n Ninguna mención a los controvertidos candados
Y sí hubo línea del Presidente en el 70 cumpleaños del PRI
n Cuestionó Zedillo a quienes se adelantaron a los tiempos
Elena Gallegos n Ernesto Zedillo acudió al PRI a poner la casa en orden y a recobrar el espacio que muchos creyeron había cedido. El de su propio rol en la toma de "la decisión de las decisiones": el alumbramiento del candidato a la Presidencia de la República. En el cumpleaños número setenta del PRI la línea fue que sí hubo línea. Todo lo demás era lo de menos.
Lo que sí importó es que en su calidad de "primer priísta", el Presidente llegó a la sede de su partido a marcar sus tiempos y sus formas para el proceso. Lo atestiguaron tres de sus antecesores, Luis Echeverría Alvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado, en su momento, prototipos del autoritarismo de un México que, según se vio, no acaba de irse y a quienes sus correligionarios premiaron con el aplauso de la nostalgia.
Entre los casi mil quinientos priístas que alcanzaron un lugar en el auditorio Plutarco Elías Calles, la única figura ausente, no convocada, no invocada, fue la de Carlos Salinas de Gortari. ƑNo se envió alguna invitación a La Habana?, punzó alguien. Mariano Palacios Alcocer no dudó: šNo, ninguna! Hubo otras interpretaciones: el hombre que intentó convertir al PRI en su propio partido, el de la Solidaridad, no fue invitado a esta fiesta como no será convidado a la siguiente: la que culminará con el parto.
Y como ayer en el cumpleaños del PRI la línea fue que sí hubo línea, y como en ese definir de futuros no se habló de los candados, los hacedores de pronósticos ubicaron como puntero a Francisco Labastida Ochoa, le dieron a Esteban Moctezuma el beneficio de la duda y consideraron que Manuel Bartlett y Roberto Madrazo recibieron sendos mensajes del primer priísta del país.
Los precisaron: para Bartlett, cuando el Presidente explicó que se equivocan quienes, por ingenuidad o porque maliciosamente pretenden una ventaja indebida, torcieron el sentido de su compromiso de no designar al candidato del PRI.
Manuel Bartlett, el adusto
0Un adusto Bartlett quien en este punto no se sumó a los aplausos se negó a comentar la expresión del Presidente, aunque defendió: "Que no haya dudas... seré candidato". Por la noche, la televisión comenzó a difundir los spots de su oferta.
Para Roberto Madrazo, cuando Zedillo condenó el uso de recursos públicos en promociones personales. "šA mí no me queda el saco! Habría que preguntarle al señor Fox", se sacudió más tarde el gobernador de Tabasco y adelantó que "hoy más que nunca" se mantenía como aspirante.
En el foro no se montó presídium, un atril, que más parecía módulo de información, pero eso sí dotado de telepronters; una frase de fondo, "Unidos vamos al 2000"; dos pantallas que agrandaban los rostros de los oradores presidente y líder, y la réplica de las imágenes que plasmó Siqueiros en el mural La Revolución porque, a fin de cuentas, deseaban dejar constancia del no olvido de los orígenes.
Y aunque a lo largo de sus discursos, tanto Zedillo como Palacios Alcocer mencionaron en 64 ocasiones la palabra democracia, en sus distintas connotaciones, muchos de los políticos que se ilusionaron con la posibilidad de cambiar radicalmente los modos llegaron a soñar incluso con una elección directa y se tendrán que conformar con una especie de convención se fueron a sus casas con la extraña sensación de que, con otras formas, todo volvería a ser lo mismo.
"La densidad del país de un solo hombre", parafraseó a Enrique González Pedrero uno de los inconformes.
Algunos más, siempre en el anonimato, fueron crudos: "Pues sí soltó un legislador, el Presidente nos vino a recordar su derecho a decidir. Nos vino a decir que sí se cortó el dedo... pero que ya no lo vuelve a hacer ƑY qué..?"
Otra de las palabras que habría de repetirse con insistencia 22 en total fue "unidad". La premisa era una: "šLos priístas unidos no tenemos rival que nos detenga!" La contundencia con la que la frase fue dicha por el líder, los metió en la adelantada euforia del triunfo.
Sabedores de que se daría el banderazo de salida aunque algunos ya se habían encarrerado y quién sabe si lo de ayer los detenga, prestos al apoyo y a la ovación, los priístas se levantaron de madrugada para separar un lugar en primera fila. Hubo quienes, como Manlio Fabio Beltrones, enviaron a un propio a que les apartara el asiento. Renovadores y reflexivos se citaron temprano para llegar en bola.
El punto de reunión fue el Samborn's de Insurgentes, justo enfrente del partido. A las siete de la mañana ya estaban ahí, pero como el servicio comienza a las siete y media, tuvieron que aguardar. Por eso, cuando se abrieron las puertas, desmañanados, hambrientos, ansiosos, entraron en tropel, cosa que les sale muy bien. Después se formaron en una larga fila para pasar los controles del Estado Mayor Presidencial.
No habrían de faltar los incidentes: fueron muchos más los priístas que los lugares en el auditorio. Siempre pasa. Hesiquio Aguilar se quedó afuera. También varios de los acompañantes de Miguel Alemán. Al senador Amador Rodríguez Lozano no lo dejaban entrar. Pero se puso bravo, aventó una puerta y le recriminó a quien le obstruía el acceso: "šSoy un senador de la República. Esta es la casa del PRI, no la de ustedes (refiriéndose al Estado Mayor Presidencial)". Hubo incluso quienes se sintieron maltratados porque su lugar estaba en gayola y mejor se marcharon antes de que todo comenzara.
Comisionado por su partido, Oscar López Velarde se fue a San Jerónimo a recoger al ex presidente Luis Echeverría. Obsesivo como es, Echeverría le pidió que muy tempranito fuera por él. Tanto que le dio tiempo para desayunar jugo y huevos tibios, también en Samborn's.
Ya en el partido, Echeverría habría de recibir la más acalorada bienvenida. Genio y figura, el ex presidente no se dio abasto para estrechar manos, hacer citas, recordar momentos y repetir, como en automático y a manera de saludo, su "šarriba y adelante!"
Estaba tan contento que se dirigió con efusividad a Carlos Armando Biebrich, aquella "joven promesa" que hubo de truncar su carrera y dejar la gubernatura de Sonora cosa que le debe precisamente a Echeverría, a raíz de que le hicieron estallar un conflicto agrario, situación que operó Augusto Gómez Villanueva, quien un poco atrás observó el encuentro.
Y es que Biebrich había cometido un error imperdonable en ese México que no acaba de irse: jugársela con el hombre equivocado, con Mario Moya Palencia. Cuentan que a petición expresa de López Portillo, quien estaba unos metros adelante y quien en aquella época se sintió desairado por Biebrich, Echeverría tuvo que deshacerse del "impertinente". Entonces no importaba el costo. Así fuera en vidas. Ayer: šla desmemoria!
A los setenta años del PRI, los militantes se olvidaron también de la crisis que les heredó López Portillo. Enfermo, cansado, el hombre que acuñó frases como la del "Fiel de la balanza" refiriéndose al papel protagónico, único, del presidente en la designación del sucesor, y al que le endilgaron lo de la Colina del perro, por aquello de que defendería el peso como tal, pudo disfrutar los aplausos que desde todo el salón se hicieron oír para reconocer su presencia.
López Portillo lloró. Lloró como lo hizo cuando fue presidente y pidió perdón. Lloró. Su fiel guardaespaldas, en un momento especialmente conmovedor, hubo de limpiarle las lágrimas que le corrían por las mejillas. Para eso, desabotonó el saco de su jefe, sacó su pañuelo y, con él, le secó el rostro. Obsequioso, Leonardo Rodríguez Alcaine llevaba un saco verde que hizo recordar por qué le apodaban El Periquín atendía al ex presidente.
Y, de plano, en el perdón, los priístas festejaron con igual gusto la presencia de Miguel de la Madrid, a quien la vieja clase política señala como el responsable de haberla desplazado para colocar a los muchachos formados en el extranjero y a quien culpan también de haberles impuesto a un hombre como Salinas, con todo el costo político que, el sistema y el PRI, han pagado por ello.
Para el anecdotario: a la entrada del auditorio y como José Angel Gurría los requisitos de elegibilidad lo inhabilitan se equivocó de pasillo, al tiempo que hacía a un lado el cordón para que pudiera regresar al camino correcto, Francisco Labastida jugó: "šLe estoy quitando los candados!"
En punto de las nueve de la mañana, la hora convenida, los priístas aclamaron al presidente Zedillo. Agil, éste brincó al estrado y, a dos manos, agradeció.
Vinieron después las palabras. La aparición de Mariano Palacios Alcocer tras el atril provocó una larga ovación de pie. Le tomó media hora al dirigente sintetizar el pasado y hacer futuros.
Auxiliado por el telepronter, el Presidente leyó durante cuarenta y cinco minutos las tesis que preparó para el cumpleaños. Saludó acusaron la señal quienes desde hace semanas se preparan para el relevo "con entrañable afecto" a Palacios Alcocer y se dio a la tarea de explicar qué quiso decir con aquello de la sana distancia y en qué consiste su compromiso de no designar al sucesor. Compromiso que, se sabe ya, no implica que no se meta, quede marginado o se mantenga ajeno, indiferente.
"Como militante de toda mi vida y como el priísta que he obtenido, y lo digo con mucho orgullo, la mayor votación en la historia del país (17 millones de sufragios), tengo pleno derecho y toda la autoridad moral y política para opinar sobre las características del proceso"... Y opinó.
Esto en dos tiempos. La asamblea contuvo la respiración en el momento en el que Zedillo reiteró que no designará candidato y, emocionada, interrumpió la oferta con aplausos. Se hizo otra vez un silencio que habría de romperse con un "špero..!"
Una vez aclaradas las cosas, entre gritos de "šeso es todo, Zedillo!", el Presidente se despidió de sus antecesores. šMucho gusto!, les dijo y con una sonrisa que le llenaba la cara, abordó la Suburban que lo llevó de regreso a Los Pinos.
ƑEl Presidente vino a reivindicar su derecho a decidir? le preguntaron a Palacios Alcocer.
No, vino a reiterar que no impondrá sucesor, que los priístas lo vamos a elegir convino.
ƑLa sana distancia es más corta que nunca? le insistieron.
La sana distancia la marca la Constitución reviró.
El escenario de Esteban Moctezuma
Sin embargo ni siquiera habían abandonado aún la explanada de la sede del Revolucionario Institucional, los seguidores de los distintos presidenciables leye- ron a conveniencia el mensaje. Y como tampoco se aludió a los candados, en voz queda comenzaron a cruzarse las apuestas: "šEl beneficiario es Francisco Labastida!", observaban unos. "šNo, se está montando el escenario para Esteban (Moctezuma)!", defendían otros.
Y como Labastida se retiró enseguida, muchos, muchos más se acercaban al secretario de Desarrollo Social quien como nunca se dio todo el tiempo del mundo para ofrecer entrevistas, lo rodeaban, lo apapachaban y él, eso sí muy chapeado, se dejaba querer.
"šEsto pinta muy bien!", repetía Esteban a cuantos se le ponían por delante.
En el cumpleaños del Partido Revolucionario Institucional, en el que Palacios Alcocer llamó una y otra vez a Zedillo "compañero Presidente", la línea fue que sí hubo línea. Ernesto Zedillo reivindicó su derecho y su autoridad moral para intervenir "en la decisión de las decisiones".
Los tiempos comenzaron a correr, las apuestas a cruzarse y, seguramente, como cada seis años, se colmarán las antesalas de quienes parecieron posicionarse ayer para la grande. Todo lo demás será lo de menos.