n Marco Rascón n

Sectas y clientelas

Suspender la elección interna y llamar a Congreso General del PRD, es necesario ante el cúmulo de irregularidades.

Como era de suponerse, las violaciones y perversión del método de elección por planillas, se ha convertido en un molino de carne. La falta de equidad en todo, desde el padrón, la exclusión arbitraria, hasta la pre asignación de los candidatos "ganadores", han hecho de esta elección la representación de los vicios que acarrea el PRD. La militancia observa ante la paradoja: entre más se ponen de acuerdo, más se excluye; entre más declinaciones, menos unión; entre más palabras y declaraciones, menos claridad.

Siendo la elección un proceso de integración, la exclusión injusta se convirtió en la prerrogativa de los grupos, pues unos son propietarios del PRD y otros simples inquilinos de paso que deben pagar el costo de someterse para pertenecer. Toda nueva "unidad" moviliza las listas y los más prudentes son considerados tontos, ya que gana quien llega al último llevando un paquete de votos asegurados por medios inescrupulosos, mismos que al interior son moneda corriente para subir o bajar en las listas de las planillas.

Un partido así no podría estar a la altura de la nación ni de la confrontación que se avecina en el 2000. Estas formas sectarias, indolentes y condescendientes estarán forjando la base de futuros errores estratégicos e históricos. Por eso, es necesario desmenuzar qué es el sectarismo y el clientelismo.

La secta privilegia lo suyo sobre el interés del conjunto. Sectarismo es intolerancia y se contradice con la objetividad. Para la secta, medios y fines dependen del interés. Las llamadas "corrientes" dentro del PRD son profundamente sectarias porque crean lealtades y pertenencias por posiciones personales, y si bien afirman tener los mismos objetivos partidarios, en el ejercicio concreto no es así. Es fácil identificar a los sectarios leyendo sus documentos oficiosos: todos ofrecen el 2000 y humildemente prometen ser una buena secta repartidora de posiciones.

Las sectas han descubierto el valor de la comunicación. No es fácil descubrirlas, pues pueden declarar todos los días y llamar a la unidad y tolerancia, sin sustentarlo en hechos.

La secta es gregaria, proviene de luchas muy duras en las que se ha fogueado; su integración se da para competir contra otros grupos en otros aparatos burocráticos; su mejor presentación es haber sido "hábil" para desplazar, y en este ambiente un buen manipulador es alguien confiable. Los medios de comunicación los disfrazan y alientan. No hay problema que afecte más a las sectas que la movilización popular porque en esos escenarios desaparece su fuerza y se descubre que políticamente no son nada, aunque sean muy grandes. La secta constituye un problema cuantitativo, no cualitativo.

El clientelismo nace cuando a la gente se le convoca por su necesidad más inmediata y se le niega la posibilidad de discernimiento. En ese momento se establece una relación que no rebasa el interés del líder por un voto circunstancial a cambio de una prebenda fútil, por ello las organizaciones basadas en el clientelismo son casi siempre familiares y muy endebles.

La diferencia entre clientelismo y lucha social es que en esta última se generan estructuras colectivas y sobre la base del conocimiento de los derechos se demanda su ejercicio. Las sectas generan burocracias cerradas; los movimientos sociales y la política, movimientos e instituciones.

Un líder puede establecer relaciones clientelares de manera fácil, pues existe una cultura creada y desarrollada a lo largo de siete décadas por el priísmo. El clientelismo es un instrumento de control social y cuestiona el ejercicio de una sociedad democrática.

Rechazar el clientelismo es un asunto de principios, y un partido que representa un cambio de fondo comprometido, no debe permitir el uso interno y externo de estas formas porque se niega a sí mismo. Es tarea esencial para la ruptura con la cultura priísta acabar con las prácticas clientelares.

Esta situación se resolvería en un Congreso fundacional del PRD, en un ejercicio autocrítico. Por lo pronto, el espectáculo es lamentable para quienes sólo tienen una sonrisa, una foto publicitaria y un paquetito de "propuestas" para engañarse y pretender engañar a su partido.

Sobre estas formas se erige todo un sistema y cultura de la dominación en el país. Por eso, la revolución democrática es necesaria desde ahora y en nosotros mismos.