n Antonio Gershenson n
Electricidad: alternativas
Debería estar en el centro de la discusión sobre la iniciativa de reformas en materia de electricidad lo siguiente: Ƒqué problemas limitan el crecimiento de esta industria, y qué se debe hacer para resolverlos? De ahí se vería qué cambios se requieren, y en qué ámbito se localizan: en la Constitución, en la ley, en el reglamento o en su aplicación.
Durante años, no se inició ninguna nueva planta, porque el marco jurídico de la reforma legal de 1992 estaba incompleto, y los primeros ensayos para ponerlo en práctica no funcionaron. Luego, empezó a operar una de las cuatro variantes de participación privada que establecía esa reforma: el productor independiente de energía (PIE). Primero Mérida III, y luego otras plantas, fueron concursadas y asignadas a empresas privadas. Esto contribuye a atenuar el rezago de los años anteriores. Pero las otras tres opciones ųcogeneración, autoabastecimiento y pequeña producciónų han tenido muy poca aplicación, a pesar de que esquemas similares han funcionado: Electricidad de Francia es la paraestatal de ese país que, por cierto, ha ganado los concursos de dos plantas aquí en los últimos meses, lo cual pone en duda el que una empresa pública deba necesariamente ser ineficiente. Esa entidad compra energía excedente a industrias que practican formas similares de generación, como el aprovechamiento del calor, de sus procesos industriales para generar, además, electricidad, de la cual una parte es utilizada en la misma industria. Y en México, las publicaciones oficiales anteriores al anuncio de la reforma han señalado un gran potencial en estas formas de generación por particulares. Además, municipios y gobiernos estatales o locales han mostrado interés en ahorrar en sus pagos de energía mediante el autoabastecimiento.
Veamos algunos de los principales elementos que han dificultado el avance de los proyectos englobados en estas tres opciones. Uno de ellos, muy claro, es el hecho de que las tarifas de cobro por la conducción de la electricidad, entre la planta generadora y el punto de consumo, son muy difíciles de prever. No hay un precio claro, sino reglas complicadas para definirlo. A cada caso se le tiene que hacer un estudio, una especie de traje a la medida. Este elemento de incertidumbre frena las inversiones.
Otro elemento ha sido el que cada proyecto haya dependido de una especie de visto bueno de algún funcionario, o a veces más de uno, de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Y resulta que ese o esos funcionarios, por evitar competencia con esa misma entidad o por las razones que se quiera, han decidido, en más de una ocasión, que nada de eso es viable, o bien han dejado las cosas sin respuesta a lo largo de los años.
Otro más ha sido el muy bajo precio que la CFE ha pagado por los excedentes generados por particulares, bajo especialmente en comparación con los precios cobrados por algunas tarifas.
Ninguno de estos obstáculos está en la Constitución ni en su Ley Reglamentaria. Tienen que ver con una restructuración de la industria eléctrica; con la separación de la generación, por un lado, y por otro de la operación de la red eléctrica, cuya entidad titular compraría la energía: con la eliminación de las facultades absolutas y discrecionales de los funcionarios, con la autonomía de operación de la empresa pública y con la simplificación de las reglas de operación y de las tarifas en particular. Las soluciones están, también, en el campo del aumento de las facultades fiscalizadoras y de control por parte del Congreso, al tiempo que se retira la tutela de Hacienda sobre las entidades públicas.
El problema en este ámbito de la discusión, de abordar los problemas con un proyecto de cambio constitucional, y todavía a estas alturas del sexenio, es que se deja de lado la verdadera solución en lo que queda del actual gobierno; se introduce otra discusión, sumamente conflictiva, en torno a un camino de muy dudosa viabilidad política, no sólo por la fuerte resistencia que despierta a nivel nacional, no sólo por la desconfianza nacional a raíz del resultado de anteriores privatizaciones, sino porque en el plano internacional el ultraliberalismo queda cada vez más en el pasado, y por los pobres resultados de experiencias que se habían puesto como ejemplo para México. Próximamente abordaremos los PIE, la distribución y otros temas importantes.