett, con la lógica de las planillas de los candidatos de la Facultad de Derecho de los años sesenta, sólo aspira a negociar la impunidad y los intereses de varios grupos muy típicos del nuevo sureste mexicano, sin importarle quedar en el último lugar de las primarias.
3. ¿Podría alguien tomar en serio en el PRI a Roque Villanueva?
4. La precandidatura de José Antonio González Fernández, secretario de Trabajo y Previsión Social, resulta evidente que es sólo para fungir como comparsa o figurante (como solía decirse antes), como ya lo hizo en el 97 en la capital, pues un curriculum se enriquece mucho con la mención ``ex precandidato presidencial''.
5. La postulación de la canciller Rosario Green sería a su vez de risa si no fuese porque es imprescindible por razones de género, por eso se sabe que no opondría resistencia alguna a figurar como la primera precandidata pues es el tipo de favores bien recompensados.
6. La lista muy difícilmente podría enriquecerse, sin embargo, como lo muestra el caso de Juan Ramón de la Fuente, titular de Salud, quien sería el principal beneficiario en la eventualidad remota del retiro de los famosos candados, y quien de no tener atrás de él todo el peso del ``sistema'' (es decir del dedazo) no haría más que el papelón en unas ``primarias''.
7. La obsesión de algunos grupos políticos priístas (y parapriístas) por detener a Cuauhtémoc Cárdenas, que lleva una amplia delantera en las encuestas para el 2000, los está llevando a propuestas descabelladas y el caso más sobresaliente es el del novelista y político Carlos Fuentes, que lo mismo brinda en privado por su amigo Pancho Labastida, que promueve en público a su cuate Jesús Silva Herzog Jr., conocido también como ``el Diamante Negro'', presentándolo como una alternativa nueva (El País, 3 de marzo), como si pudiera ignorarse que el citado Silva Herzog II fue colaborador de Salinas y que sus aspiraciones no pasan de ser un divertimento, de manera que al ser derrotado en las ``primarias'' podría ser candidato de alguno de los partidos bonzai (para seguir compitiendo).
8. El secretario de Gobernación, Francisco Labastida, en fin, a quien muchos creen ``el bueno'', posiblemente no lo sea y él lo sabe: por eso sólo está ahí ``en reserva de la República'', y no participaría para perder.
9. Esteban Moctezuma no tendría por lo mismo mayor problema en este escenario (con o sin candados) pues el programa Progresa, que él coordina, está imbricado con la estructura territorial del PRI y ha sido probado en varias elecciones internas, en las que la compra del voto ha funcionado de manera admirable para encubrir al dedazo.
10. El único suspirante del oficialismo que podría suponerse que suspira en serio y que, de quererlo, podría generarle un problema a Ernesto Zedillo y a su candidato en razón a que tiene una fuerza propia que luciría mucho en las ``primarias'', es Miguel Alemán Velasco, gobernador de Veracruz, quien como se sabe es visto con simpatía por Washington, tiene el apoyo de prominentes fuerzas económicas nacionales y trasnacionales y, sobre todo, podría convertirse en el candidato de una coalición de fuerzas viejas y nuevas del PRI que estarían dispuestas a negociar con muy diversos grupos y a desafiar en su favor a Manuel Bartlett, Roque y Madrazo, con lo que entonces si se pondría en riesgo la vieja tradición y, de no plegarse Zedillo, podría abrirse un conflicto de dimensiones impredecibles.
¿Puede alguien creer en este escenario en la democracia interna del PRI?