n Angeles González Gamio n

Un hueco en el corazón

Un hueco en el corazón del Centro Histórico deja la muerte de Socorro Herrera, uno de los personajes más queridos de La Merced. Socorrito, le decíamos con gran cariño los amigos y clientes que acudíamos con frecuencia a La Zamorana. El tesón y la entrega de las sucesivas generaciones lograron formar un próspero negocio que, ya en manos de Socorrito, cristalizó en la adquisición y restauración de la casona del siglo XVII, que habían ocupado desde sus inicios, situada en la calle Jesús María 122.

Entre los principales atractivos de La Zamorana se encuentran las maravillas de papel picado, muchas de las cuales fueron diseños de la dueña; como los manteles, inspirados en los que tejía hábilmente con gancho. A éstos se suman coloridas macetas con flores voluptuosas, palmeras, globos de Cantoya, švestidos para dama! y, desde luego, los adornos alusivos de cada temporada: festones, banderines, campanas para las fiestas patrias, todo en alegre tricolor. La Navidad, los muertos, el Día del Amor, todos tienen sus motivos especiales, que los artesanos de Socorrito elaboran con particular maestría en todos los tamaños que se imaginen, con el frágil papel de china en vívidos colores, lo que los convierte en deliciosas obras de arte efímeras.

No podremos ir nunca a ese rumbo cálido y vital de La Merced sin pensar en esa mujercita adorable y sonriente, quien convertía en fiesta la visita a su tlapalería; afortunadamente, sus sobrinos toman la estafeta y podremos seguirla "viviendo" a través de sus extraordinarias creaciones en papel picado.

Enfrente de La Zamorana se encuentra la tienda en la que se vende hermoso yute en grandes rollos y varios artículos de ese mexicanísimo material, entre otros, esas bolsas de muchos colores que usaban las abuelas para ir al mandado. A la vuelta, en la calle de Mesones 172, bajo la fronda de bellos alamillos que se mecen cadenciosamente, se encuentra la cerería La Purísima, que ofrece velas de auténtica cera de abeja, que perfuman la casa con su aroma natural; la variedad de tamaños es enorme, desde pequeñas para el candelabro del buró, hasta enormes para poner en el piso y dar un ambiente de misterio a la velada, pasando por las de bautizo, primera comunión y las de bendición. También hay veladoras y esas obras maestras de la artesanía que son las velas labradas, recubiertas de hojas, flores, guirnaldas y demás prodigiosas fantasías. Como remate, para los creyentes más fervorosos hay cera en marqueta para venerar. El establecimiento de Bernardino Gómez tiene 50 años de antigüedad y conserva sus mostradores originales cubiertos de zinc.

Por cierto, en fecha próxima todas estas exquisitas artesanías, acompañadas de cientos más, podrán ser admiradas en el Museo de Arte Popular, que se instalará en el edificio art deco que fuese sede de la estación de bomberos, ubicado en las calles Revillagigedo e Independencia. En el proyecto trabaja ya, afanosamente, un grupo de apasionados del tema encabezado por la experta María Teresa Pomar, con el apoyo de Conaculta a través de José Iturriaga, actual director de Culturas Populares y él mismo un conocedor del tema.

Regresando a La Merced y sus artesanías, en las calles Jesús María y Regina hay una excelente sombrerería que tiene ejemplares magníficos de todo el país, para los que conservan la afición a esa prenda que protege del frío, el sol y bien escogido imprime distinción; baste recordar a Humprey Bogart con su sombrero blanco medio ladeado y el cigarrillo apenas sostenido en la comisura de los labios. šIrresistible!

No hay que olvidar que a unas cuadras, en Carretones 5, se encuentra la fábrica de vidrio soplado de las hermanas Vázquez, en donde puede adquirir y admirar el trabajo del vidrio verde esmeralda, nilo, azul turquesa, añil y oro, transformado en bellísimos vasos, jarras, copas, platones, floreros, fruteros, botellas; cada uno distinto, reflejando el alma y el estado de ánimo del artesano que lo elaboró, enfrentado al calor abrazador de los hornos al rojo vivo, de donde mete y saca innumerables veces las piezas, para irlas conformando con una habilidad magistral.

Y aún hay más, pero se acerca la hora de comer y hace hambre. Para nuestra suerte, frente a La Purísima, en el 171 de Mesones, se encuentra uno de los mejores restaurantes de comida libanesa, El Andaluz, que como recordarán ocupa dos primorosas casitas del siglo XVII, con sendos patios y nobles columnas de piedra. Si tiene antojo de comida mexicana a la vuelta, en Las Cruces 40, está el Hotentote, que estrena un mole de lujo en una casa igualmente hermosa.