La Jornada viernes 5 de marzo de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

Ayer tomaron cuerpo los riesgos de la división priísta rumbo al 2000.

El discurso del doctor Zedillo pronunciado en el acto de aniversario del tricolor, y el mecanismo anunciado para elegir a su candidato presidencial, establecieron emplazamientos políticos trascendentes, inevitables, frente a las cuales los militantes opositores al neoliberalismo y el tecnocratismo, los críticos internos deseosos de más democracia, y los precandidatos no zedillistas deberán obligadamente definirse y actuar.

Y es que ayer, de manera clara, el presidente Zedillo trazó una estrategia de exclusiones dedicada a Manuel Bartlett y a Roberto Madrazo, a los grupos críticos internos y al ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

Nada de asamblea; mejor la inducción temprana

Pero además, y sobre todo, anunció su decisión de retomar públicamente el control del proceso sucesorio, sustituyendo las expectativas de una asamblea nacional participativa y democrática por un mecanismo de artificio e ilusionismo que mediante elecciones regionales primarias, y un ``recuento'' secundario, le garantizarán (aunque el discurso oficial de ayer diga lo contrario) la posibilidad de instalar la candidatura presidencial deseada (sinaloense, según todas las crecientes evidencias).

Dicho en pocas palabras, el presidente Zedillo se reinstaló ayer el dedo de las grandes decisiones y, con él en alto, trazó la ruta que el PRI deberá seguir para llegar a la meta final en la que encontrará el nombre del candidato que desde ahora ya se ha decidido.

Esa recuperación de la tradición del dedazo (envuelta en nuevas formas: el mismo producto aunque con otra etiqueta) generará inconformidades y revueltas internas que muy probablemente lleguen a la escisión.

La oportunidad de Echeverría

Pero vayamos por partes. Con el uso de la imagen de tres ex presidentes vivos presentes en la reunión de ayer, el presidente Zedillo hizo evidenciar la virtual exclusión partidista del gran ausente, del innombrado Carlos Salinas de Gortari.

En ese planteamiento deseoso de aparentar la unidad de los buenos contra los malosos, Luis Echeverría ha creído encontrar un buen camino para volver a hacer política.

Reunido en la víspera con los integrantes del Grupo Galileo, se manifestó en favor de una consulta abierta para elegir candidato presidencial. En la reunión de aniversario de ayer fue el ex mandatario que más aplausos recibió.

¿Recuento querrá decir volver a contar un cuento?

En sentido contrario, Manuel Bartlett y Roberto Madrazo resultaron poco favorecidos por las instrucciones presidenciales dadas a conocer ayer en materia del proceso de elección de candidato para el 2000.

Bartlett prefirió reservar su opinión para el día de hoy, pero es obvio que el hombre al que se le cayó el sistema en 1988, el priísta ganador de mil batallas mediante el auxilio de las artes de la transmutación del plomo en oro, nada bueno puede encontrar en el mecanismo de elecciones primarias, y de un posterior recuento (¿esta palabra también querrá decir volver a contar un cuento?).

Si alguien sabe que el aparato partidista de los estados está al servicio de los gobernadores, que a su vez están atentos a las órdenes recibidas de Bucareli o de Los Pinos, es el ex secretario de Gobernación.

En ese esquema, es evidente para un hombre conocedor de las entrañas del sistema que las tales elecciones primarias, y el tal recuento, son una forma disfrazada de ir induciendo resultados y de dirigir un proceso hacia el final deseado.

Un saco hecho por el primer sastre del país

Madrazo, por su parte, había recibido un día antes un indicio de las malquerencias que en su contra se refuerzan.

La Comisión de Vigilancia de la Contaduría Mayor de Hacienda, presidida por el panista Fauzi Handam, aprobó la propuesta del PRD de auditar el ejercicio de los gobiernos de Guanajuato y Tabasco para saber si acaso los recursos federales se hubiesen desviado en 1997 con fines electorales o en campañas de proselitismo de los gobernadores Vicente Fox y Roberto Madrazo.

Ayer, en su discurso, el presidente Zedillo envió otra señal hacia la Quinta Grijalbo: las reglas de selección de candidatos priístas deberán considerar, entre otras, que ``en particular, se debe penalizar severamente el uso de recursos públicos con fines de promoción personal''. Madrazo dijo que no le quedaba el saco dibujado con precisión por el primer sastre del país.

Del dicho al dedo hay un gran trecho

El planteamiento hecho ayer por el doctor Zedillo tiene dos elementos. Uno, para efectos publicitarios, es la declaración de que él no designará al candidato del PRI a la Presidencia. Tan firme postura ha sido de inmediato matizada con el agregado de que, sin embargo, aplicará su autoridad moral y política para que el proceso de selección (liberado así a las fuerzas de la democracia interna) sea justo, ordenado, transparente y democrático.

Pero las palabras libertarias no coinciden con el planteamiento práctico. La elección del candidato, se explicó, deberá provenir del voto ``popular, individual y secreto'' de los militantes en activo y de los simpatizantes priístas.

¡Ojo: mucho, pero mucho ojo...!

Luego, después de que se haya manifestado esa ``voluntad popular'' (que en realidad será la voluntad de militantes activos y de simpatizantes priístas) en favor de precandidatos, se tendrán ``representantes'' que llevarán sus votos ``a un recuento final''. ¿Recuento o elección? El Presidente dijo recuento, donde (y como diría el comercial de televisión: ojo, mucho ojo) ``también habrá espacio para que se exprese la voluntad de la estructura sectorial y territorial del partido''. Es decir, lo que diga la ``voluntad popular'' será equilibrado y orientado por el Parque Jurásico.

Y, otra vez, ojo, mucho ojo: ``Nuestro proceso debe propiciar que se vaya construyendo progresivamente un consenso democrático, a partir de las mayorías locales, y que culmine en un acto de unidad indiscutible''.

Candidato de consenso democrático e unidad indiscutible

Allí está dicha la verdad: el candidato del PRI saldrá de elecciones regionales primarias controladas por los gobernadores, los precandidatos tendrán delegados conforme a los votos recibidos en cada entidad, luego habrá un ``recuento final'' y de allí se pasará de ese juego de apariencias al tamiz de las estructuras sectorial y territorial, para llegar no a una elección sino a un ``consenso democrático'' que produzca un candidato ``de unidad indiscutible''.

Para tales efectos, el Presidente instruyó a su partido (sin memorándum de por medio) para que ``a más tardar en la primera quincena de mayo próximo, y al cabo de las deliberaciones y consultas que corresponda'', se emitan ``las reglas, los tiempos y las características del proceso de selección democrática''.

¿Qué pasará con Bartlett y Madrazo? ¿Cómo tomarán el asunto los renovadores, reflexivos y demás críticos? ¿Qué sucederá con los candados y sus esperanzados beneficiarios? ¿Cuánta validez tiene el nuevo posicionamiento priísta de ser un partido ``progresista''? ¿Por qué el Presidente dedicó una gran parte de su discurso a criticar y responder a planteamientos identificables con el PRD? ¿Creerán el Presidente y el PRI que el enemigo es el partido del sol azteca y el aliado el PAN?

No se pierda los siguientes capítulos de esta telenovela que apenas está entrándole a lo mero bueno... Hasta el lunes, en esta columna a la que le ha encantado el uso de la palabra ``recuento''...

Astillas: Ayer, otro tropiezo, aunque menor: el secretario Labastida Ochoa se enredó con un cordón separador de espacios en el auditorio priísta donde habló el presidente Zedillo. Atento al traspié como no lo estuvo antes con su colega De la Fuente, José Angel Gurría bromeó diciendo que el secretario de Gobernación estaba ayudando, con tales empujes derribatorios, a quitar los candados... Este domingo, el clásico de clásicos, entre un América que lleva paso de campeón y un Guadalajara que no está en su mejor momento.

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