n Néstor de Buen n
Sar...vese el que pueda
Cuando entró en vigor la nueva Ley del Seguro Social, seis meses después de la fecha originalmente señalada, se tuvo que poner en práctica lo ordenado en el artículo decimocuarto transitorio, que autorizaba a los asegurados antiguos (prácticamente todos) a solicitar a la institución de crédito en que hubieren establecido su ahorro SAR que lo entregara a la Afore de sus amores. Pero el segundo párrafo del mismo artículo dijo también que si los interesados no decían nada (que, me temo, fue lo que pasó), la Consar se encargaría de decir a los bancos a qué Afore tenían que hacer llegar los fondos. Debe haberlo hecho.
El problema era que los bancos, cumplidores de la ley, no tenían ya los fondos. Estos habían sido entregados, después de cuatro días hábiles bancarios, sin causa de intereses, al Banco de México, el que sin mayores dilaciones los puso a la disposición del gobierno federal. El compromiso del gobierno fue mantener al día el valor del dinero anotado en las cuentas individuales, lo que quiere decir, teniendo en cuenta la inflación. Y, además, abonar un generoso 2 por ciento anual.
ƑCuál fue la solución para salir del apuro? Cuentan las malas lenguas que el señor Gobierno hizo entrega a las Afore de títulos de deuda pública. Esa misma formulita tan controvertida en el caso del Fobaproa.
La verdad es que no era poco dinero, aunque dicen que en los casos en que se han generado pensiones actuales (que no deben ser muchos), el gobierno ha hecho honor a sus compromisos cayéndose con el efectivo.
La teoría aforística indica que se pueden invertir los fondos del Sistema de Ahorro para el Retiro en valores estatales (tesobonos, petrobonos o cetes y no sé si otros) y en valores privados, de riesgo como las acciones, o de renta fija. Pero, por lo visto, el hambre económica del señor Gobierno es más que exigente. En una oportuna información obtenida por Antonio Castellanos (La Jornada, 23 de febrero) aparece que el presidente de la Consar, Fernando Solís Soberón, ha dicho que los títulos privados en las inversiones ascienden al 2.88 por ciento del total de la cartera manejada por las Siefore. El resto está formado por papel del gobierno.
No hay que olvidar ese bello derecho que se atribuye a los cuentahabientes (šbonito nombre para un trabajador de salario mínimo!) de ir a la Afore y, con su experiencia y pleno conocimiento de los movimientos en la Bolsa de Valores, dar instrucciones precisas sobre el tipo de inversión que a su nombre debe hacerse. Claro está que el ejercicio de ese derecho autoriza que se le cobre al asegurado alguna comisioncilla adicional.
Pero por lo visto los trabajadores, enamorados de la estabilidad económica que disfrutamos, han optado por valores del señor Gobierno. Nada menos que el 97.22 por ciento de sus inversiones están hechas en papel del Estado. Que, por lo mismo, se ha convertido en el verdadero ahorrador.
Eso me recuerda alguna frase del Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 que promovía el ahorro interno, sugiriendo el cambio de destino de los fondos de pensiones que antes (šbellos tiempos pasados!) servían , aunque sin mucho apego a las normas, para construir clínicas, hospitales y centros médicos, compra de equipos y alguna cosilla más. Hoy, para eso, hay que pedir dinero prestado.
Ahorra, pues, sólo el Estado, salvo que la esperanza de los asegurados se llame ahorro. Porque difícilmente lo hacen nuestros trabajadores que, para sobrevivir, tienen que juntar un montón de salarios mínimos nacidos de varias relaciones de trabajo o de la economía informal (y estos no están para ahorrar y mucho menos para que otros ahorren por su cuenta). Y así tenemos a las familias obreras lavando parabrisas y vendiendo cachivaches de todo género.
La esperanza parece que no funciona. Las noticias no son precisamente alegres. La garantía estatal prevista en la ley compromete al gobierno al pago de una pensión equivalente al salario mínimo. Pero dice la nota de Antonio Castellanos que las pensiones de quienes reciban cuatro o cinco salarios mínimos no pasarán de 40 o 45 por ciento respecto del último ingreso. Y entre tanto, sabrosa medida gubernamental, el salario mínimo vale cada vez menos. Por si acaso hay que pagar algunos en el largo futuro.
Y yo me pregunto, porque soy muy preguntón: Ƒrecibirán los trabajadores, dentro de 30 años, certificados de deuda pública?
Pero, šqué lindo era el Seguro Social cuando era Seguro Social!