En el año 999, mientras la humanidad se aprestaba a iniciar el segundo milenio, corrieron, como desbocados jinetes del Apocalipsis, toda clase de rumores sensacionalistas. La superstición popular afirmaba, con precisión prácticamente científica, que nada bueno podía esperarse del 999, un año que llevaba en las entrañas el número del diablo. Sin embargo, los temerosos de Dios no ofrecían mejor alternativa: aseguraban que el nuevo milenio marcaría el advenimiento del Anticristo, el juicio final, el fin del mundo. Ahora, un milenio después, una humanidad igualmente crédula y paranoica, pero inoculada con la soberbia de la tecnología, anuncia de nueva cuenta el fin del mundo, esta vez a manos de un moderno ``príncipe de las tinieblas'' emboscado, con el don de la ubicuidad, en el disco duro de todas las computadoras del planeta: Y2K, a un tiempo las siglas en inglés del año 2000 y la abreviatura internacional para describir al virus electrónico que podría paralizar toda la información digital del planeta.
Resulta que, por falta de espacio en la memoria, las primeras computadoras fueron programadas para mostrar los dos últimos dígitos del año en curso, o sea 99 en vez de 1999. Por razones que sólo pueden atribuirse a un descuido criminal o, en el mejor de los casos, a ignorancia supina, hoy día, cuando las computadoras disponen de memoria prácticamente ilimitada, los programadores (un grupo de sabihondos a quienes la cultura popular imagina idiotizados frente a una pantalla consumiendo cantidades industriales de pizza con refresco de cola) han continuado programando al año en curso con dos dígitos. ¿Qué pasará, entonces, en el año 2000: el fatídico Y2K en la jerga informática y financiera? Casi nada : que las computadoras y cualquier otro mecanismo a base de microprocesadores marcarán el advenimiento del año 2000 como 01/01/00. Esto, afirman los expertos, provocará la parálisis de innumerables funciones de las computadoras y podría ocasionar, entre otras calamidades, fallas en los reactores nucleares y en los sistemas telefónicos, señales equivocadas en los sistemas de misiles intercontinentales y apagones generalizados en el próximo invierno. (Amén del caos apocalíptico que se espera en el sistema bancario internacional). El problema es perfectamente entendible porque, después de todo, ¿qué significa 01/01/00: primero de enero del primer milenio de la era cristiana, o primero de enero del año 1000, el inicio del segundo milenio? O, como en efecto será, primero de enero del año 2000? Este embrollo es suficiente para confundir a cualquiera. Vaya, inclusive a las computadoras.
También habrá una pléyade de molestias personales, porque la lista de mecanismos a base de microprocesadores es interminable. Además de las computadoras (u ordenadores, como usted prefiera), vienen a la mente automóviles, cámaras fotográficas, aparatos electrodomésticos, radios, alarmas contra robo e incendio, televisores y relojes. Todo aquello que afecta sustancialmente nuestra forma de vida. Olvídese de viajar: las reservaciones para su segunda luna de miel estarán inconvenientemente confirmadas para el 2 de marzo de 1900. Por eso los profetas del día del juicio aseguran que el mundo llegará a punto muerto. El primero de enero del año 2000, después de la resaca del siglo (o, más bien, del milenio), no funcionarán la cafetera automática ni el refrigerador, ni el agua (en los afortunados países donde ese líquido se suministra por computadora). ¡Imagínese!
Bromas aparte, el tema es delicado. Un reporte presentado recientemente ante el pleno del Senado estadunidense sobre la reprogramación de todas las computadoras públicas comenzó ominosamente refiriéndose al ``virus del milenio'' (Y2K): ``Este año enfrentaremos uno de los más serios y potencialmente devastadores problemas que ha sufrido la nación''. Sin embargo, en comparación con la fiebre del Y2K en Europa y Estados Unidos, los mexicanos estamos tranquilos. ¿Por qué no? En México las únicas bombas que podrían estallar en 01/01/00 son las políticas y, en cuanto al sistema bancario (el tema de mayor preocupación en el exterior), el deseo ferviente sería que el ``virus del milenio'' destruyese toda la información del Fobaproa. En pocas palabras, una nueva caída del sistema.