n Con Fox al frente, el neopanismo consolida su hegemonía

Tecnócratas y ortodoxos se disputan el control del PRI

n La permanencia o apertura de candados, eje del combate interno

Enrique Méndez /I n Subordinado a la voluntad presidencial y a la elite gubernamental, a la que ha respaldado aun en decisiones erróneas por las que ha pagado en las urnas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se dispone a celebrar el jueves 70 años de existencia, asumiéndose como "la experiencia política más exitosa del presente siglo", cuando tiene pendiente la elección de su candidato a la Presidencia de la República, en un proceso en el que se avecina una nueva confrontación entre tecnócratas y ortodoxos.

Batalla que, dicen los priístas de la vieja guardia, podrían ganar ellos, y que gira en torno a sostener, contra todo, los requisitos de elegibilidad (candados) impuestos por la 17 asamblea de septiembre de 1996, que continúan dejando fuera del juego por la sucesión a quienes sus adversarios dentro del partido siguen llamando, despectivamente, "tecnócratas sin oficio político".

Ala que, siendo mayoría dentro del gabinete de Ernesto Zedillo, está sujeta ahora a la voluntad de los políticos-políticos, que empezaron a ser desplazados paulatinamente del poder hace tres sexenios, con la postulación de Miguel de la Madrid Hurtado como candidato a la Presidencia.

Esta vez, la guerra ųacotan dirigentes del partidoų es propiciada o al menos permitida desde Los Pinos, pues pocos creen que los secretarios de Estado que han exigido la eliminación de dichos requisitos (José Angel Gurría, Juan Ramón de la Fuente, Carlos Ruiz Sacristán, José Antonio González Fernández y Francisco Labastida Ochoa, aunque este último sí ha tenido un cargo de elección popular) actúen por iniciativa propia, sin la autorización presidencial.

Seguidores de la candidatura de Labastida Ochoa aseguran que el Presidente ha lanzado al resto de los secretarios de Estado a expresarse a favor de la apertura de los candados para evitar que los reflectores se centren en el secretario de Gobernación.

Empero, dicen, esto lleva a un desgaste innecesario de los funcionarios, a quienes no sólo la oposición golpea, sino también la dirigencia del partido. El ejemplo más contundente ocurrió cuando la cúpula priísta reprochó a Juan Ramón de la Fuente, secretario de Salud, haber declarado: "Van a quitar los candados", siendo que él no es priísta.

Enfrente, los tecnócratas tienen a un grupo compacto de políticos de carrera ųdos de ellos integrantes del tristemente célebre sindicato de gobernadores del salinismoų que se dicen dispuestos a ir "por todo": Manuel Bartlett Díaz, quien en 1987 como secretario de Gobernación participó en la "pasarela de tapados" organizada por el partido; Roberto Madrazo Pintado, gobernador de Tabasco próximo a solicitar licencia al cargo, y Humberto Roque Villanueva, director de Aseguradora Hidalgo y ex dirigente nacional de ese partido, quien expone: "En el momento que reivindique mi condición de ex presidente del PRI, voy a tener una enorme corriente de simpatía que va a sorprender muchísimo".

Los partidarios de Labastida Ochoa en el PRI aseguran que el único de ellos que representa una seria preocupación es Bartlett Díaz. Manuel El Meme Garza no se complica la existencia y asegura a sus correligionarios y a todo el que lo quiera escuchar: "Sólo hay tres precandidatos: Manuel Bartlett, Roberto Madrazo y el que va a ser..."

El caudillo y su última sombra

Concebido por sus fundadores Plutarco Elías Calles; Manuel Pérez Treviño (ambos militares de carrera); Basilio Vadillo, profesor normalista, y Luis L. León, ingeniero, como una necesidad para "controlar la opinión y respaldar después a los gobiernos", así como elegir a un nuevo aspirante presidencial luego de la muerte del candidato electo Alvaro Obregón, actualmente el PRI se considera como el partido que "cambió a México" y logró evitar que el país "cayera en la anarquía".

Asesinado por José de León Toral, Alvaro Obregón fue considerado por sus correligionarios como "el genio militar de la Revolución y su caudillo máximo", el último de hecho. En su discurso del 1o. de marzo de 1929, al inaugurar la convención constitutiva del Partido Nacional Revolucionario (PNR) ųel "abuelo" del PRIų L. León clamó: "...la Revolución, que siempre había contado con jefes, que siempre había contado con caudillos, llegó a su mayoría de edad, carece de tutores. Ahora nosotros hemos entrado a la mayor edad (sic). Ya no tenemos la sombra de sus grandes figuras (Obregón y Elías Calles), ni el peso de su personalidad, ni el consejo de su gran talento para resolver nuestra situación".

Previamente, Elías Calles había manifestado ante el Congreso, en su último informe, que México debía procurar "pasar, de una vez por todas, de la condición histórica del 'país de un solo hombre' a la de 'nación de instituciones y de leyes'".

Así, el 1o. de diciembre de 1928, el Comité Organizador del PNR, aseguraba, entre otros puntos de su primer manifiesto: "...si hoy logramos organizar partidos estables, y que representen las distintas tendencias de la opinión del país, salvaremos a la República de la anarquía a que pueden llevarla las ambiciones puramente personalistas y habremos establecido las bases de una verdadera democracia".

Más tarde, en la convención de Querétaro, los caciques, líderes de partido y militantes que participaron en la asamblea constitutiva firmaron un Pacto de Unión y Solidaridad ųacuerdo que, 70 años después, insisten sectores del actual PRI, es necesario para evitar una confrontación por el poderų en el que se comprometieron a permanecer "dentro de la disciplina" del PNR.

Nace la maquinaria

El 5 de marzo de 1929, un día después que se declaró fundado el partido como un instituto político que estableció "el primer mecanismo para la transmisión política del poder", se declaró que el candidato del PNR sería Pascual Ortiz Rubio. Con él, además, surgieron las denominadas "candidaturas de unidad".

La maquinaria, nueva, recientemente aceitada, se echó a andar por primera vez. El "voto mayoritario" de los mexicanos favoreció a Ortiz Rubio, quien ganó las elecciones de 1929 ųdurante el interinato de Emilio Portes Gilų con un millón 947 mil 848 votos, 93.55 por ciento del total de sufragios emitidos.

No había competencia. Los otros dos candidatos registrados para las elecciones presidenciales, José Vasconcelos, por el Partido Antirreelecionista y Democrático Nacional, con 110 mil 979 votos (5.32 por ciento), y Pedro Rodríguez Triana, por el Bloque de Agrupaciones Obreras y Campesinas-Partido Comunista, quien obtuvo 23 mil 279 votos (0.11 por ciento), quedaron muy lejos.

En las siguientes seis décadas, el partido mantuvo su hegemonía, ausente de la geo-grafía política una oposición sólida; pero entre 1987 y 1988 el tricolor enfrentó su primera gran disidencia, la de la Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo ųposteriormente al Frente Democrático Nacional (FDN)ų, así como a uno de los candidatos más fuertes en la historia de Acción Nacional, Manuel J. Clouthier.

En ese año, por primera vez la maquinaria comenzó a rechinar; empero, la caída del sistema ųatribuida a Manuel Bartlett Díazų garantizó que el otro sistema, viejo, caduco, se irguiera, nuevamente, triunfante. Ahora, empero, el PRI ya no tiene la mayoría de la Cámara de Diputados y la oposición gobierna nueve entidades, además que el PRD arrasó en 1997 ų"año del gran desastre"ų en el Distrito Federal.

En ese contexto, el PRI llega a sus 70 años, añorando su era de hegemonía, y ante el reto de admitir, como lo sugiere la Corriente Renovadora, que necesita con urgencia emprender su refundación ų"reforma", piden otrosų para asegurar su permanencia en el poder.