La primera generación de reformas neoliberales, iniciadas en México por Miguel de la Madrid, y profundizadas en el sexenio salinista, se integró en cinco grandes bloques: la liberalización financiera interna y externa --sobre todo de la cuenta de capital de la balanza de pagos--, la apertura comercial, la desaparición y privatización de empresas del sector público, el dogma del presupuesto balanceado y la reducción de la presencia del Estado en la economía, y la desregulación económica interna.
Algunas de estas reformas han seguido desarrollándose en el sexenio de Zedillo, pero lo más sobresaliente es que ahora este gobierno busca imponer lo que el Banco Mundial califica como la ``segunda generación'' de reformas estructurales.
En la jerarquía de las reformas neoliberales, las de segunda generación no son menos importantes que las de la primera. Al contrario, en México son quizás más importantes y son de la segunda generación sólo porque no era fácil imponerlas en la primera oleada. Entre ellas se encuentran la privatización de la industria eléctrica y Pemex, y la destrucción del régimen de relaciones laborales establecido en el artículo 123 constitucional.
La lógica neoliberal considera indispensables estas reformas. Es más, hay quien defiende el modelo neoliberal diciendo que no se ha podido desarrollar porque las reformas aplicadas hasta hoy son incompletas. Es el caso de buena parte de la cúpula panista y del sector privado. Algunos más osados dicen que el modelo requiere de más tiempo para dejar sentir sus efectos benéficos.
Los términos del debate son los siguientes.
Es fácil demostrar que el desempeño del modelo económico neoliberal no ha podido alcanzar una sola de las metas que sus promotores le asignaron. Se dijo que el modelo neoliberal permitiría crecer, sin desequilibrios externos o contratiempos fiscales, con estabilidad de precios, generando empleos bien remunerados y mejorando el bienestar de la población. Todo eso, con una consolidación del aparato económico para reducir la vulnerabilidad a las crisis y choques externos.
Pero en los últimos diez años el modelo no logró el crecimiento deseado ni el equilibrio en las cuentas externas. Los descalabros fiscales siguen siendo un mal crónico.
La inflación se controló durante un corto tiempo con sobrevaluación cambiaria, una apertura indiscriminada y la contención de la demanda agregada vía salarios deprimidos. Esa combinación fue insostenible y cuando sobrevino la crisis, la inflación regreso con mayor intensidad.
Tampoco se generaron empleos suficientes y el rezago en este terreno se acentuó. Además, la remuneración del empleo mantuvo una fuerte tendencia descendente. La pobreza se incrementó e intensificó. Finalmente, la vulnerabilidad externa aumentó y, a pesar de la ciega retórica oficial, hoy la economía tiene una mayor propensión a sufrir crisis recurrentes cada vez más severas y frecuentes.
Es evidente que el balance del modelo neoliberal es negativo en todos estos rubros.
Pero no basta enumerar los fracasos del modelo neoliberal pues ya hemos visto que para los defensores del modelo sus defectos se presentan como la consecuencia de reformas incompletas y de un horizonte temporal que necesita extenderse. En un giro digno de Borges, para ellos todos esos fracasos son la prueba fehaciente de que se debe ir a más lejos en las reformas y dar más tiempo al modelo.
¿Cómo saber si el modelo necesita más reformas y más tiempo? La única manera de desentrañar si el modelo podrá algún día arrojar resultados positivos o no, es a través de un análisis de su consistencia interna. Si se identifican contradicciones internas del modelo, es lógico concluir que no puede esperar un buen desempeño.
En ese caso se demostraría que el modelo neoliberal nunca, ni con todo el tiempo del mundo ni con todas las reformas de segunda generación, podrá arrojar los resultados que sus promotores dicen puede proporcionar.
Decir que el modelo tiene contradicciones o inconsistencias internas, significa que posee elementos estructurales que son necesarios para su funcionamiento pero que, a la vez, constituyen obstáculos a su buen desempeñó. Se trata de componentes estructurales que el modelo necesita, pero que al mismo tiempo destruyen su capacidad de alcanzar un buen rendimiento.
En la segunda parte se demuestra que el modelo neoliberal tiene contradicciones internas que destruyen su capacidad para alcanzar un buen desempeño en materia de desarrollo económico.